Un nuevo epicentro migratorio en el Sahel
La inestabilidad en África Occidental ha convertido a la región en un punto neurálgico de los flujos migratorios hacia Europa. Con la crisis de seguridad en el Sahel, el ascenso de juntas militares y el avance del terrorismo yihadista, Mauritania emerge como la nueva vía de escape para miles de migrantes que intentan alcanzar España, principalmente a través de las Islas Canarias. Este fenómeno no es nuevo, pero la intensidad y las condiciones en las que se produce han cambiado drásticamente.
España, por su posición geográfica y su relación histórica con la región, enfrenta un reto creciente. La política migratoria europea, cada vez más orientada hacia la externalización del control de fronteras, pone a Madrid en la tesitura de gestionar la presión sobre las islas y reforzar su cooperación con países de origen y tránsito. Sin embargo, la clave no radica solo en el control, sino en entender las raíces profundas de este éxodo masivo.
Factores de expulsión: violencia, inestabilidad y colapso económico
En la frontera entre Mali, Burkina Faso y Níger se ha instalado una de las zonas más inestables del mundo. Los ataques de grupos vinculados al Estado Islámico y Al Qaeda han obligado a millones de personas a desplazarse internamente o a huir hacia países más seguros como Mauritania y Senegal. Según el Instituto de Estudios de Seguridad (ISS), el deterioro de la gobernanza en estos países, sumado a la retirada de tropas occidentales y la creciente influencia de actores como Rusia a través del Grupo Wagner, ha dejado un vacío de poder que fomenta el caos.
El otro gran catalizador de la migración es el colapso económico. La Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO) se encuentra fragmentada, con golpes de Estado en Níger, Mali, Guinea y Burkina Faso que han llevado a sanciones internacionales y al aislamiento de estos países. La pérdida de acceso a mercados regionales y el declive de sectores clave como la agricultura han empujado a miles de personas a buscar alternativas fuera del continente.
España en la encrucijada: control o cooperación
Desde la crisis migratoria de 2006, España ha apostado por una estrategia de cooperación con los países de origen y tránsito, enviando ayuda al desarrollo y reforzando la colaboración policial para frenar las salidas. No obstante, la magnitud del problema actual pone en cuestión la eficacia de esta política.
El auge de Mauritania como punto de partida de cayucos hacia Canarias demuestra que los flujos migratorios buscan constantemente rutas alternativas. Según el analista Olivier Guitta, director de GlobalStrat, la estrategia de la UE basada en financiar a gobiernos africanos para que contengan la migración está alcanzando su límite: “El problema es que muchos de estos Estados son frágiles y, en algunos casos, corruptos. El dinero europeo no siempre se traduce en un control efectivo”.
España debe decidir si sigue apostando por la externalización de fronteras o si adopta un enfoque más ambicioso de cooperación estructural. Esto implicaría inversiones más profundas en el desarrollo económico africano, apoyo a la estabilización política y una diplomacia más activa en la región.
¿Qué puede hacer Europa?
Bruselas ha entendido que el Sahel es un polvorín que afecta directamente a su seguridad y estabilidad. Sin embargo, la política migratoria de la UE sigue anclada en acuerdos bilaterales de control fronterizo, como el firmado recientemente con Túnez, que ha demostrado ser frágil e ineficaz.
Analistas como Andrew Lebovich, investigador del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR), han advertido de que la falta de una estrategia global para África Occidental está condenando a Europa a gestionar crisis en lugar de prevenirlas. “La UE no puede limitarse a reaccionar. Es necesario un enfoque de seguridad integral que combine control migratorio con inversión en estabilidad política y económica”, sostiene Lebovich.
En este sentido, España debería liderar un cambio en la estrategia europea, apostando por un mayor compromiso con el desarrollo del Sahel y una política migratoria más realista. Las fronteras no pueden blindarse indefinidamente, y el futuro pasa por una colaboración más estrecha con los países africanos, no solo para frenar la migración, sino para ofrecer alternativas a quienes hoy no ven más opción que huir.
El futuro de África: entre la cooperación y el éxodo
El destino de África Occidental en los próximos años dependerá de la capacidad de la comunidad internacional para abordar los problemas estructurales de la región. La migración masiva es solo un síntoma de un mal mayor: la falta de oportunidades y la inseguridad.
Si la tendencia actual continúa, España y la UE seguirán enfrentando crisis migratorias recurrentes, con un coste humanitario y político creciente. Pero si se apuesta por una estrategia de cooperación a largo plazo, la región podría estabilizarse y convertirse en un socio económico en lugar de una fuente inagotable de crisis.
La pregunta es si Europa, y en particular España, están dispuestas a asumir este reto con visión de futuro o si seguirán atrapadas en la lógica del cierre de fronteras. La respuesta determinará no solo el rumbo de la migración africana, sino también el papel de España en la geopolítica del siglo XXI.