Pedro González
Periodista
Mientras el ultraizquierdista Jean-Luc Mélenchon termina de armar una Unión Popular de la Izquierda para las elecciones legislativas del próximo mes de junio, el campo político favorable al reelegido presidente de la República Francesa, Emmanuel Macron, le da la réplica con una alianza confederal que llevaría por nombre Juntos (Ensemble). Se trataría en suma de que sobre el campo de batalla político-electoral los votantes se encontraran exclusivamente ante una nueva versión del viejo antagonismo izquierda-derecha, progresistas-conservadores, o soberanistas-europeístas.
Mélenchon, que no se resignó de buen grado a no haber sido el finalista que se opusiera a Macron en la segunda y decisiva vuelta de las recientes presidenciales, considera que tiene muchas posibilidades de alzarse con la victoria en las legislativas, lo que obligaría al presidente de la nación a nombrarle primer ministro y originar entonces un Gobierno de presumible cohabitación explosiva.
Mélenchon tiene en común con la extremista del lado opuesto, Marine Le Pen, que ambos se reclaman nacionalistas, defensores a ultranza de los más desfavorecidos, adalides de “lo social” y dispuestos a saltarse las reglas de la Unión Europea en aras supuestamente de un soberanismo superior al de la ciudadanía europea, muy similar por cierto al que tanto se critica en Gobiernos como los de Polonia y Hungría. La principal víctima del líder de la Francia Insumisa es el Partido Socialista, que ya en las últimas boqueadas se ha ofrecido a unirse a Mélenchon y a su casi consumada Unión Popular como último salvavidas. Valga como epitafio el que ya había escrito de antemano el expresidente François Hollande: “El Partido Socialista [si firma un acuerdo con Mélenchon] es que ha decidido desaparecer”.
Macron, en todo caso, no se ha tomado a broma la amenaza que supondría para su proyecto que las elecciones legislativas lastraran por sus resultados su proyecto europeísta, del que proclama sería también la mayor garantía de la prosperidad general, y en especial la de la propia Francia.
En consecuencia, y bajo la égida del secretario general de La República en Marcha (LREM), Stanislas Guérini, se está armando esa alianza denominada Juntos, conformada además por otras dos formaciones de marcado carácter centrista: Horizontes (Horizons), liderada por el que fuera primer ministro del propio Macron, el alcalde de Le Havre, Édouard Philippe, y el Movimiento Demócrata (Modem) del veterano político François Bayrou, quizá el diputado que mejor y más tiempo ha surfeado en las procelosas aguas de la Asamblea Nacional francesa, desde que irrumpiera en ella en los primeros años ochenta del pasado siglo.
Otro cambio de calado, al menos de carácter emocional, es que LREM cambiará también de nombre. Recordemos que inicialmente el nombre del partido era simplemente En Marcha, cuyas iniciales correspondían también a las del entonces aspirante a presidir el país, Emmanuel Macron. Fue idea de su propia esposa, Brigitte. Luego se le antepondrían las letras LR, la República, para atemperar lo que algunos vieron como un prepotente egocentrismo presidencial.
Pues bien, para las legislativas el nuevo nombre también buscará enardecer e ilusionar a jóvenes y mayores a quienes los sondeos atribuyen bastante hartazgo de la política y los políticos. Así que el nuevo nombre elegido para la ocasión será Renaissance (Renacimiento).
En los acuerdos ya delineados para Juntos, Renacimiento se ha reservado 400 distritos electorales en exclusiva, dejando 58 para Horizontes y 109 para Modem. La alianza estipula por tanto que no se harán la competencia entre sí y que en cada distrito electoral solo habrá un único candidato bajo las siglas unitarias de Juntos.
Se supone que en el bando contrario, el de la Unión Popular de la izquierda, harán otro tanto, aunque Mélenchon está procediendo de momento a confeccionar una lista única, una vez que ya ha alcanzado acuerdos, puede decirse que de absoluta sumisión a su Francia Insumisa, con Europa Ecología Los Verdes (EELV), los jirones que aún quedan del Partido Comunista (PCF) y los restos del naufragio del Partido Socialista (PSF).
Los 577 escaños en juego se dirimirán también a dos vueltas, siendo innecesaria la segunda si algún candidato obtiene más del 50% de los sufragios en la primera. Con este esquema de alianzas aparece en medio y casi como árbitro con muchas posibilidades el Reagrupamiento Nacional (RN) de Marine Le Pen, que también aspira no sólo a consolidar su innegable avance de los comicios presidenciales, sino incluso a volver a imponerse a Mélenchon, aunque éste vaya arropado esta vez por formaciones que ni siquiera han podido recuperar los gastos electorales por no haber superado la barrera del 5% de los votos.
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