<h6><strong>Eduardo González</strong></h6> <h4><strong>Este próximo otoño se cumplen cincuenta años de la Marcha Verde, un espectacular baño de multitudes organizado por el rey de Marruecos Hassán II para hacerse con el control sobre el entonces Sáhara Español. </strong></h4> La Marcha Verde fue, sobre todo, una maniobra particularmente hábil de un monarca, Hassan II, que supo jugar en todo tiempo con los tiempos y aprovecharse del marasmo político que se vivía en España por la agonía de un dictador, Francisco Franco, cuya carrera como militar y político había comenzado, precisamente, en el norte de África. En 1974, España anunció solemnemente su intención de celebrar un referéndum de autodeterminación en el Sáhara para poner fin a un contencioso que había comenzado en 1955, con la entrada del país en la ONU y con la aceptación, más que forzada, de los principios del organismo internacional en materia de descolonización. La presión de la ONU a lo largo de los años sesenta había obligado a España a aceptar una breve fase de autonomía para su provincia y a fijar para 1975 la celebración del referéndum de autodeterminación. En ese tiempo, una parte de los saharauis decidió tomar las armas y constituir, en mayo de 1973, el Frente para la Liberación de Saguia el Hamra y Río de Oro (Frente Polisario), liderado por Mustafá Sayed. En ese contexto, y a sabiendas de que tenía muy pocas posibilidades de ganar el referéndum, Hassan II decidió acudir a la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya, máxima instancia judicial de Naciones Unidas, para reclamar la soberanía sobre este territorio de 266.000 kilómetros cuadrados, rico en minerales y pesca y en poder de España desde el siglo XIX. La resolución de la CIJ fue emitida el 16 de octubre con unos argumentos concluyentes: en el momento de la colonización por parte de España, el Sáhara no era de ninguna manera un “territorio sin dueño” y, aunque existían ciertos vínculos de subordinación y de derechos sobre tierras entre algunas tribus saharauis y el sultán de Marruecos, no existían vínculos de soberanía entre el Sáhara Occidental y Marruecos, por lo que, en conclusión, se debía celebrar el referéndum. Hassan II, como tantas otras veces, se quedó con la parte de los “ciertos vínculos de subordinación” para reclamar que, de acuerdo con la CIJ, el Sáhara Occidental era marroquí “desde la noche de los tiempos”. Ese mismo 16 de octubre, el monarca alauí anunció, en un mensaje por radio y televisión, su intención de organizar una marcha pacífica formada por 350.000 marroquíes, hombres y mujeres, para “recuperar” el territorio. “Yo seré el primero que se inscriba en la lista de voluntarios”, aseguró. Los “peregrinos” sólo llevarían un arma, el Corán, añadió, no sin aclarar que, en caso de encontrarse con “elementos extranjeros, que no sean españoles”, los marroquíes ejercerían su derecho a defenderse “sin detener por ello la marcha”, una advertencia que daba a entender que llevaban otras armas aparte del libro sagrado del Islam. <h5><strong>La Marcha Verde</strong></h5> Por esas mismas fechas, la postura española fue modificándose poco a poco, y con ello el nombre y el rango de los interlocutores de la dictadura española ante la monarquía marroquí. Apartado del negocio el ministro de Exteriores, Pedro Cortina Mauri, y con ello su intransigente postura en favor del referéndum, la representación de Franco ante Hassan II pasó a recaer en el entonces príncipe Juan Carlos y en el ministro del Movimiento Nacional, José Solís. El príncipe Juan Carlos visitó El Aaiún el 2 de noviembre para tranquilizar a los militares españoles y a los saharauis. El día 4 de noviembre de 1975, la VIII Bandera de la Legión Española, destinada en la entonces provincia del Sáhara Español, recibió la orden de desplegarse en la frontera e intentar detener “la invasión enemiga”. Se había puesto en marcha la llamada Operación Contra Marabunta, para cuya aplicación los legionarios dispusieron campos de minas y barreras de artillería con la misión de abrir fuego en caso de amenaza. Al día siguiente, Hassan II anunció el inicio de Al Masira, la Marcha Verde, y el 6 de noviembre, 350.000 civiles y 25.000 soldados marroquíes se concentraron en la región de Tarfaya, en el extremo sur de Marruecos, y penetraron pacíficamente hasta 12 kilómetros en territorio saharaui, blandiendo banderas rojas y verdes y liderados por el entonces primer ministro y cuñado del rey, Ahmed Osman. Marruecos no solo desoyó completamente la petición del Consejo de Seguridad de la ONU para que pusiera fin a “la invasión”, sino que, el mismo 6 de noviembre, dio a entender que, en caso de necesidad, las Fuerzas Reales Armadas podrían actuar militarmente, “pudiendo llegarse a una situación de beligerancia entre España y Marruecos”. El Ejército español, con todo su despliegue, no sólo no opuso resistencia, sino que al día siguiente. el Gobierno de Francisco Franco (al que le quedaban dos semanas de vida) anunció su decisión de negociar la entrega a Marruecos la administración del territorio. El 8 de noviembre, el ministro de la Presidencia se entrevistó con Hassan II y el 9 de noviembre el rey alauí ordenó el repliegue de la Marcha Verde. El 10 de noviembre, la Marcha Verde inició su regreso y cuatro días después, el 14 de noviembre de 1975, España firmó los Acuerdos Tripartitos de Madrid, por los que entregaba el control territorial (que no la soberanía) a Marruecos y Mauritania. El órdago de Hassan II había dado sus frutos. <h5><strong>Los Acuerdos de Madrid, el fin de la colonia y el nacimiento de la RASD</strong></h5> En cumplimiento de los Acuerdos de Madrid, en la noche de 26 de febrero de 1976, España puso fin a su presencia colonial en el Sahara. Aunque aquellas negociaciones habían introducido a Mauritania como tercero en la partida, realmente allanaron el camino para que Marruecos se hiciera en agosto de 1979, de forma definitiva, con todo el territorio. El 27 de febrero de 1976, el Frente Polisario proclamó la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), reconocida en noviembre de 1984 por la mayoría de países de la Organización para la Unidad Africana (OUA). A partir de entonces comenzó el éxodo de grandes cantidades de refugiados saharauis, que se establecieron en campamentos en la desértica región argelina de Tinduf. <h5><strong>50 años después: el volantazo de Pedro Sánchez</strong></h5> Transcurrido medio siglo desde estos acontecimientos, la situación en el Sáhara Occidental continúa estancada. La soberanía de Marruecos aún no ha sido reconocida por la comunidad internacional, pero el derecho de autodeterminación se ha visto eternamente incumplido a pesar de las resoluciones de la ONU. Por si fuera poco, en marzo de 2022, el Gobierno español tomó la inédita e inesperada decisión de avalar el plan marroquí de autonomía para el Sáhara Occidental, por considerarla “la base más seria, creíble y realista para la resolución de este diferendo”, según escribió el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en una carta a Mohamed VI. Aquel “giro histórico”, que modificaba radicalmente la posición de España respecto a su antigua colonia y que fue rechazado por todo el resto del arco parlamentario, incluidos los socios de gobierno´, permitió superar una gravísima crisis diplomática con Marruecos y condujo a la celebración, el 7 de abril, de un encuentro en Rabat entre el jefe del Ejecutivo y el Rey marroquí en el que se adoptó la hoja de ruta que habría de marcar la nueva etapa de las relaciones bilaterales.