Experto en migraciones y analista internacional.
Como ya anunciamos en Escudo Digital, Bélgica acaba de confirmar un nuevo pedido de cazas F‑35A, sumándose a una lista creciente de Estados europeos que han apostado por el caza estadounidense de quinta generación.
De forma paralela, España ha descartado esta opción para centrarse en sistemas europeos como el Eurofighter y, sobre todo, el programa FCAS liderado con Francia y Alemania. Esta elección (que habla de principios, industria y estrategia) coloca a España en una encrucijada: ¿soberanía tecnológica o riesgo de quedarse rezagada por más de una década?
Desde hace tiempo, varios países europeos han optado por el F‑35 como caza estándar: Reino Unido, Italia, Países Bajos, Noruega, Dinamarca, Finlandia, Polonia, Suiza y, más recientemente, Bélgica. Este país inicialmente encargó 34 unidades F‑35A para sustituir su flota de F‑16, con un coste cercano a los 4.000 millones de euros, y con las primeras entregas ya en curso.
En julio de 2025, Bélgica anunció una nueva compra de 11 cazas F‑35A adicionales, consolidando su alineamiento con EE.UU. y la OTAN. El argumento belga es claro: acceso inmediato a capacidades furtivas, interoperabilidad total con aliados, entrenamiento y logística ya en marcha. Su decisión fue motivada hasta por criterios económicos, al considerar que la oferta estadounidense ofrecía la mejor relación calidad-precio en su análisis.

Lo que España gana y lo que pierde
Por su parte, el Gobierno español ha suspendido de forma indefinida cualquier plan de compra del F‑35, optando por reforzar el Eurofighter y volcarse en el desarrollo del FCAS, con Francia y Alemania.
El motivo es complejo, pero fundamentado: una apuesta por la soberanía tecnológica y la fortaleza industrial europea, especialmente en el contexto de inquietudes sobre la fiabilidad política de EE.UU. y la presión fiscal de Trump para que los aliados aumenten el gasto militar al 5 % del PIB.
España había reservado aproximadamente 6.250 millones de euros en el presupuesto de defensa de 2023 para esa adquisición, pero decidió redirigir la mayor parte del extrapresupuestario a la industria europea, lo que imposibilita la compra del F‑35.
Como consecuencia, la Armada podría perder capacidad de aviación embarcada moderna tras la retirada de los Harrier AV‑8B en 2030, sin sustituto inmediato, y lo que es peor, sin posibles alternativas al caza norteamericano.
Francia, FCAS y el dilema estratégico
Francia, al igual que ha intentado con Bélgica, ha ejercido presión para que España no diluya sus recursos en adquisiciones estadounidenses, alegando que financiar el F‑35 equivaldría a “financiar al competidor” del FCAS.
Con la vista puesta en una autonomía europea real, el FCAS se concibe como un sistema integrado de combate de sexta generación, con furtividad, integración de sensores, drones, inteligencia artificial y una red de combate distribuida.
España participa con un papel importante: lidera el desarrollo de sensores y simuladores dentro del consorcio FCAS, con el respaldo de empresas como Indra, Airbus España, Safran o MBDA. Sin embargo, la fecha de entrada en servicio del FCAS no está prevista antes de 2040. Este vacío de capacidad operativa plantea un riesgo tangible: mientras el resto de Europa ya vuela en 5ª generación, España podría enfrentarse a más de una década de inferioridad tecnológica.

Riesgo de aislamiento o estrategia a largo plazo
España deja de tener fuerza aérea embarcada. Aunque mantenemos los Harrier, estos, además de muy anticuados, están prácticamente defenestrados y en 2030 serán historia… o no.
Perdemos la capacidad furtiva, que tendrá que esperar (como mínimo y si el proyecto FCAS cumple sus objetivos temporales) hasta 2040, cuando estaría listo el primero de los FCAS europeos. En interoperabilidad OTAN, los belgas, italianos, holandeses, alemanes… entrarán de lleno en las redes tácticas del F-35, como la MADL, con conexión directa a los sistemas estadounidenses. España, por su parte, tendría que hacer adaptaciones y convivir con limitaciones para integrarse en esas mismas redes.
En dependencia tecnológica, Bélgica, al igual que el resto de usuarios del caza americano, asume que el control del software seguirá en manos de Estados Unidos y que no podrá tocarlo en este avión. España prefiere evitar ese peaje y apuesta por un desarrollo industrial europeo que le dé más autonomía.
En el terreno industrial, el F-35 solo podría ser enviado a Cameri en Italia para su mantenimiento y ciertas reparaciones, ya que la cadena de producción y mantenimiento profundo es un club muy cerrado. España, en cambio, asegura en este aspecto un papel relevante dentro del FCAS y en la modernización del Eurofighter.
Y si hablamos de riesgo tecnológico, países como Bélgica que están adquiriendo el caza norteamericano lo elimina de golpe al entrar ya en la 5ª generación, mientras que España se expone a una brecha que podría alargarse más de quince años.
¿Estrategia visionaria o riesgo de aislamiento?
España ha decidido priorizar una visión de autonomía estratégica, encarnada en el FCAS y el fortalecimiento industrial europeo (y quizás “castigar” a Donald Trump). Pero esta apuesta tiene un coste tangible: la pérdida de capacidades inmediatas y su posible marginación en operaciones de alta intensidad junto a aliados que ya cuentan con la 5ª generación.
La decisión es coherente con una política de defensa soberana, pero exige acompañarse de medidas para evitar una brecha operativa insalvable: formación avanzada, modernización del Eurofighter, colaboraciones ágiles con socios operativos, un calendario creíble para FCAS… En un mundo en el que la tecnología y las capacidades militares crecen a un ritmo desorbitado, España ha decidido… esperar y mirar.