José Antonio Gurpegui
Director del Instituto Franklin-UAH
El colorido de los fuegos artificiales se ha desvanecido, los músicos viajan en autobús rumbo a sus cuarteles de invierno, un escuadrón de operarios se afana para devolver a Washington el habitual aspecto capitalino limpio de confeti y serpentinas… El nuevo —o viejo— rey ya reina en su castillo blanco. ¿Y ahora qué?
Los resultados de las elecciones norteamericanas del 5 de noviembre del pasado año reflejan, más allá de la letra pequeña —que la tiene—, una incontestable victoria del candidato republicano Donald Trump. No logro recordar un solo presidente de Estados Unidos con el poder del actual, y no me refiero a la mayoría de los votos en ambas cámaras —eso lo han tenido muchos otros—, sino al control de la voluntad de quienes emiten esos votos carentes de la tradicional autonomía de decisión. Además, gobierna las estructuras del Partido Republicano como nadie antes y hay mayoría de jueces en el Tribunal Supremo afines a sus propuestas de índole social. El suma y sigue continúa con el incondicional apoyo que le prestan las grandes corporaciones que controlan los medios de comunicación tradicionales y alternativos, y el desconcierto de los demócratas, todavía lamiéndose las heridas y tan confusos como desorientados por lo ocurrido.
Este es el zeitgeist, el espíritu del momento en que se ha producido la toma de posesión del 47 presidente de los Estados Unidos.
La ceremonia resultó ciertamente atípica no solo por el emplazamiento —debido al frío se desarrolló en la rotonda del Capitolio en vez de la terraza exterior—, o porque en su ego infinito Trump olvidara poner la mano sobre la Biblia —algo que no es obligatorio a diferencia de la fórmula de aceptación que sí lo es— sino por la total carencia de pudor —incluso me atrevería a decir de educación— del protagonista tanto en la ceremonia como en los eventos que rodearon tal acontecimiento. A estas alturas poco o nada debiera sorprendernos del actual mandatario, pero incluso los gestos contenidos de Hillary Clinton revelaban el estupor ante el espectáculo que estaba viviendo en directo. Utilizo el término “espectáculo” en su acepción literal, pues el discurso tanto en el tono como por el contenido poco tenía de la institucionalidad requerida para un acontecimiento histórico o del obligado decoro orgánico propio de tan solemne acto; sí tuvo mucho, por el contrario, de populismo barato carente de la mínima caballerosidad y respeto.
Durante el discurso oficial profirió toda una serie de maniqueas valoraciones del gobierno saliente con el agravante de la mala educación estando presentes el presidente y la vicepresidenta cesantes a quienes calificó poco menos que de traidores pues el mandato que ahora se inicia pretende “revertir completa y totalmente una horrible traición” y proclamó que ese 20 de enero de 2025 era “para los ciudadanos estadounidenses… el Día de la Liberación”. Según Trump el gobierno anterior no sabía “gestionar ni siquiera una simple crisis en casa”, además “proporciona santuario y protección a peligrosos delincuentes” y, por último, “ha dado financiación ilimitada a la defensa de las fronteras extranjeras, pero se niega a defender […] a su propio pueblo”.
Afirmó en su discurso que “la edad de oro de Estados Unidos comienza ahora mismo”, así como “la completa restauración de América” que llevará al país “a nuevas cotas de victoria y de éxito” y conformará, ahí es nada, “los cuatro mejores años en la historia de Estados Unidos”.
No podía ser menos, pues la nación americana dispone de un presidente tocado por la mano de Dios para llevar a cabo tal cometido. El atentado sufrido en Pensilvania durante la campaña electoral es prueba irrefutable de que “Dios me salvó para hacer a Estados Unidos grande de nuevo”. Me pregunto si ante tal aseveración debemos entender que es a Dios, ante quien debe rendir cuentas Trump por haberle salvado la vida, en vez de los ciudadanos norteamericanos que le han votado.
Los fastos del día continuaron en el Capital One Arena, con una delirante firma de órdenes ejecutivas. Pero eso y más será comentado en la próxima entrega.
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