Introducción
El Mediterráneo oriental vive una reconfiguración acelerada. Turquía, Egipto e Israel han intensificado sus relaciones diplomáticas y energéticas tras años de desencuentros, con el gas y la seguridad como ejes principales. La Unión Europea observa con atención este acercamiento, que puede alterar el equilibrio de poder en la región y redefinir la arquitectura energética continental. Para España, que tradicionalmente ha volcado su mirada en el Mediterráneo occidental y el Magreb, este nuevo tablero plantea tanto desafíos como oportunidades para reforzar su influencia.
El Mediterráneo oriental como nuevo polo energético
El descubrimiento de importantes yacimientos de gas en aguas de Israel, Egipto y Chipre ha convertido la región en un espacio de interés global. El Foro del Gas del Mediterráneo Oriental, creado en 2019, ha impulsado proyectos de cooperación energética que buscan exportar gas hacia Europa y Asia. La crisis energética provocada por la guerra en Ucrania ha dado un impulso adicional a la región como alternativa al gas ruso.
España, que cuenta con la mayor capacidad de regasificación de la UE y aspira a consolidarse como hub energético, observa estos movimientos con interés. Las conexiones con el Mediterráneo oriental podrían diversificar aún más el suministro y reforzar la seguridad energética europea. Sin embargo, la competencia entre rutas —oleoductos, gasoductos submarinos, plantas de licuefacción— y las tensiones geopolíticas dificultan materializar proyectos a gran escala.
Turquía, Egipto e Israel: un triángulo en construcción
El giro de Ankara es especialmente significativo. Tras años de confrontación con El Cairo y Tel Aviv, Turquía ha apostado por una diplomacia de distensión, motivada tanto por razones económicas como estratégicas. Egipto, en plena búsqueda de inversiones y estabilidad, ha respondido con pragmatismo. Israel, por su parte, ve en este acercamiento una oportunidad para consolidar su rol como exportador de energía y socio de seguridad.
El triángulo Turquía-Egipto-Israel puede redefinir alianzas en la región. Si prospera, no solo tendrá impacto en el ámbito energético, sino también en la seguridad marítima, el control de rutas comerciales y la cooperación frente a amenazas comunes como el terrorismo o la migración irregular.
🌍 Recuadro | Actores clave en el Mediterráneo oriental
- Turquía: busca proyectarse como potencia regional, clave en rutas de gas y seguridad marítima.
- Egipto: emergente hub energético del gas licuado y socio central para la UE.
- Israel: actor tecnológico y energético, interesado en diversificar sus alianzas.
- Grecia y Chipre: promotores de proyectos alternativos como el gasoducto EastMed.
- UE: inversora y reguladora, con intereses energéticos y de seguridad en la región.
La posición española: entre el Mediterráneo occidental y el oriental
España ha priorizado históricamente el Mediterráneo occidental, con especial atención al Magreb, el Estrecho de Gibraltar y el Sahel. Sin embargo, la creciente importancia del Mediterráneo oriental obliga a Madrid a ampliar su foco. Existen varias razones:
- Energía: la diversificación de suministros europeos pasa también por esta región.
- Seguridad marítima: las rutas que atraviesan el canal de Suez y conectan con el Mediterráneo son vitales para el comercio español y europeo.
- Influencia en la UE: participar activamente en el debate sobre el Mediterráneo oriental refuerza la capacidad de España para proyectar su visión en Bruselas.
Madrid no cuenta con la misma tradición diplomática en la zona que Francia o Italia, pero su condición de puente entre Europa y el Mediterráneo occidental le permite aportar una perspectiva complementaria. España puede presentarse como mediador equilibrado, sin las hipotecas históricas que arrastran otros socios europeos en la región.
Sinergias con la política europea
La Unión Europea busca consolidar una política mediterránea coherente que incluya tanto la ribera sur como la oriental. El Pacto Verde y la agenda de descarbonización impulsan proyectos de interconexión eléctrica y de hidrógeno verde que podrían unir el norte de África con Oriente Medio y Europa.
España, líder en renovables y con experiencia en infraestructuras energéticas, tiene margen para participar en estos proyectos. La clave estará en coordinar intereses nacionales con los de Bruselas y en evitar que las rivalidades intraeuropeas —por ejemplo, entre Francia, Italia y Grecia— bloqueen oportunidades conjuntas.
Seguridad y diplomacia de defensa
El Mediterráneo oriental no es solo un espacio de energía, sino también de tensiones militares. Las disputas marítimas entre Turquía, Grecia y Chipre, las crisis en Siria y Líbano, y la inestabilidad en Libia afectan a la seguridad regional. Para la OTAN, de la que España forma parte, mantener la estabilidad en el flanco oriental es tan prioritario como asegurar el frente norte o el sur.
España ha incrementado su participación en misiones de la OTAN en el Mediterráneo y en operaciones de la UE en Oriente Próximo. Este compromiso refuerza su credibilidad como aliado dispuesto a asumir responsabilidades más allá de su vecindad inmediata.
Riesgos y oportunidades para Madrid
- Riesgos: dispersión de recursos diplomáticos y militares; posible marginación si no se consolida una presencia estable en la región; dificultad para competir con actores con mayor tradición histórica en el área.
- Oportunidades: reforzar la cooperación energética y tecnológica; consolidar su papel como mediador en la UE; proyectar su industria energética y de defensa en nuevos mercados.
Conclusión: ampliar el horizonte
La reconfiguración del Mediterráneo oriental es un recordatorio de que la política exterior española no puede limitarse a su entorno inmediato. El gas, la seguridad y las nuevas alianzas obligan a Madrid a mirar más allá del Estrecho y del Magreb.
Si España consigue articular una estrategia que combine su liderazgo energético, su participación en la seguridad regional y su capacidad diplomática como puente en la UE, podrá aprovechar el giro geopolítico en el Mediterráneo oriental para reforzar su peso internacional. De lo contrario, corre el riesgo de quedar relegada en un tablero que está llamado a influir decisivamente en el futuro de Europa.
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