Susi Dennison
Directora del European Power programme del ECFR
Ha sido un largo verano para quienes se preguntan qué es lo que el Brexit realmente va a significar en la práctica. Tras aplacarse la conmoción inicial por los nombramientos de Boris Johnson (ministro de Exteriores), David Davis (negociaciones para el Brexit) y Liam Fox (Comercio Internacional), se ha producido un inquietante silencio durante el descanso estival sobre cuál va a ser la estrategia de Reino Unido en las negociaciones que se avecinan.
Más allá del mantra de la primera ministra Theresa May de que “Brexit significa Brexit”, y al margen de un goteo de informaciones económicas que muestran que el anticipado hundimiento de la confianza de los consumidores tras el resultado a favor del Brexit no se ha llegado a producir −por ahora− y de lasespeculaciones sobre si May ha pasado parte de sus vacaciones de verano en Suiza estudiando el modelo de la Asociación Europea de Libre Comercio, ha habido bastante escasa información.
Los últimos días han dado la apariencia de ser un momento clave −un verdadero inicio de mandato−, con la visita de Theresa May a la reunión del G20 en China y el debate de la Cámara de los Comunes sobre una petición para un segundo referéndum que ha obligado al Gobierno a desvelar algo de lo que planea. Así que ¿qué sabemos que no supiéramos ya?
La pregunta del millón sobre la postura negociadora del Reino Unido ha sido si Gran Bretaña buscará la vía de un Brexit duro o blando −o, en otras palabras, si dará prioridad a unos fuertes controles a la inmigración y a una reducción sustancial de la contribuciones al presupuesto de la CE por encima del acceso continuado al mercado único (especialmente en lo que respecta a servicios financieros)−.
Cualquier cesión en lo primero probablemente provocaría indignación entre los votantes del Brexit, pero lo segundo es considerado vital por el canciller del Exchequer (ministro de Economía), Philip Hammond. Encontrar un equilibrio entre estas dos exigencias en competición es lo que en la práctica constituirá el trato “especial” que Theresa May afirmó que busca antes de la cumbre del G20 en Hangzhou.
Los líderes europeos quieren seguir manteniendo una buena relación con un Reino Unido fuera de la UE. Durante el verano han manifestado en privado que este es un caso totalmente diferente a los de Suiza, Noruega, Islandia y Liechtenstein, y que probablemente merece un trato diferente.
No obstante, en este punto parece bastante improbable que pudieran ir lo suficientemente lejos como para satisfacer los dobles deseos del Reino Unido sin provocar un reforzamiento de los partidos insurgentes y del sentimiento anti-UE en sus propios países haciendo que la salida parezca una opción atractiva. Para los líderes de la UE de los 27, su compromiso es primero con sus propios votantes nacionales y en segundo lugar con el futuro del proyecto europeo. Lograr una nueva relación positiva con Londres está bastante por debajo de estas prioridades.
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