La economía ha estado estas elecciones de los EE.UU. en primer plano. Las tasas de inflación y paro han supuesto el eje alrededor del cual ha girado la decisión de los votantes estadounidenses. Cada uno de los índices ha sido el acicate mediante el cual, ambos candidatos han motivado a los votantes más dubitativos. Kamala enfatizó en el sólido historial de empleo de la administración de Biden, mientras que el magnate americano, Donald Trump centra sus intereses en la inflación que ha estado perjudicando a la calidad de vida de la gente y el acceso a productos básicos. De una forma y de otra y más allá de las ideologías, cada cual se ha aferrado a aquello que le caía en gracia para proteger su coto político y conseguir convencer a los más escépticos.
MAPA
Según varios indicadores importantes, la economía de EE.UU. está en auge y es la envidia del resto del mundo. Pero los estadounidenses todavía la veían en muchos casos adversa, y un número significativo de votantes han tomado la decisión con los datos macro de la economía en la mano. A la oponente demócrata que sucedió a Biden, la vicepresidenta Kamala Harris, se la ha culpado también, por fallar en hacer suficientes mejoras para las situaciones financieras de los estadounidenses en los últimos cuatro años. Encuesta tras encuesta sugirieron que los estadounidenses tienen opiniones mayormente negativas sobre la economía de EE.UU y la gestión demócrata. Alrededor de un tercio de la población americana asegura que esta legislatura ha sido la peor del siglo en lo relativo a la administración financiera.
El sentimiento económico, empero, no siempre coincide con la información real, que en este caso muestra índices interesantes en relación a la generación de empleos y el gasto del consumidor medio. Asimismo, el Producto Interior Bruto (PIB), la medida más significativa de la economía para muchos, está creciendo sin demasiados apuros y sigue –si se puede decir– en auge. Quizás es de ahí que casi un 20% de la población esté satisfecha, no sola con la gestión, sino con el rendimiento económico general del país y aduce no haber percibido cambios relevantes en su calidad de vida.
Cuando pagas un precio exorbitante por una taza de café o cuando no puedes permitirte comprar una casa, esos datos son insignificantes: te sientes excluido del sueño americano. Y Trump, parece que puede devolverles a los suyos ese sueño, principal estandarte del “Make America great again”.
INFLACIÓN
La inflación ha sido ido a más durante la administración Biden de manera desorbitada, con un aumento del 20,1% en los primeros 45 meses del mandato en comparación con el 7,1% durante los primeros 45 meses de Trump, según el índice de precios al consumidor del gobierno. Eso equivale a tasas de inflación anualizadas del 5,4% con Biden y del 1,9% con Trump, la diferencia es avisal y manifiesta y el republicano hace continuamente gala de ello en sus meetings. Además, la inflación interanual alcanzó su punto máximo en cuatro décadas con Biden, el 9%, en 2022, antes de caer a poco más del 3%, lo que el demócrata ha atribuido al impacto persistente de la COVID-19 y a la guerra entre Rusia y Ucrania, respaldada al menos en parte por la naturaleza global del brote de inflación. No obstante, los datos son excesivos, incluso dentro del marco de las circunstancias mentadas.
EMPLEO
La baza de Harris, por su parte, ha sido de menor calado. Y es que, en el caso de Trump, los parámetros de empleo no fueron para nada negativos. De hecho, tanto Biden como Trump han supervisado mercados laborales bastante sólidos. Es cierto que desde que Biden asumió el cargo, el empleo general ha aumentado un 12%, el salario promedio ha aumentado un 19% y el desempleo ha bajado del 6,7% al 4,1%. Fue particularmente una señal de fortaleza que el crecimiento del empleo y un desempleo inferior al 4% hayan coincidido con aumentos de las tasas de interés y un descenso de la inflación, dos factores que suelen perjudicar al mercado laboral, aunque el panorama del empleo en Estados Unidos ha mostrado algunas grietas en los últimos meses. Por otro lado, tal vez las hazañas más impresionantes de Trump en el mercado laboral fueron la disminución del desempleo del 4,7% a un mínimo del 3,5% a fines de 2019 y principios de 2020, que igualó su nivel más bajo desde 1969, y los salarios crecieron un 15%, superando la inflación, durante su mandato de cuatro años.
Sea como fuere, existe un asterisco en las tasas de empleo producido por la COVID-19. Gran parte de las ganancias del mercado laboral de Biden son parte de la recuperación pospandémica, ya que el desempleo fue de solo el 3,5% en febrero de 2020 y el número de estadounidenses empleados aumentó solo un 4%. Biden se ha centrado en gran medida en los puntos de datos sesgados por la COVID-19, y el desempeño del mercado laboral de Trump depende estrictamente de la fecha límite, ya que la disrupción de la COVID-19 deshizo gran parte del progreso nominal, enviando el desempleo brevemente a un máximo histórico del 14,9% en abril de 2020 y haciendo que la fuerza laboral en general en realidad se redujera de diciembre de 2016 a diciembre de 2020.
Con lo cual, pienso que el reelecto presidente de los Estados Unidos de América, segundo presidente en la historia que repite legislatura con un inciso de 4 años por medio, conocía más que de sobra el apoyo que le profesaba un público –el americano– que tiende a ciclos de severa capitalización tras breves procesos de cierto y muy presunto refuerzo del bien público. Así, Trump podrá cerrar plácidamente un mandato en barbecho que, apuesto, precederá a una legislatura más a la orden del Partido Republicano.