RESUMEN
Defensa, comercio y energía serán previsiblemente los tres ejes en los que las relaciones entre la Unión Europea y Estados Unidos van a tener más motivos para estar sujetas a tensiones en la nueva etapa de Donald Trump en la Casa Blanca. El apoyo a Ucrania, el incremento de los aranceles o los desacuerdos sobre las medidas a adoptar para frenar el cambio climático marcarán al menos el próximo lustro de las relaciones transatlánticas.
Enrique Viguera
Basándonos en el precedente de la anterior presidencia de Trump y en sus mensajes electorales, se puede dar por hecho que las relaciones transatlánticas se van a ver tensionadas. Mas grave sería que, a la luz de la debilidad aparente de los gobiernos de Francia y Alemania y la preferencia bilateral de Trump, también se ponga en peligro el propio proceso de integración europeo, que ha estado perdiendo impulso en los últimos tiempos.
Me centraré en tres campos en los cuales la situación aparece complicada para Europa: el militar, el comercial y el energético. Es en el campo militar y particularmente en Ucrania en donde se puede plantear la primera gran desavenencia bilateral entre Europa y Estados Unidos, lo que puede crear un riesgo de fragmentación en la propia OTAN. Las declaraciones de que arreglaría el conflicto en 24 horas obligan a Trump a involucrarse en una solución al conflicto o, al menos, en un alto el fuego o armisticio. Mientras se espera a que Trump acceda al poder en enero, parece que ambos contendientes, Rusia y Ucrania, se preparan para las negociaciones tratando de ganar terreno en el campo de batalla. De ahí el recrudecimiento reciente de los combates.
A los europeos les hubiera gustado volver a ver a Mike Pompeo como Secretario de Estado. En su plan sobre Ucrania, el ex Secretario de Estado y jefe de la CIA durante el primer mandato de Trump proponía como armas de presión frente a Rusia una ayuda financiera masiva a Ucrania, y acelerar su candidatura a la OTAN. Pero no va a ser así porque Trump le ha descartado de su lista de colaboradores y ha propuesto para ese cargo a Marco Rubio, que votó en contra de la ayuda a Ucrania a principios de este año.
De manera que parece ganar más fuerza la visión más pro-rusa del futuro vicepresidente JD Vance, quien sugiere congelar el conflicto en su estado actual -Rusia ocupa un 18% del territorio, con unos 4 millones de habitantes-, y que Ucrania retire su candidatura a la OTAN y se convierta en neutral, sin conceder mayores garantías. Esta tentación de rebajar o eliminar la ayuda militar norteamericana y permitir concesiones territoriales al agresor, que ni la OTAN, ni el gobierno de Ucrania se han mostrado dispuestos a considerar, supondría una presión insoportable para Zelenski -difícilmente los europeos están en condiciones de sustituir totalmente la ayuda militar norteamericana a Ucrania- y traería un cambio radical en las nuevas circunstancias, con un indudable triunfo para Putin, sometiendo a una fuerte presión geoestratégica a Europa. Por ello, últimamente parece imponerse una vía más intermedia, preconizada por el general retirado Keith Kellog, ex Consejero de Seguridad Nacional del Vicepresidente Pence y Jefe de Gabinete del Consejo de Seguridad Nacional en la anterior Administración Trump, que será el próximo enviado especial para Ucrania (conjuntamente con el también ex Jefe de Gabinete del Consejo de Seguridad Nacional Fred Fleitz), al insistir en jugar con el rearme de Ucrania o el aumento de sus suministros militares, así como con su candidatura a la OTAN como instrumentos de presión contra ambos contendientes para forzarles a la mesa de negociación.
En defensa, está claro que, con independencia de lo que ocurra con Ucrania se espera un incremento notable del gasto militar en cada Estado europeo, aunque de forma más apremiante en los países más cercanos a Rusia. También se espera en la UE un incremento de su presupuesto en estas partidas, además de la prevista reducción de la redundancia de gastos, y la ampliación de la industria militar europea. El debate de la extensión del paraguas nuclear francés a la UE cobrará más brío como, de paso un estrechamiento de las relaciones militares de la UE con el Reino Unido. El papel de Alemania en todo esto, aunque se encuentre en medio de una grave crisis política, de nuevo, será fundamental.
En el frente comercial, parece que la Comisión ha estado barajando diferentes opciones para prevenir un primer movimiento hostil de Washington consistente en un incremento de aranceles. También el Consejo de Ministros de Asuntos Exteriores ha incluido el tema en su agenda ya en noviembre. A la vista de cómo está la industria automovilística europea en general y alemana en particular (otra vez Alemania, el país con el mayor superávit comercial con EE. UU. que es el mayor importador mundial de vehículos alemanes), el problema puede ser bastante serio. En el sector comercial, además, llueve sobre mojado, dado que los conflictos comerciales abiertos entre la UE y EE. UU. no solo no se han solucionado durante la presidencia de Biden, sino que han empeorado, como los aranceles americanos al acero y aluminio europeos, los subsidios al coche eléctrico en EE. UU., las posibles contramedidas europeas pendientes en diferentes expedientes comerciales, el conflicto Boeing/Airbus, etc.). Trump intensificará el proteccionismo, obligando a los europeos a aumentar todavía más sus inversiones directas en EE.UU. para no perder posiciones en ese mercado.
En el ámbito de la competencia podría surgir otra brecha si Trump apoya a las gigantescas empresas tecnológicas frente a lo que puede considerar excesivas presiones del sistema regulatorio europeo (multas a Apple y Meta, investigación sobre Google o X etc.). Habrá que ver cuál será su actitud ante los procedimientos abiertos en EEUU contra algunas de esas empresas (Google, por ejemplo), pero no hay que perder de vista el estrecho contacto de JD Vance con Silicon Valley y el repaldo de figuras como Musk, Thiel, Andriesen y otros, que podrían influir en la próxima administración. La principal instancia de cooperación transatlántica en este campo, el Trade and Technology Council creado en 2021, tendrá mucho trabajo.
En el sector energético, la falta de compromiso de la nueva administración con los objetivos climáticos mundiales podría alargar la transición energética. Esto obligaría a la UE a asumir mayor liderazgo, aumentando inversiones en terceros países. Sin embargo, en términos bilaterales, las relaciones energéticas podrían no deteriorarse, dada la creciente producción de gas en EE. UU. y el incremento de las importaciones europeas, con España como tercer mayor importador. Por otro lado, una posible reforma o supresión del IRA podría beneficiar a la industria renovable europea y contribuir a solucionar disputas comerciales.
En resumen, los planes de contingencia de la Comisión serán clave para tratar de minimizar los costes frente a la próxima administración norteamericana -para la que Europa ha dejado de ser la prioridad geoestratégica-. Por desgracia, Europa está mal preparada para afrontar un cambio tan radical en EE. UU. Es momento de actuar para proteger el proceso de integración europeo. Es necesario que la UE avance en su autonomía estratégica, tanto en defensa como en comercio y energía, dotándose de estrategias concretas para fortalecer su posición global.
ENRIQUE VIGUERA
Embajador de España
Nacido el 6 de abril de 1953, Enrique Viguera es Licenciado en Derecho por la Universidad de Sevilla e ingresó en la Carrera Diplomática en 1982. Estuvo destinado en Etiopía y Canadá y fue subdirector general de África Subsahariana, pero buena parte de su carrera la ha desarrollado en puestos relacionados con la Unión Europea. Así, estuvo destinado como consejero en la Representación permanente de España en Bruselas, fue subdirector General de Asuntos Generales para la UE y, posteriormente, entre 2004 y 2006 director general de Coordinación de Asuntos Generales y Técnicos de la UE y director general de Integración y Coordinación de Asuntos Generales y Económicos de la UE.
También ha sido embajador de España en Suecia (2006-2010), en Australia (2011-2015) y en Grecia (2017-2021), así como embajador en Misión Especial para Asuntos Energéticos. Entre 2015 y 2017 fue director de la Escuela Diplomática y, en febrero de 2023 fue ascendido a la categoría profesional de embajador.