En su mensaje de Navidad, Felipe VI reivindicó la convivencia democrática como eje del proyecto común de España, apeló a la confianza frente a la polarización y recordó el valor de la Transición, la Constitución de 1978 y la integración europea como pilares de las cinco últimas décadas de progreso.
El Rey abrió su tradicional mensaje de Nochebuena con una mirada al pasado reciente para iluminar el presente. Desde el Salón de Columnas del Palacio Real de Madrid, Felipe VI evocó dos aniversarios de fuerte carga simbólica: los 50 años del inicio de la Transición democrática y los 40 de la firma del tratado de adhesión de España a las Comunidades Europeas. Ambos hitos, subrayó, son expresión de un mismo impulso colectivo basado en la responsabilidad compartida, el diálogo y la voluntad de construir un futuro de libertades. Aquel coraje —avanzar unidos sin garantías— constituye, dijo, una de las lecciones más valiosas para el tiempo actual.
Constitución de 1978
Ese espíritu cristalizó, recordó, en la Constitución de 1978, definida como el gran acuerdo de propósitos compartidos que permitió edificar un marco de convivencia amplio e inclusivo, capaz de acoger la diversidad territorial, política y social del país. A ese pilar interno se sumó la integración europea, “otro paso decisivo, ilusionante y movilizador”, que no solo trajo modernización y prosperidad, sino que afianzó las libertades democráticas y la pertenencia de España a un proyecto común de valores. Desde esa doble raíz —constitucional y europea— el Rey situó la transformación “sin precedentes” vivida por España en estas cinco décadas.
Felipe VI dedicó una parte sustancial de su intervención a la sociedad española actual, descrita como una suma de generaciones con experiencias y retos distintos pero complementarios. Desde quienes vivieron la Transición hasta los jóvenes que han crecido plenamente en democracia, pasando por adultos que sostienen el equilibrio entre trabajo, familia y responsabilidades personales, el Rey subrayó que todas son necesarias para avanzar de forma justa y cohesionada. A todas ellas dirigió un mensaje explícito de reconocimiento y apelación al compromiso compartido.
Desafíos del presente
El discurso no eludió los desafíos del presente. El aumento del coste de la vida, las dificultades de acceso a la vivienda, la incertidumbre laboral asociada a los cambios tecnológicos o el impacto creciente de los fenómenos climáticos configuran, señaló, un contexto exigente que genera inquietud ciudadana. A ello se suma la tensión del debate público, que provoca hastío, desencanto y desafección. Realidades complejas, advirtió, que no se resuelven con retórica ni voluntarismo, sino con voluntad, perseverancia y visión de país, virtudes que España ha demostrado en anteriores crisis económicas, sanitarias y naturales.
En ese marco, el Rey situó la convivencia democrática como la raíz de cualquier proyecto compartido y lanzó una advertencia clara: no es un legado imperecedero, sino una construcción frágil que exige cuidado diario. En un mundo convulso, con el multilateralismo en crisis y una creciente desconfianza hacia las instituciones, los extremismos y populismos encuentran terreno fértil en la desinformación, las desigualdades y el desencanto. Frente a ello, Felipe VI llamó a preservar la confianza mediante el diálogo, el respeto en el lenguaje, la escucha activa, la ejemplaridad de los poderes públicos y la centralidad de la dignidad humana, especialmente de los más vulnerables.
Memoria y futuro
El mensaje concluyó con una apelación a la memoria y al futuro. Recordar que en democracia las ideas propias no son dogmas ni las ajenas amenazas; que avanzar implica acuerdos y renuncias en una misma dirección; y que España es, ante todo, un proyecto compartido orientado al bien común. Con confianza —insistió— y con la capacidad de recorrer juntos los caminos difíciles, España puede seguir aportando al mundo su sensibilidad, creatividad, sentido de la justicia y apuesta decidida por Europa. Con ese convencimiento, el Rey trasladó sus mejores deseos para la Navidad y el nuevo año, en nombre de la Reina, la Princesa Leonor y la Infanta Sofía, cerrando su intervención con un saludo plural que reflejó, una vez más, la diversidad del país.


