Augusto Manzanal Ciancaglini
Analista geopolítico
Rusia absorbe oficialmente otra parte de Ucrania justo cuando los ucranianos consuman su contundente contraataque, en buena parte gracias al poder del HIMARS estadounidense (Sistema de cohetes de artillería de alta movilidad). Paralelamente, un presunto sabotaje en los gasoductos Nord Stream en el mar Báltico sigue separando a Rusia de Europa, y allí Kaliningrado es un testigo privilegiado cada vez más solitario.
En 1255 los caballeros teutónicos fundaron Königsberg y en 1946 fue rebautizada como Kaliningrado por los soviéticos. El nuevo nombre es en honor a Mijaíl Kalinin, importante miembro del Politburó del Partido Comunista y fiel acólito de Iósif Stalin, tanto que fue uno de los pocos sobrevivientes de sus purgas.
La anexión a la Unión Soviética, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, encontró su causa en la búsqueda de puertos libres de hielo en invierno y así se convirtió en una de las principales bases navales soviéticas del mar Báltico.
Hoy, con la invasión de Ucrania y la potencial entrada de Suecia y Finlandia en la OTAN, este aislado trozo de Rusia cobra relevancia, pues está cada vez más rodeado y sus misiles nucleares estacionados podrían alcanzar las principales capitales europeas.
El reciente bloqueo lituano al tránsito de mercancías rusas ha reavivado la idea de la anexión rusa del corredor de Suwałki, el cual conecta Bielorrusia con Kaliningrado a lo largo de la frontera entre Lituania y Polonia. De esta forma, Moscú aislaría geográficamente a los Estados bálticos del resto de los miembros de la OTAN, al tiempo que se aseguraría el paso, a través de su satélite bielorruso, a su enclave.
Esto activaría el artículo 5 de la OTAN, el cual compromete a sus miembros a prestarse asistencia mutua en caso de que uno de ellos sea atacado. Por lo tanto, el mar Báltico indefectiblemente se volverá cada vez más un lago de la OTAN.
Con este breve repaso de la historia del Óblast de Kaliningrado y su recluida actualidad se llega al recuerdo del hijo más ilustre de su capital, quien estuvo confinado toda su larga vida allí: Immanuel Kant, en su obra política Sobre la paz perpetua, desarrolló una serie de artículos preliminares que mucho dicen acerca de la realidad de su ciudad natal en cuanto a fricciones, injerencia externa, confianza mutua entre Estados o presencia de ejércitos permanentes.
Así pues, el sitio donde vio nacer a Kant no solo representa una contradicción a su pensamiento, sino que va más allá y se vuelve síntoma de algo más grande que la ingratitud; Moscú ha mantenido este epónimo por 76 años enalteciendo a un secuaz de Stalin por encima de uno de los más grandes filósofos de la historia. Entre idealismos germánicos rusificados territorialmente o políticamente, es realista alumbrar esta evidencia usando armas ajenas: se declara inaugurada Kantpolis.
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