<h6><strong>Ángel Collado</strong></h6> <h4><strong>La convalidación por el Congreso del decreto de la reforma laboral ha garantizado a Pedro Sánchez la estabilidad en el poder hasta el final de la legislatura, en diciembre de 2023.</strong></h4> Pese a la bronca por la votación y el nuevo golpe al prestigio de la Cámara que preside la fiel sanchista Meritxel Batet, <strong>el Gobierno sale reforzado con el ensayo de la geometría variable de sus apoyos parlamentarios</strong>. Incluso sin la ayuda de sus aliados fijos más independentistas como ERC y Bildu, el jefe del Ejecutivo saca adelante sus proyectos con la ayuda de los grupos minoritarios hasta ahora en la oposición como Ciudadanos. <strong>La jugada de la semana pasada fue perfecta en los términos del regate corto con que Sánchez ha hecho carrera política</strong>. Hizo oposición durante años con la promesa de derogar la legislación laboral aprobada por el Gobierno del PP en 2012, luego forjó la coalición socialcomunista que le llevó al poder en 2018 con esa misma promesa, a continuación, prometió a Bruselas mantener esa misma legislación para recibir las ayudas económicas y dictó un decreto (no hizo un proyecto de ley) para dejar por escrito su renuncia a la contrarreforma anunciada y acordada con la extrema izquierda y los independentistas. En el camino, el jefe del Ejecutivo <strong>se ha limitado a devolver poder a los sindicatos en los convenios sectoriales y aliviado a la gran patronal (la CEOE) de su pánico a volver a la legislación laboral de la anterior crisis económica.</strong> El decreto en forma de “reformita” con recortes en los contratos eventuales era un mal menor para los empresarios que dieron su visto bueno al texto, aunque a regañadientes, igual que las centrales sindicales. Pero<strong> el gran éxito de Sánchez</strong>, más allá de romper compromisos sin sufrir desgastes, <strong>es su capacidad de maniobra a la hora de recabar apoyos para esas mismas renuncias</strong>. Hace lo contrario de lo prometido a su electorado y a los partidos de extrema izquierda independentista gracias a los votos de los grupos regionalistas, provinciales de centro derecha y de centroizquierda (canarios, valencianos o turolenses) más Ciudadanos. Y, además, <strong>el mismo día que se consuma la ruptura del bloque parlamentario de su investidura los despechados (ERC y Bildu) ya le perdonan la traición y se citan para próximos proyectos.</strong> Pasado el trago de la reforma laboral, <strong>el resto de la legislatura se presenta cuesta abajo para Sánchez,</strong> al menos en el terreno estrictamente político. En los próximos cambios legislativos anunciados como la ley de vivienda podrá volcarse de nuevo hacia las posiciones más populistas o intervencionistas en lo económico de sus socios sin la vigilancia de la UE. En el próximo otoño, si las facturas de los mismos aliados independentistas suben en exceso o los socios podemitas insisten en disparar aún más el déficit público, al jefe del Ejecutivo le quedará el complicado recurso de recurrir de nuevo a Ciudadanos y los grupos regionalistas. O directamente la vía más sencilla, que sería prorrogar las cuentas vigentes para todo el ejercicio de 2023, el último año de la legislatura. <strong>El presidente del Gobierno tiene todas sus esperanzas puestas en llegar a la Presidencia española de la Unión Europea prevista para el segundo semestre del próximo año</strong>, justo al final de su mandato al frente del Ejecutivo. Tendrá que lidiar hasta entonces con la tarea de la recuperación económica que no acaba de arrancar y con la celebración en mayo de ese mismo ejercicio de las elecciones municipales y autonómicas que medirán el desgaste del PSOE y los avances de una oposición mayoritaria, el PP, con la tarea pendiente de reagrupar el voto del centro derecha para volver al poder. Sánchez tendrá dentro de año y medio, como presidente de turno de la UE,<strong> la mejor ocasión para su lucimiento personal</strong> en todo tipo de reuniones y comparecencias ante los medios de comunicación en las fechas previas a las elecciones generales. De ahí que insista siempre en que agotará la legislatura y ponga la fecha del fin de su mandato en 2024. De momento, saca sus planes adelante hasta cuando no tiene el apoyo de sus aliados fijos de extrema izquierda y los independentistas sin que el principal partido de la oposición, el PP, acierte a organizarse, e incluso facilite con sus errores los trámites parlamentarios de los decretos gubernamentales. <strong>Si el próximo domingo en las elecciones autonómicas de Castilla y León</strong> la victoria del PP se queda corta ante el ascenso de Vox y <strong>los de Pablo Casado pasan a depender de Vox, Sánchez verá abonado su argumentario base para los próximos comicios</strong>. Es el ya ensayado, aunque fracasado en Madrid, de que sólo él, con su mayoría progresista (que incluye en el ámbito nacional a comunistas, separatistas y herederos de ETA) puede impedir que la extrema derecha llegue al poder en España. <strong>La convalidación de la reforma laboral supone para Sánchez</strong> superar el último obstáculo legislativo para su particular forma de gobernar y<strong> poner las bases para aspirar a un nuevo mandato.</strong>