Monika Krzepkowska
Encargada de Negocios a.i. de la Embajada de la República de Polonia
El 1 de mayo de 2004, Polonia se unió a la comunidad de Estados democráticos de Europa, donde el desarrollo, la paz y la cooperación son los pilares del futuro. Nuestra primera presidencia, en 2011, fue una especie de examen de madurez -y lo superamos-, demostrando que sabemos liderar con determinación y prudencia.
En enero de 2025 asumimos por segunda vez la Presidencia del Consejo de la UE, esta vez en circunstancias más complejas. El mundo ya no es un lugar tranquilo. En nuestra frontera oriental continúa una guerra a gran escala, cuyos ecos híbridos afectan a países muy alejados del frente. En Oriente Medio la situación se vuelve cada vez más inestable, y el cambio de administración en Estados Unidos ha tenido repercusiones tanto en materia de seguridad como de comercio global. A ello se suman los cada vez más visibles efectos del cambio climático, ante los cuales Europa debe actuar con responsabilidad y visión a largo plazo: enfrentando catástrofes naturales y redefiniendo el impacto humano sobre el medio ambiente, el uso de recursos y la calidad de vida de las generaciones futuras. En este contexto, Polonia respondió a todos estos desafíos con un solo lema: “¡Seguridad, Europa!”.
Al asumir la Presidencia, Polonia era plenamente consciente de que no bastaba con organizar eficazmente reuniones y conciliar intereses. Sabíamos que las decisiones políticas que tomáramos repercutirían en el futuro de toda la comunidad europea. Fue también un momento excepcional en el calendario de la UE: el nuevo Parlamento Europeo abrió espacio a nuevas voces en el debate, y la Comisión definía sus prioridades. El mayor reto resultó ser mantener la unidad de la Unión y reforzar los mecanismos de toma de decisiones eficaces y consensuadas.
El pilar más importante de nuestra Presidencia fue la seguridad, entendida de forma multidimensional. Comprendimos que sin seguridad no puede haber estabilidad económica, y que sin una economía fuerte no es posible garantizar una seguridad duradera. Estos dos elementos se convirtieron en el eje de nuestra agenda.
Por iniciativa polaca, la seguridad y la competitividad fueron incorporadas tanto a las Conclusiones del Consejo Europeo como al plan de acción de la Comisión para los próximos años. Se lanzaron iniciativas concretas como el programa ReArm Europe Readiness 2030 y el Libro Blanco sobre Defensa. La UE adquirió nuevas herramientas complementarias a la OTAN y orientadas a fortalecer las capacidades de defensa de la Unión.
Se introdujo el mecanismo financiero SAFE (Security Action for Europe), que prevé 150.000 millones de euros en inversiones en el sector de Defensa, mediante préstamos garantizados por el presupuesto de la UE. Esto supone no solo un impulso para la industria, sino una respuesta real a las amenazas crecientes y un paso hacia una mayor autonomía estratégica europea. Además, el escudo “Tarcza Wschód”, desarrollado en Polonia, fue reconocido como proyecto prioritario de seguridad, sujeto al apoyo de la UE e incluido en el Libro Blanco de la Comisión como parte de las capacidades críticas.
No nos limitamos a las acciones dentro de la UE. Polonia impulsó nuevas asociaciones estratégicas con el Reino Unido y Canadá, reforzando los vínculos transatlánticos y la capacidad de respuesta conjunta ante desafíos globales.
Polonia logró mantener el compromiso europeo con Ucrania. Como resultado de nuestra actividad, se aprobaron dos nuevos paquetes de sanciones contra Rusia, que incluyeron sectores como la energía y los bienes de doble uso. El número de barcos de la “flota en la sombra” rusa ascendió a 345, lo que confirma la eficacia de nuestras acciones. El formato europeo de cooperación Big 5 -en el que España también tiene un papel relevante- es un foro esencial para debatir el futuro de Ucrania como parte de la familia europea. Como afirmó el ministro Albares: “Europa es más necesaria que nunca. Debemos actuar para garantizar nuestra seguridad”. Porque apoyar a Ucrania no es sólo un acto de solidaridad y defensa de la libertad, sino también una inversión en la seguridad del continente y en la protección de nuestro modelo de vida europeo.
En el ámbito económico, nos centramos en la desregulación y la culminación del mercado único, la reducción de los precios de la energía y el apoyo a las industrias electrointensivas. Iniciativas como la Brújula de Competitividad o el Pacto para una Industria Limpia reflejan estos esfuerzos. Conseguimos suavizar numerosas normativas, desde el desplazamiento de trabajadores hasta los derechos de los pasajeros aéreos o las condiciones laborales de los becarios. Demostramos que la UE sabe cuidar no sólo de las normas, sino también de las personas. Logramos el respaldo unánime de los Estados miembros para mejorar el entorno empresarial y aumentar la seguridad jurídica. Lo más importante es que alcanzamos compromisos que llevaban años esperando. No obstante, simplificar el Derecho europeo es una tarea continua, por lo que hemos trasladado este objetivo a la Presidencia danesa.
En el plano europeo, Polonia también promovió una mayor cohesión y solidaridad entre Estados. Fue especialmente importante el apoyo a las regiones, no sólo en Polonia, sino también en países como España, donde los gobiernos regionales gozan de amplia autonomía. Este enfoque se reflejó en acciones a favor de la transición ecológica, la lucha contra la exclusión social y la recuperación económica.
En materia de ampliación, conseguimos poner en marcha instrumentos especiales de apoyo a las reformas en Moldavia y avanzar en las negociaciones con Albania y Montenegro.
A propuesta de Polonia, la UE abordó la necesidad de redefinir su política migratoria desde la perspectiva de la seguridad. Se reconoció que la migración ilegal constituye una amenaza híbrida. Se aprobaron nuevas normas sobre el sistema de retornos y se reforzó el sistema de visados europeo. El objetivo era claro: que ningún país -europeo o no europeo- abuse del derecho de asilo, especialmente ante la instrumentalización de la migración y su traslado al ciberespacio. Otro avance importante fue la elaboración del EU Cyber Blueprint, un plan para mejorar la respuesta ante crisis de ciberseguridad en Europa.
Cabe destacar también que, a propuesta de España, la Presidencia polaca incluyó en la agenda europea la cuestión del reconocimiento de las lenguas regionales (catalán, euskera y gallego) como oficiales de la UE. Dado que algunos Estados miembros aún tienen dudas jurídicas y prácticas, confiamos en que este asunto se retome bajo la presidencia danesa.
El mayor logro de la presidencia polaca fue situar la seguridad en el centro de las prioridades de la UE. Convencimos a nuestros socios de que Europa puede -y debe- ser el lugar más seguro del mundo, y que ha llegado el momento de asumir la responsabilidad de su defensa y construir las bases de una resiliencia duradera. No solo reforzamos la agenda de la Unión, sino también nuestra posición como país capaz de unir a otros en torno a objetivos comunes.
La Presidencia polaca dio un rumbo estratégico claro a Europa. Reconocimos que la seguridad -militar, social, económica o energética- es el pilar fundamental. El mercado único, la competitividad en innovación y tecnología y el comercio sólo son sostenibles cuando están respaldados por los valores y la solidaridad. Y es esta conciencia la que puede convertirse en el mejor legado de nuestra Presidencia.
En un momento en que el continente enfrenta desafíos globales y transformaciones profundas, la Presidencia polaca simbolizó el poder de los principios comunes y la fuerza de una Europa unida, capaz de mirar al futuro con esperanza, construyendo puentes y reforzando la voz europea en el mundo.