Néstor A. Laso
Abogado
Hace veintiún años comenzó mi vinculación con Colombia, inicialmente personal y después política, no ajena a exponer durante este tiempo tanto en medios españoles como colombianos, mis opiniones sobre lo que acaece en mi país de adopción.
La corrupción, el nepotismo y la relación política – negocios – narcotráfico, es habitual en Colombia. Corrupción, de momento presunta, que ha afectado y cuestionado recientemente a figuras del alto gobierno colombiano, que al parecer como el Arzobispo de Bogotá, Pedro Rubiano, dijo del expresidente de aquel país Ernesto Samper que tenía un elefante en el salón de su casa y no lo llegó a ver. Símil para referirse al parecer según medios colombianos a la presunta financiación electoral de su campaña por el narcotráfico. No obstante en su defensa esgrimo que quizá no atisbaron la presencia del elefante, solo depende de a dónde dirigían la mirada.
Sin la política o el narcotráfico no se entenderían algunas de las muchas fortunas económicas que existen en ese país, con apariencia de florecientes negocios.
Sospechoso es conocer que la campaña electoral de un congresista colombiano, en muchos casos, tiene un coste medio de tres mil millones de pesos y los salarios a percibir durante los cuatro años de legislatura, son de mil setecientos millones. Según esto, no tendrían para vivir.
Un congresista cafetero gana al cambio 8.000 euros mensuales mientras que el salario mínimo del 70% de la población trabajadora formal es poco más de 200 euros. Es decir cuarenta veces más. En España sólo seis veces. Mis lectores opinarán si eso que reciben los congresistas colombianos es propio de un país serio, que anteponga los intereses de los ciudadanos a los de sus representantes políticos. Salarios insultantes, en un país de altos niveles de pobreza, que por extensión perciben los altos funcionarios del país (magistrados de altas cortes, etc.), que por mandato constitucional no pueden ganar menos que los parlamentarios. Todos ellos millonarios por decreto a costa del sufrido pueblo colombiano y consentido por el actual Gobierno Duque.
Congresistas colombianos beneficiados con todo tipo de lucros auspiciados por el gobierno de turno, incluidos los famosos y nauseabundos “cupos indicativos“. Para que el lector español conozca, son porcentajes de comisiones habituales establecidas a favor de dichos parlamentarios por gestionar y conseguir ante el Estado inversiones para gobernaciones o alcaldías, normalmente correspondientes a su origen territorial. Muchas de ellas, todavía tienen instalado en sus territorios, el cartel de lo de próxima construcción de una carretera, o de un puente o acueducto, etc., a pesar de haber transcurrido muchos años y el camino de ganado y sus huecos, todavía ahí siguen, sin hacer la ansiada y ya cara, carretera. A buen entendedor pocas palabras bastan.
Curiosamente, las estadísticas del DANE, organismo estatal colombiano, dicen que Colombia apenas tiene un 13,7 % de desempleo, es decir menos que muchos avanzados países europeos.
Evidentemente esa tasa no es real, a pesar de que oficialmente se trate de hacer valer, ocultando la evidencia de que la informalidad laboral, también según dicho organismo estadístico referido, de lo que en España llamamos economía sumergida, está sobre el 50 % de la población en edad de trabajar.
El Gobierno Duque, que claramente traicionó e instrumentalizó para sus aspiraciones electorales a las bases uribistas, olvidándose después de las siglas con las que fue elegido, se alió y conformó su ejecutivo con ‘santistas’, amigos de Universidad o del BID donde trabajó y con políticos que llegaron a su gobierno, quienes según prensa colombiana presuntamente beneficiaron con contratos de miles de millones a familiares o a clanes empresariales. Otro de los casos de mayor repercusión es la expropiación de una empresa española vinculada al Canal de Isabel II de Madrid, para después enajenarla a empresarios locales, en una operación poco transparente según publican medios de comunicación españoles.
Algunos de estos políticos y negociantes o ambas cosas a la vez, incluidos empresarios reconocidos o magistrados corruptos, incluso tienen o han tenido suprimido su visado de entrada o están llamados en extradición por Estados Unidos, por origen cuestionable de sus fortunas en muchos de esos casos. Porque lo de la justicia corrupta colombiana, con el famoso Cartel de la Toga al frente, merece un estudio aparte, dado su elevado nivel de putrefacción a todos los niveles. Los fallos judiciales de dicho cártel eran objeto de compraventa como los frijoles en un supermercado, llegando a vender sentencias prevaricadoras a un millón de euros, según medios colombianos.
Rescoldos de podredumbre de una sociedad invadida por el narcotráfico rampante, estigma que se ha vuelto endémico y enfermizo en estos últimos retazos postreros del mandato Duque.
Ya sean políticos de derecha, centro o izquierda, son en la mayoría poco recomendables para administrar un país. Excepciones hay, pero pocas. Muchos de los integrantes de la oposición de izquierda, tras nunca haber gobernado Colombia en su historia, aunque algunos con tristes experiencias como mandatarios locales o departamentales, querrán sustituir a los de derecha, para acceder a privilegios y no para mejorar la vida de las clases populares, sino la suya propia. Los congresistas de ese espectro son los primeros que no se quieren rebajar el sueldo, o como Petro, el protegido del Papa Francisco, viviendo en grandes mansiones o contando bolsas con fajos de billetes. Nada nuevo. Esa es la política colombiana de siempre. Todo ello con descaro.
Es conocido, que algunos de los actuales opositores de izquierda viven con grandes lujos y mansiones o contando fajos de billetes sacados de bolsas.
El país y sus clases desfavorecidas son meros instrumentos de su discurso demagógico. En fechas recientes, algún reconocido político de la izquierda colombiana, manifestó que “no se metió en política para perder el tiempo“. Hagan ustedes su análisis, de a qué se refería con esa expresión.
Preocupa el exceso de mimos y de cariño del PSOE y Unidas Podemos y los integrantes del Gobierno español, con Pedro Sánchez a la cabeza, para con el líder izquierdista colombiano Gustavo Petro, durante su reciente visita a España. Visita a renovar ahora en los primeros días de febrero, con gestión de visita papal incluida.
Una clara injerencia de otros gobiernos en el colombiano, reflejo así mismo de una diplomacia colombiana pasiva. Está claro que en el servicio exterior colombiano no están los mejores. Sólo los amigos y el clientelismo político personal del Presidente Duque.
Me viene a la memoria, los buenos tiempos y exceso de complicidad de Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero, etc. o de Rodríguez Zapatero con Chavez y Maduro y de la génesis y motivación última de su malévolo proyecto político para España. Ojalá que la Colombia petrista, de llegar a gobernar la izquierda colombiana, no sea el nuevo “El Dorado“ y retiro de oro de algunos políticos de izquierda española, y no lo digo sólo por el aeropuerto bogotano.
No descubro nada novedoso si digo que el verdadero cáncer de Colombia, son sus políticos y sus funcionarios corruptos, de casi todas las ideologías y formaciones políticas, habituales muchos de ellos en sus coqueteos con el delito y el nepotismo.
Pero tristemente Colombia, todavía no es un país serio y difícilmente así será respetado internacionalmente, con tanto político – negociante rigiendo lo público para beneficiarse en lo privado. En otra columna trataré sobre las malas experiencias inversoras de las empresas españolas en Colombia. Pues los gobiernos locales, departamentales y el nacional suelen prometer a los inversores internacionales una cosa y luego hacen otra muy distinta, creando una gran inseguridad jurídica. Todo ello aderezado con un narcotráfico e inseguridad galopante que incluso está aumentando y parece que no se le pone coto.
Por último, quiero aprovechar a través de estas líneas para enaltecer a la gente buena de Colombia, que la hay y en grandes cantidades, muy sufrida desgraciadamente por las acciones de unos políticos desleales, abusadores del erario público y egoístas que no se merecen.
El Gobierno de Iván Duque, sus valedores y los que en su día convencieron a Álvaro Uribe de cometer un gran error designándolo como sucesor de sus banderas, tendrán que rendir cuentas ante la historia de Colombia, por haber consentido lo anteriormente expuesto y por ser los artífices con su gestión de lo que se avecina en el 2022, que puede poner a Colombia a los pies de la izquierda de Gustavo Petro y en el mejor de los casos de nuevos partidos o de nuevos líderes, ajenos al legado de Álvaro Uribe Vélez, que ya han descabalgado al uribismo de su alianza.
Todo ello a pesar de estar este Gobierno advertido por muchos, entre ellos por este dicente, de que las cosas estaban mal enfocadas y que no iban por buen camino. Ver mi Carta abierta a Iván Duque en la prestigiosa web política digital colombiana Las2Orillas.co, del 28 de Mayo de 2020, en el ecuador de su mandato. “Soldado avisado, no muere en guerra”, dicho popular colombiano. Algo mal hace o tiene Colombia que aleja a los que más la quieren.
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