José Antonio Lisbona
Autor del libro “España-Israel. Historia de unas Relaciones Secretas”
En 1986 se inicia un período de treinta años de relaciones bilaterales, condicionadas por la centralidad del conflicto árabe-israelí o por el progreso en el proceso de paz palestino-israelí, en positivo o negativo respectivamente y según se vea y suceda. Los acontecimientos del conflicto han condicionado estas frágiles relaciones, impidiendo que avancen como así ocurre en cambio, con otros países sobre la base de sus propios méritos, sin intervención de terceros. Por el contrario, los progresos en el diálogo de paz las han impulsado; por ejemplo, durante el período entre la celebración de la Conferencia de Paz de Madrid en noviembre de 1991 y el fracaso de las negociaciones en Taba en enero de 2001. Solo durante esa etapa se puede afirmar que las relaciones hispano-israelíes alcanzan una cierta “normalización”.
Sin embargo, la segunda Intifada iniciada en el 2000, el cerco a Arafat en la Muqata en el 2002, la Segunda Guerra del Líbano en el verano de 2006 o la operación israelí Plomo Fundido en Gaza en el 2009, son buenos ejemplos que ilustran que las relaciones de España con Israel no solo están condicionadas por el conflicto sino que incluso llegan a ser rehenes del propio conflicto.
En total, deberán transcurrir 38 años hasta que España e Israel establezcan relaciones oficiales el 17 de enero de 1986. La historia de estas relaciones ha sido la de una asimetría diplomática: cuando una de las partes quería, la otra la rechazaba y viceversa. Es la crónica del desencuentro entre las diplomacias española e israelí, la historia de ocasiones perdidas a la espera de “momentos oportunos” que nunca llegaban.
Solo la necesidad de una nueva proyección internacional de España, después de su adhesión a la OTAN y de su ingreso en la CEE, provoca un acercamiento a Israel. Ahora bien, mantiene los principios tradicionales de su política, siempre a favor de una paz justa y duradera en Oriente Medio a través del apoyo a la solución de dos Estados. Se trata esta de una posición en torno a una política tradicional común a todos los gobiernos de la democracia y, además, acordada por consenso por los principales partidos.
Las relaciones entre España e Israel se perciben como un “juego suma cero” que están determinadas por el hecho de que para las partes no hay ningún interés estratégico en liza ya que no influye en sus respectivas políticas interiores o exteriores que las mismas sean mejores o peores.
En cambio, sí son unas relaciones de carácter dependiente: cualquier iniciativa hacia Israel debe ser sopesada también en función de sus repercusiones en Palestina y los países árabes y viceversa. No se trata de relaciones bilaterales, sino trilaterales ya que la política española en la zona de Oriente Medio, en su origen y en la actualidad, depende de la vinculación de España con el Mundo Árabe.
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«Hoy todavía es preciso tender puentes de entendimiento para amortiguar las diferencias»
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El principio rector de las relaciones de España en Oriente Medio es el de una “política de equilibrio”, seguida tradicionalmente con los países en conflicto y más vulnerable a las presiones contrapuestas de árabes o israelíes sobre España, con objeto de inclinarla a favor de sus respectivos intereses. Se ha procurado poner en práctica una “política global”, pero que implica que cada acción puntual en o con un país motiva necesariamente un gesto de contrapeso con o en el otro.
Unas relaciones oficiales tardías, que se han demorado demasiado, y que en lugar de ser hoy adultas, como las que se mantienen con otros países europeos, apenas se encuentran con una corta mayoría de edad de algo más de un cuarto de siglo. Esta circunstancia provoca que en vez de establecer mecanismos de consolidación y fortalecimiento (por ejemplo, la institucionalización del diálogo político en un marco de consultas casi permanente), todavía sea imprescindible tender puentes de entendimiento y compromiso para amortiguar las diferencias que con periodicidad se producen cuando el conflicto aparece en la zona.
Si se habla de España e Israel, la expresión “como los dientes de una sierra” puede representar a la perfección los continuos altibajos de la evolución de unas relaciones cambiantes y, sobre todo, inestables. Eso sí, siempre apasionadas.