Pedro González
Periodista
No ha acabado la guerra de Ucrania, que nadie osa aún ponerle fecha de conclusión, pero la República Checa ya piensa en la reconstrucción del país arrasado por la invasión de la Rusia de Vladímir Putin. El mundo gira en torno a lo que está sucediendo en el este de Europa, y el jefe del Gobierno checo, Petr Fiala, no quiere demorar el proceso de conformación de la nueva Unión Europea, cuya presidencia rotatoria semestral acaba de tomar de la Francia de Emmanuel Macron.
“Replantear, reconstruir, revitalizar” es el lema, tomado de una expresión del que fuera el primer presidente democrático de Chequia, Vaclav Havel, para encarar estos seis meses que se auguran una vez más decisivos para el futuro de la Unión Europea. De las cinco prioridades de trabajo que Praga se ha impuesto para este periodo, dos van a incidir especialmente en todo el ámbito territorial de la UE: la gestión de los refugiados de Ucrania y la seguridad energética. Respecto de la primera, Fiala aspira a que, además de los gobiernos centrales de los Veintisete, se involucren a fondo las regiones.
En cuanto a la seguridad energética, es el mayor desafío al que van a enfrentarse las opiniones públicas europeas en muchos años. Poco a poco, se va generalizando el convencimiento de que la carestía rampante de gas y petróleo obligarán a la población a asumir fuertes restricciones en el consumo, interiorizando de paso que tal situación no es un mero sobresalto económico sino la consecuencia de una guerra, que los europeos en general no experimentaban desde hacía ya mucho tiempo, excepción hecha de los Balcanes.
Habrá que ver cómo se combinan las peticiones de carácter perentorio que a diario expresa el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, y la voluntad europea de atenderlas. Zelenski cuantificó ante los líderes de la OTAN reunidos en Madrid en 5.000 millones de euros diarios, el monto necesario para sostener la guerra contra Rusia con perspectivas de ganarla. Un esfuerzo económico descomunal que, caso de que exista real voluntad política de efectuarse, precisará de mucha unidad y no poca tensión cuando el alargamiento del conflicto tiende a acentuar el cansancio y ceder a la tentación de relajar el esfuerzo.
Respecto de las otras tres prioridades enunciadas por el jefe del Gobierno checo, tampoco son menores: refuerzo de las capacidades de defensa de Europa y la seguridad del ciberespacio; acentuar la fortaleza de la economía europea y la resiliencia de las instituciones democráticas europeas. Esta última es especialmente importante, por cuanto las urgencias de la guerra tienden a priorizar la eficacia de tintes autocráticos. La propia presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, volvía a insistir una vez más al respecto, previniendo a Polonia de que los fondos europeos siguen supeditados al respeto a la independencia del Poder Judicial, al que el actual Gobierno de Varsovia pretende poner a su servicio.
En la programación del semestre, además de los centenares de encuentros y actuaciones previstos tanto en la propia República Checa como en Bruselas y Luxemburgo, cabe destacar una cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la UE a principios de octubre, con dos puntos principales en el orden del día: la situación para entonces derivada de la guerra de Ucrania y el análisis de la comunidad política de países afines a la UE planteada por el presidente Macron durante su presidencia semestral. A tales puntos, Praga quiere añadir las relaciones de la UE con los Balcanes, en donde Serbia y Albania, especialmente, aspiran a no ser relegadas por Ucrania en las complacencias comunitarias.
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