Eva Perea
Profesora de Empresa y Economía de la Universitat Abat Oliba CEU
El término de moda VICA (para definir un entorno Volátil, Incierto, Complejo y Ambiguo) es perfecto para describir las relaciones entre la UE y China. Si bien el gigante asiático es un socio comercial importante, también es un competidor, y un enemigo, en muchos aspectos. China es la segunda economía mundial, por detrás de Estados Unidos, avanzando a toda velocidad para alcanzar la primera posición.
Además, China constituye el mayor mercado online del mundo y la clase media más numerosa, con casi 500 millones de personas ávidas por consumir y viajar, y un poder adquisitivo ya cercano al de los países desarrollados. A modo de ejemplo, China cuenta con el mayor número de turistas del mundo, enviando al extranjero cien millones de turistas al año. Por cierto, de ellos, sólo medio millón visita España, por lo que el potencial es enorme.
En enero de este año, Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, admitió que China es un «rival sistemático» en su forma de ver a las personas y los derechos humanos. Añadió que la relación siempre será «una relación ambigua».
El acuerdo global de inversión UE-China
La Unión Europea y China aprobaron a finales de diciembre del 2020 un acuerdo de inversión tras siete años de negociaciones maratonianas, acuerdo que garantizaría un marco estable de condiciones para el comercio y la inversión. Si se ratifica, podría llevar a Pekín a flexibilizar algunas de sus normas estrictas para las empresas extranjeras, como la necesidad de operar a través de empresas conjuntas con socios locales.
El pacto ofrecería además a las empresas europeas acceso al mercado chino y facilitaría la inversión china en Europa. También establece disposiciones sobre una competencia justa y un desarrollo sostenible.
El acuerdo firmado es probablemente favorable para China desde el punto de vista político, ya que el país ha sufrido un cierto aislamiento político desde la COVID. Es una forma ganar legitimidad con uno de los mejores socios del mundo, la UE. Por eso se ha considerado una victoria diplomática para el líder chino, Xi Jinping.
Aunque el acuerdo pretenda eliminar las barreras comerciales, muchos temen que este acuerdo favorezca sobre todo a Alemania: el mercado chino es especialmente importante para los fabricantes de automóviles y los alemanes tienen una gran presencia en el país. Merkel ha sido la dirigente europea que más veces ha visitado China en los últimos 15 años. De hecho, fue ella, la canciller alemana, quien dio el último empujón a las conversaciones.
Para que entre en vigor, aún debe ser ratificado por los Estados miembros de la UE y el Parlamento Europeo, donde se enfrenta a una oposición masiva.
¿Llegará a ratificarse el acuerdo? Deterioro en las relaciones Bruselas-Pekín
Sin embargo, desde hace unas semanas, el acuerdo de inversión entre la UE y China ha quedado congelado. En marzo de este año, la UE impuso sanciones a China por su trato a la minoría musulmana uigur de la región de Xinjiang. Fueron las primeras sanciones contra China en materia de derechos humanos desde la masacre de la plaza de Tiananmen en 1989. En respuesta, Pekín anunció inmediatamente sanciones contra varios miembros del Parlamento Europeo.
Las tensiones diplomáticas han hecho que las condiciones del acuerdo sean «desfavorables». El mismo vicepresidente de la Comisión Europea, Valdis Dombrovskis, ha declarado que los esfuerzos para conseguir la aprobación del acuerdo están congelados.
«Está claro que, en la situación actual, con las sanciones de la UE contra China y las contra sanciones chinas, el entorno no es propicio para la ratificación del acuerdo», dijo Dombrovskis.
Por lo tanto, el proceso de ratificación está en pausa.
Quizá el acuerdo sea bueno, quizá nunca llegue a aplicarse, no lo sabemos. Pero, en cualquier caso, ¿quién se beneficiaría de él? No la mayoría de las empresas ni de los países. China es un mercado lleno de obstáculos y entrar en él ha demostrado ser extremadamente duro.
China ya no quiere ser la fábrica del mundo. Mejor dicho, China no quiere ser sólo la fábrica del mundo: quiere ser el banco del mundo, invirtiendo en zonas geográficas tradicionalmente europeas como Grecia o los Balcanes, desea ser la primera potencia económica y tecnológica del mundo, el 5G global, es decir, imponerse a todos los niveles.
Europa, debilitada por el Brexit y por la gestión de la pandemia, debe ser capaz de crear campeones nacionales, grandes empresas que puedan competir con China, especialmente en los sectores estratégicos y tecnológicos. El hecho de que Estados Unidos esté liderado por Biden arroja algo de luz: tras la guerra comercial de Trump, el estilo de su sucesor será más negociador.
Como conclusión, podemos afirmar que, en este entorno VICA, se exigirá de Europa una mayor capacidad de anticipación, flexibilidad y un liderazgo más potente.
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