Han Seung Soo
Ex Primer Ministro de Corea del Sur y Vicepresidente del Club de Madrid
Tras haber evitado en gran medida las infecciones generalizadas por COVID-19 en Corea del Sur desde el inicio de la pandemia, el país se encuentra ahora a la cabeza del mundo en nuevos casos notificados en la última semana. Corea del Sur no está sola. Desde Hong Kong hasta Nueva Zelanda, muchos países que han logrado contener la oleada de casos y muertes por COVID-19 desde 2020 están experimentando ahora picos sin precedentes.
Las últimas semanas han servido una vez más como testimonio de la naturaleza global de la pandemia: ningún país está a salvo hasta que todos los países estén a salvo del virus. Mientras que algunos países están restableciendo los cierres, otros están levantando el pie del acelerador o simplemente aprendiendo a vivir con el virus. Con un virus altamente transmisible capaz de cruzar fronteras en nuestro mundo globalizado, este tipo de enfoque poco sistemático no funciona. Incluso antes de que la variante Omicron se extendiera por todo el mundo, la fragmentación de los esfuerzos de preparación y respuesta ante una pandemia a nivel internacional y por parte de los países provocó millones de muertes evitables y pérdidas de billones de dólares.
Más que nunca, el mundo necesita un nuevo sistema internacional que fomente la solidaridad mundial en tiempos de crisis y permita a los países de todos los niveles de renta detectar, alertar y responder a las amenazas sanitarias antes de que se conviertan en pandemias. Mientras muchos países se encuentran en medio de nuevos brotes de COVID-19, ha llegado el momento de planificar con antelación y asegurarse de que la próxima respuesta sea cohesionada, equitativa y eficaz. No podemos continuar el ciclo mundial de crisis y autocomplacencia, especialmente cuando disponemos de las herramientas para corregirlo.
En un nuevo Llamamiento a la Acción apoyado por el Club de Madrid, el Panel para una Convención Mundial de Salud Pública ha propuesto un audaz camino a seguir para abordar las lagunas en el orden actual y fortalecer drásticamente los sistemas de prevención, preparación y respuesta ante pandemias a través de un nuevo Tratado o Convención sobre Pandemias. El nuevo conjunto de recomendaciones aboga por un sistema incentivado positivamente y gobernado a nivel de jefes de Estado en el que el cumplimiento de las normas de preparación acordadas, los protocolos de alerta y los esfuerzos de respuesta sean supervisados por un organismo independiente de vigilancia y evaluación independiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Aunque el liderazgo de la OMS en el establecimiento de normas internacionales de preparación y respuesta y en el apoyo a los países para que alcancen los objetivos es vital y debería reforzarse, un organismo independiente añadiría un nivel adicional de responsabilidad. Con el mandato de llamar y llamar a los países basándose en el rendimiento de la preparación, detección y respuesta ante una pandemia, un organismo independiente podría ayudar a evitar el enfoque ad hoc adoptado durante COVID-19, haciendo que los países rindan cuentas.
Establecer esta responsabilidad dentro de los países y a nivel internacional es esencial para un Tratado de Pandemia. Para tomar medidas decisivas durante una crisis, debe determinarse quién debe tomar qué medidas y cuándo. Esto incluye la responsabilidad de la preparación; la notificación transparente y en tiempo real de las amenazas sanitarias; la aplicación de medidas de salud pública basadas en pruebas; el intercambio de información, incluidas las secuencias genéticas, los especímenes y las muestras; la distribución equitativa de los bienes pandémicos; así como un mecanismo de financiación totalmente financiado.
Corea del Sur aprendió muchas de estas lecciones tras el brote del Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS) en 2015. El Gobierno asumió la responsabilidad y tomó medidas para reforzar sus esfuerzos de preparación y respuesta ante una pandemia invirtiendo en sistemas de vigilancia y notificación de enfermedades, construyendo unidades de aislamiento adecuadas, aumentando la formación del personal sanitario para la respuesta ante crisis y el uso de EPP, así como practicando respuestas de simulación de brotes a nivel local para determinar quién hace qué y cuándo.
Este tipo de preparación no es gratuita. Aunque trivial en comparación con los billones de dólares que se han necesitado para contener el COVID-19 y sus consecuencias económicas, se estima que se necesitarán miles de millones de dólares para financiar medidas adecuadas de preparación en muchos países de ingresos bajos y medios. Por ello, el Grupo insta a que un nuevo Tratado Pandémico incluya un mecanismo de financiación multilateral que garantice que todos los países puedan acceder a una financiación predecible y sostenible sin incurrir en una deuda catastrófica.
Por último, un Tratado debe garantizar que todas las herramientas y contramedidas para contener el brote, como EPP, pruebas y vacunas, se consideren bienes públicos mundiales y se financien, produzcan y distribuyan como tales. La pugna por los suministros para pandemias, como las vacunas, sigue impidiendo avanzar al mundo entero y ha dejado a grandes franjas del planeta vulnerables a muertes evitables.
La desigualdad rampante en materia de vacunas y los recientes picos de casos de COVID-19 en toda la región deberían servir como un recordatorio aleccionador de que nuestro sistema actual no está funcionando. Mediante la adhesión a un Tratado sobre Pandemias responsable, existe la posibilidad de corregir esta situación y crear un sistema capaz de detener los brotes en seco y garantizar una respuesta equitativa en caso necesario. Aprovechemos esta oportunidad para aplicar soluciones basadas en pruebas, aprender de los dos últimos años y construir un mundo más sano y seguro.
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