Alberto Rubio
Director de The Diplomat in Spain
Se cumplen ahora seis meses desde que Shavkat Mirziyoyev asumió la Presidencia de Uzbekistán, tras las elecciones celebradas el pasado 4 de diciembre. Y en estos 180 días ya se empiezan a vislumbrar cambios respecto a la etapa de su antecesor y mentor, el fallecido Islam Karimov.
Mirziyoyev es fundamentalmente un político pragmático. No ha roto con el pasado porque ni debía ni quería hacerlo. Habiendo sido parte activa, y fundamental, del gobierno de Karimov, el actual presidente tenía que mantener la ruta que facilitó al Uzbekistán post-soviético una salida sin tensiones hacia una incipiente economía de mercado y un sistema democrático que, si bien todavía imperfecto, ha permitido celebrar unas elecciones multipartidistas limpias y sin incidentes.
Desde este punto de vista, Mirziyoyev ha conseguido su primer objetivo y probablemente el más importante a corto plazo: mantener la estabilidad del país. Pero además, los pasos dados desde su elección van revelando que sobre esa continuidad se propone construir un país con mejores mecanismos democráticos y económicos.
Su primera medida, apenas dos semanas después de tomar posesión, fue crear las “recepciones públicas del presidente”. Es decir, los ciudadanos y las entidades pueden ya dirigirse a la oficina del presidente, física o virtualmente, para exponer sus peticiones. Puede parecer mera cosmética, pero en un país acostumbrado secularmente al “ordeno y mando”, ésta es una iniciativa casi revolucionaria.
En el ámbito económico, las medidas que se anuncian tienen también una importante proyección de futuro. La estrategia de desarrollo 2017-2021 contempla un decidido apoyo al sector privado y a las inversiones extranjeras. Para ello, se han creado 7 zonas económicas en diferentes regiones bajo un único régimen legal y se ofrece a los inversores rebajas fiscales escalonadas que pueden superar el 50% en el caso de inversiones a largo plazo.
Crear un sector turístico moderno, aprovechando el gran potencial que tiene Uzbekistán es otra de las medidas económicas cuyo objetivo, en resumen, es ambicioso: doblar el PIB del país en 2030.
No obstante, el gran reto del gobierno uzbeko para atraer inversores es llevar a cabo una reforma de su política monetaria que permita a los capitalistas extranjeros repatriar sus beneficios, al menos en parte.
Estas medidas económicas necesitan al mismo tiempo un gran paquete imprescindible de reformas institucionales. Y eso también estaba previsto en los planes de Mirziyoyev. La reforma de la Administración y de los servicios sociales fueron también anunciadas en diciembre y se espera ver sus resultados en breve, sobre todo en la nueva legislación contra la corrupción y la reforma del sistema judicial.
La senda emprendida, paso a paso, por el presidente uzbeko no es fácil y no será extraño asistir a momentos de crisis. Pero lo que subraya es la voluntad, no sólo de Mirziyoyev sino de todo el país, de superar definitivamente su etapa de autarquía para ingresar en una economía de mercado globalizada. En ella, Uzbekistán tiene mucho que ganar. Por eso ha dado pasos cortos pero seguros en estos seis meses.
07/06/2017. © Todos los derechos reservados