Pedro González
Periodista
Los electores franceses volvieron a votar con la cabeza en la segunda vuelta de las presidenciales, una vez que ya lo hicieron con las vísceras en la primera, y dieron su confianza a Emmanuel Macron para un nuevo mandato de cinco años en el Palacio del Elíseo. Su triunfo sobre la candidata nacionalpopulista Marine Le Pen evidencia la fractura del país, donde todo el paisaje humano que lo compone ha sufrido una profunda transformación.
El antagonismo estabilidad-incertidumbre; ricos-pobres; ciudad-campo; cultos-analfabetos (siquiera sea digitales); funcionarios de plaza e ingresos fijos-obreros en paro y sin perspectivas, dibuja los grandes trazos de la fractura, que el reconducido presidente tendrá que sanar y suturar.
Respira el conjunto de la Unión Europea, para la que la aportación de Francia al gigantesco proyecto de construcción es sencillamente fundamental, tanto que de haber triunfado Le Pen y haber implantado consiguientemente su programa, la UE habría pasado definitivamente a la historia como un gran sueño lamentablemente frustrado.
Sin embargo, si se hacía imperiosa la victoria de Macron en estas elecciones, ésta no era más que la condición sine qua non para abordar la que va a ser una tarea verdaderamente ciclópea. Y el primer paso será comprobar en las elecciones legislativas del próximo junio, auténtica tercera vuelta de estos comicios presidenciales, hasta dónde llega el populismo instalado a ambos lados del centrismo liberal de Macron. Porque, tanto a la derecha como a la izquierda de La República en Marcha (LRM) han desaparecido los partidos que garantizaban la moderación y la alternancia, tanto Los Republicanos (LR) como el Partido Socialista (PSF).
De ambos extremos radicales ahora en auge, el dirigente de la Francia Insumisa Jean-Luc Mélenchon aspira incluso a ganar las elecciones legislativas, hasta el punto de haber advertido a Macron de que en tal caso le exigirá ser nombrado primer ministro. Sería un escenario de confrontación insostenible, no por suponer una cohabitación presidente-primer ministro, cuyo tormentoso antecedente con François Mitterrand y Jacques Chirac sería contemplado ahora como una balsa de aceite y no se parecería en nada al hipotético entre Macron y Mélenchon, tal es el abismo sobre cuestiones esenciales que separa los proyectos de ambos, empezando por el de la UE, ya que en este capítulo el insumiso tiene los mismos deseos que Le Pen de reventarla.
Putin, el otro perdedor en los comicios de Francia
Macron tiene poco tiempo para emprender su programa de reformas aplazadas o a medio hacer, pero ante todo dispone de apenas mes y medio para convencer, siquiera sea a los que le han votado ahora con la nariz tapada o conforme a la teoría del menor daño posible, de que puede abrirles de verdad una puerta a la esperanza. No será fácil en absoluto, ya que incluso un pueblo tan racionalista como el francés, se ha instalado en una especie de eterno descontento (la malaise), una queja constante que además actúa como barrera ante los intentos de modernizar estructuras e instituciones.
Resulta sencillo exacerbar los ánimos del más rancio nacionalismo apelando a glorias y grandezas pasadas, y señalando al extranjero o al inmigrante como el obstáculo que impide la reedición de esplendores imperiales. Es por ello que Macron habrá de hacer gala de sus acreditadas dotes de persuasión para conformar un equipo con lo más valioso y aprovechable de los finiquitados socialismo y neogaullismo, y demostrar efectivamente que Francia será europea y motor imprescindible de la UE o no será.
Además de la derrota de Le Pen también hay que registrar otro perdedor en los comicios de las presidenciales francesas. Es Vladimir Putin, el presidente ruso, que no ha logrado meter en el Elíseo a la que a todas luces iba a ser su caballo de Troya para dinamitar la UE, cuyos Veintisiete integrantes van tomando cada vez más conciencia de que la voluntad imperialista del Kremlin no se conformaría con el Donbass y toda la franja sur de Ucrania, ni siquiera con imponer su dictatorial y criminal voluntad sobre la ya arrasada y martirizada Ucrania.
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