Desde mañana y hasta el próximo 18 de mayo, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, junto con el Ayuntamiento de Madrid, presenta la exposición Aguafortistas, organizada por la Calcografía Nacional.
Atraídos por la práctica del aguafuerte, los artistas del último tercio del siglo XIX y primer cuarto del XX inauguraron una nueva era para la estampa. La exposición Aguafortistas, formada por sesenta y seis obras muy representativas de destacados pintores-grabadores, responde al empeño de la Calcografía Nacional por ampliar el conocimiento de sus colecciones, difundir el arte del grabado y, específicamente, por mostrar un importante capítulo de la historia de la estampa española en el cambio de siglo.
El grabado académico en talla dulce perdió su hegemonía a partir de la segunda mitad del siglo XIX como procedimiento de reproducción ante el empuje y avance de la litografía, la xilografía y la fotografía.
El resurgir del aguafuerte puso de manifiesto la debilidad del buril para reproducir pinturas. En la década de 1870 se impuso el grabado de interpretación, que asumía una mayor distancia respecto del cuadro y buscaba efectos pictóricos adaptando las manchas de color a los recursos plásticos que proporcionaba el aguafuerte. Ya no se buscaba una copia exacta de la pintura, lo que evitaba entrar en competencia directa con la fotografía. Las figuras principales de esta corriente fueron Ricardo de los Ríos y, sobre todo, Bartolomé Maura, promotor de la sociedad de artistas que publicó la colección de estampas titulada El grabador al aguafuerte.
En la difusión del aguafuerte de creación en España tuvo una participación determinante el paisajista de origen belga Carlos de Haes. La unión de paisaje y aguafuerte constituyó una de las constantes del grabado español en el último tercio del siglo XIX en el que destacaron el propio Haes y sus discípulos Agustín Lhardy, Juan Espina y Tomás Campuzano.