Miguel Ángel Medina
Subdirector de la Cátedra de Estudios Mundiales Antoni Montserrat de la Universitat Abat Oliba CEU
Cuando el pasado 1 de noviembre el gas argelino dejó de llegar a nuestras costas, en boca de su presidente ‘por las practicas hostiles de Marruecos hacia Argelia’, los analistas empezaron a hacer cábalas de cómo podría España resarcirse de esta pérdida. Ríos de tinta se escribieron sobre las consecuencias energéticas, políticas y económicas de la decisión del gobierno de Argel de no renovar el acuerdo que permite, Marruecos mediante, hacer que muchos nos duchemos cada mañana con agua caliente. No se quedaron atrás en sus destellos informativos las multinacionales españolas, menos aún los medios de comunicación de masas, oscilando entre un alarmismo tácito y una descorazonadora aceptación de la realidad.
Muchas veces los árboles nos impiden ver el bosque, y en el tema que nos ocupa debemos no sólo quedarnos con la punta del iceberg, sino analizar el trasfondo geopolítico de este episodio. Debemos esbozar en este sentido algunas pinceladas de porqué hemos llegado a esta situación y qué solución nos puede deportar el futuro.
Recordemos que históricamente Marruecos y Argelia son como agua y aceite, ¡no se te ocurra juntarlos! Si bien desde la independencia de ambos países habían tenido más de un tira y afloja, el culmen de esta animadversión se produce en agosto de este año, cuando Argel y Rabat decidieron romper sus relaciones diplomáticas, seguido del cierre del espacio aéreo argelino a cualquier vuelo marroquí en septiembre. No debemos pasar por alto el historial de tensiones entre ambos países, empezando por la disputa por la hegemonía magrebí, el conflicto por el Frente Polisario y la gestión del conflicto del Sáhara Occidental, la delimitación de los espacios marítimos en las costas del Noroeste africano, pasando por la negociación del acuerdo de pesca entre la Unión Europea y Marruecos, y acabando por las relaciones con Estados Unidos. No podemos entender la decisión de Argel de cerrar la llave del gas argelino hacia España mediante el gasoducto Magreb-Europa sin prestar atención a estas, y muchas otras, aristas geopolíticas.
Y merecen especial atención las recientes sentencias de septiembre de 2021 (que han pasado inadvertidas entre cientos de noticas que diariamente nos obligan a consumir) del Tribunal de Justicia de la UE que invalida el acuerdo de pesca con Marruecos. ¿Relación con el tema que nos ocupa? Que dan la razón en gran medida a Argelia, ya que los acuerdos con Marruecos incluían al Sáhara Occidental, con lo que Bruselas (y esto significa Madrid y París, no lo olvidemos) aceptaba tácitamente la soberanía marroquí sobre el territorio saharaui. Rabat no ha sabido digerir bien este jarro de agua helada que sus, hasta hace escasos meses, socios de Bruselas y Washington seguramente no preveían. La Unión Europea, seguramente de forma indirecta, ha dado un espaldarazo que el régimen argelino necesitaba para sentirse fuerte en un contexto regional y geopolítico muy inestable. Es en este contexto en el que Argel se ha decidió a mirar de tú a tú a Rabat y a Madrid y ha optado por echar un poco más de carne en el asador. Y los estados, como las personas, tienen memoria celular y se acuerdan de episodios que les dejaron marcados en el pasado – y seguramente Argel no olvida los escarceos militares con Marruecos, la crisis migratoria y los casi 8.000 marroquíes que han entrado en Ceuta en los últimos meses, las tensiones de ambos países con Madrid a partir de la estancia del líder del Frente Polisario en nuestro país o el guiño de la administración Trump a la soberanía alauí sobre el Sáhara Occidental.
Seguramente la salida de esta situación pasa por tocar varias teclas, ya que si nos fijamos en la cuestión estrictamente energética sólo seguiremos fijándonos en la punta del iceberg, sin analizar el enorme témpano de hielo que subyace. ¿Qué posibles soluciones tenemos en nuestra baraja?
Siendo pragmáticamente cortoplacistas, y dado que estamos a mitad de noviembre, reforzar la capacidad exportadora del gasoducto Medgaz se antoja imprescindible por parte de Argel. Y explicar a Marruecos que debe ceder en algunos temas con el vecino magrebí si quiere recuperar los derechos de paso y la fuente de generación eléctrica que el gasoducto Magreb-Europa representa. No está tan claro que el cierre de este pasillo energético tenga un impacto ‘insignificante’ para Marruecos, y mucho menos para España. Mirar más allá de esta medida, en el terreno puramente energético, parece osado. Si ampliamos el foco temporal, ciertas medidas de creación de confianza entre los diferentes actores implicados deben aparecer en la agenda. Las reuniones de alto nivel seguramente sirven de bien poco en este contexto, y sería apropiado fortalecer los vínculos entre las sociedades civiles de ambos países, fortalecer el escaso comercio bilateral que existe en el Magreb a nivel horizontal y dar un empujoncito a Bruselas para que sus delegaciones en Rabat y Argel expliquen bien cuál es la situación. Y, por supuesto, que Madrid quite el polvo a ciertos dossiers magrebís ahora estancados.
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