José Manuel Corrales
Profesor de Economía y Empresa de la Universidad Europea
Ucrania anunció esta semana la suspensión por causas de fuerza mayor en la utilización de un gaseoducto ruso que distribuye gas a Europa. El Operador del Sistema de Transmisión de Gas ucraniano ha alegado razones de seguridad y ha afirmado que la violencia del Ejército ruso en tierras ucranianas está impidiendo la estabilidad normal del sistema de distribución del gas.
Es la primera vez desde el inicio del conflicto bélico que se interrumpen los flujos de gas ruso que entran en Europa vía Ucrania, lo que supone una amenaza real en el suministro energético. Esta paralización que se ha producido en la estación de Novopskov –región ucraniana de Lugansk, en el área de Donbás– puede comprometer hasta un tercio del suministro total que transita destino a Europa desde Rusia, reduciéndose en 24 millones de metros cúbicos en un solo día (pasando de 96 millones de metros cúbicos suministrados el martes 10 de mayo a descender a 72 millones de metros cúbicos el miércoles 11 de mayo).
El gasoducto Yamal-Europa, que transcurre por Bielorrusia y por Polonia, tiene una capacidad anual de transporte de gas de 33.000 millones de metros cúbicos. Esta capacidad es inferior a los 55.000 millones de metros cúbicos que se bombean a través del gasoducto Nord Stream 1, principal afectado por el corte anunciado esta semana, que conecta directamente Rusia y Alemania.
El Gobierno de Ucrania ha culpado a Putin de la decisión, alegando que no pueden garantizar la operatividad del gasoducto reclamando que se desvíe el suministro a otro punto de tránsito, aunque la empresa gasista rusa Gazprom ya lo ha rechazado por ser supuestamente imposible.
Mientras Ucrania anuncia estos cortes de suministro, países europeos como Bélgica han aumentado al doble el envío de gas natural licuado para evitar su desabastecimiento, ya que las instalaciones de almacenamiento en la UE actualmente están solo a un tercio de su capacidad. Hay que destacar que más del 41% del gas natural que se consume en la UE proviene de Rusia, siendo además su principal proveedor de crudo y combustibles fósiles.
La situación ha añadido tensión a unos mercados ya excitados desde el comienzo de la guerra, especialmente desde el 27 de abril cuando Rusia cerró el grifo del gas a Bulgaria y Polonia porque no habían pagado en rublos (el 54,8% del gas que consumía Polonia es ruso, y en Bulgaria asciende al 80%), y así hemos visto como el precio del gas natural en el mercado holandés ha aumentado más del 10% sólo en diez días de mayo.
Como la Unión Europea ya ha prohibido la importación de carbón ruso, lo siguiente en la lista de sanciones y restricciones sería el petróleo ruso (si el aliado húngaro Orban lo permite) y lo último seria el gas. Pero países europeos como Alemania y Austria, no están preparados para poner fin a la dependencia del gas ruso, lo cual hace muy difícil una posición común.
Rusia y Ucrania están trasladando al campo económico el conflicto bélico en una guerra hibrida. Rusia, además de intensificar su invasión en el sur y el este de Ucrania con el cierre del grifo del gas a Polonia y Bulgaria y sus operaciones militares en las infraestructuras de suministro energético, está lanzando un claro órdago a la Unión Europea.
El conflicto bélico en Ucrania ya ha afectado de forma significativa a la economía europea, con dinámicas inflacionistas en los mercados, incrementos de precios de la energía, y fuertes afecciones en la cadena de distribución.
Afortunadamente, se ha implementado la excepcionalidad ibérica acordada, que va a permitir a España y Portugal topar los precios de gas, a una media de 50 euros por megavatio/hora durante los próximos 12 meses. Además de rebajar la factura de la electricidad, la medida contribuirá también a reducir la inflación, teniendo un efecto positivo en cadena sobre el conjunto de la economía. El acuerdo puede reducir aproximadamente un 30% la factura eléctrica para un consumidor medio de la tarifa regulada.
Con el corte de suministro, Rusia está chantajeando a la UE con una violación de los contratos, que intenta imponer un plan irregular de pago en rublos a través de terceras personas sin garantizar claramente los suministros. En el corto plazo el gas licuado no es una alternativa para sustituir de forma total el suministro del gas ruso, aunque si puede ayudar a aliviar parcialmente la dependencia energética europea.
Estos anuncios de corte de suministro energéticos intensificarán el retroceso en la confianza de las empresas y los consumidores europeos. La gasolina, la electricidad y otras materias primas ya han alcanzado máximos históricos en estos 80 días de guerra. Ahora los precios del gas y del petróleo parecen estabilizarse, pero en niveles más altos que antes de la invasión, lo que ha supuesto un rotundo incremento en la carestía de la vida. Esta situación va a suponer un lastre en la recuperación económica y las previsiones de crecimiento han sido revisadas a la baja. Es probable que el próximo invierno sea muy duro y cruento, con posibles racionamientos en las calefacciones de los hogares y en la producción industrial europea.
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