Mar García
Analista en Relaciones Internacionales
La llegada de Donald J. Trump a la presidencia de Estados Unidos ha cambiado la orientación diplomática norteamericana respecto de Israel. Ya en su campaña electoral, Trump afirmó con rotundidad que su actitud sería más comprometida con Israel y alejada de la línea diplomática seguida por las administraciones anteriores.
Que este nuevo rumbo diplomático devolviera el equilibrio en las relaciones entre ambos países sería deseable para Israel, máxime tras el último desaire ocasionado por un saliente Obama con la abstención de Estados Unidos en la adopción de la Resolución 2334 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Esta resolución incrementa la radicalización, ya que alienta el endurecimiento de las posiciones contra Israel, alejando así la posibilidad de una solución negociada al relegar a Israel a una posición de aislamiento y retirada. Ni se puede imponer una solución en términos no aceptados por las partes ni Estados Unidos es parte del conflicto israelo-palestino.
Israel ha de calibrar el riesgo que supone confiar en esta empatía que Trump le profesa, dada su impopularidad y beligerancia hacia el resto del mundo. Israel puede verse en una pesadilla que quiebre aún más su histórica alianza y erosione su posición en el mundo.
A pesar de gozar de una imagen de fortaleza inquebrantable, la alianza entre ambos países fue forjada por una conveniente alineación de intereses desde su origen. Es el entorno estratégico regional el que define la histórica relación entre Estados Unidos e Israel.
El contexto de la Guerra Fría empujó a David Ben Gurion a declararse leal a Occidente para transformar el estatus de Estado marginal de Israel en Estado Occidental integrado económica, cultural y tecnológicamente. Era el momento oportuno para que Israel extendiera el sueño romántico sionista de la creación del Estado basado en la simple ambición limitada a los Kibbutzim a una ambición que hiciera de Israel un aliado estratégico importante e indispensable para Occidente en Oriente Próximo.
Tras la Guerra de los Seis Días de 1967, Israel emergió como potencia regional mostrando al mundo que, a partir de ese momento, iba a dirigir el timón de su propio destino. Al mismo tiempo, Israel realizaba una revolución diplomática al alejarse de Europa y acercarse a Estados Unidos. Este acercamiento respondía a las prioridades estratégicas de Israel de ese momento: la alianza con una gran potencia le proporcionaría influencia diplomática, ayuda económica y suministro de material militar.
En el establecimiento de esta relación también se sustentaba la disuasión que proyectaba Israel para frenar al adversario. Pero con el tiempo, la disuasión que debía proyectar Estados Unidos se erigió como freno a las capacidades de Israel. Las tres últimas administraciones norteamericanas han logrado evitar que Israel actúe con contundencia y decisión contra sus enemigos. La relación con Estados Unidos se ha convertido en un obstáculo que parece intentar sacar a Israel de aquellas cuestiones que afectan a su seguridad. Israel no puede dejar sus seguridad en manos de terceros ni puede permitirse volver a incurrir en un fallo diplomático como el cometido con el peligro del programa nuclear iraní.
La nueva linea diplomática inaugurada por Trump está abriendo discusiones sobre enfoques alternativos, a la vez que muestra el nivel de estancamiento del conflicto en Oriente Próximo. La mayor inquietud es que dirija la política exterior norteamericana sobre el conflicto árabe-israelí hacia una línea tan diametralmente opuesta a la establecida durante las décadas anteriores que pueda incluso llegar a cambiar las mismas reglas del juego, abriendo una variable distinta a la “solución de dos Estados”.
Dada la fragilidad y volatilidad el entorno regional en Oriente Próximo, y teniendo en cuenta la relación de actores que amenazan con reorganizar el sistema a su favor, Israel ha de buscar el formar alianzas con socios con los que comparta las mismas necesidades y disposición a alinearse, a sabiendas de que puedan ser relaciones endebles o cortas en duración. Del mismo modo, ha de aprovechar el cambio de rumbo de la diplomacia norteamericana a su favor, sin olvidar que esta disposición norteamericana es condicional a sus intereses.
06/03/2017. © Todos los derechos reservados