Introducción
La región del Magreb atraviesa un momento de profunda reconfiguración geopolítica marcado por rivalidades bilaterales, tensiones energéticas, redefinición de alianzas y un creciente interés de actores globales como China, Rusia o las monarquías del Golfo. En este tablero complejo, España ocupa una posición singular: comparte frontera terrestre con Marruecos, depende del gas argelino para asegurar parte de su suministro energético y tiene intereses estratégicos directos en estabilidad regional, migración, conectividad y seguridad marítima. La diplomacia española se enfrenta al desafío de mantener un equilibrio prudente entre Rabat y Argel, dos países cuya rivalidad condiciona toda la arquitectura política del norte de África. Al mismo tiempo, debe consolidar su papel como intermediario clave en la política energética europea, reforzar la cooperación fronteriza y evitar que las tensiones regionales deriven en riesgos para su seguridad y su economía.
España y Marruecos: una relación estratégica pero frágil
La relación entre España y Marruecos es una de las más complejas de la política exterior española: cercana, interdependiente, pero sujeta a ciclos de tensión recurrentes. Los últimos años han demostrado que la cooperación puede alcanzar niveles excepcionales, particularmente en materia migratoria, lucha contra el terrorismo, comercio agrícola, conectividad y gestión marítima. Marruecos se ha convertido en el primer socio comercial de España fuera de la UE, y miles de empresas españolas operan en su territorio.
Sin embargo, esta relación estratégica es también vulnerable. Cuestiones sensibles como Ceuta y Melilla, la delimitación marítima atlántica o la evolución del conflicto del Sáhara Occidental siguen siendo focos de fricción potencial. La posición española sobre el Sáhara —reorientada en 2022— ha redefinido el marco bilateral, facilitando una etapa de mayor entendimiento pero también generando críticas internas y tensiones con Argelia.
España busca consolidar una cooperación estable, basada en la confianza política y en la convergencia económica. El desafío es evitar que episodios puntuales desemboquen en crisis diplomáticas de gran magnitud, y lograr que el diálogo estructurado y los mecanismos bilaterales funcionen como amortiguadores de tensión.
Argelia y el papel crítico del gas: entre la dependencia y la diversificación
Argelia ha sido históricamente uno de los principales socios energéticos de España. Los gasoductos Medgaz y el antiguo Magreb-Europa (cerrado unilateralmente por Argel en 2021) siguen siendo piezas esenciales del mapa energético ibérico. Aunque la dependencia española del gas argelino ha disminuido por la entrada masiva de GNL procedente de EE. UU., Nigeria y otros proveedores, Argelia mantiene una relevancia estratégica en la ecuación energética europea.
Las tensiones diplomáticas surgidas tras el cambio de posición de España sobre el Sáhara han deteriorado la relación bilateral, aunque se mantienen canales abiertos. El reto para Madrid es reequilibrar la relación sin renunciar a la diversificación energética ni a su compromiso con Marruecos. Argelia, por su parte, observa con recelo la competencia regional, tanto en seguridad como en proyectos de hidrógeno verde o infraestructuras de interconexión.
España intenta avanzar hacia una diplomacia energética prudente, basada en tres pilares:
– mantener el suministro seguro y estable;
– diversificar proveedores en línea con la autonomía estratégica europea;
– apoyar una transición energética en Argelia que facilite nuevas áreas de cooperación.
La relación energética con Argelia nunca será ajena al contexto político regional, pero España busca evitar que las tensiones diplomáticas afecten a la seguridad energética nacional o europea.
Hidrógeno verde e interconectividad: la competencia por el liderazgo energético en el Magreb
La transición energética ha introducido un nuevo terreno de competencia en el Magreb: el despliegue del hidrógeno verde y la posibilidad de convertirse en suministradores clave para Europa. Marruecos ha avanzado en grandes proyectos piloto con socios europeos y del Golfo, mientras Argelia plantea su propio corredor energético con destino a Italia y Alemania.
España mantiene un interés central en esta carrera, porque su aspiración de convertirse en hub energético del sur de Europa depende de:
– la conexión con los países magrebíes;
– la disponibilidad de renovables competitivas;
– la capacidad de transporte hacia el centro de Europa (H2Med).
El proyecto H2Med, que conectará Portugal, España y Francia, ha reconfigurado parcialmente las dinámicas regionales. Marruecos presiona para integrarse en futuras fases del corredor, mientras Argelia busca alternativas que eviten depender de la península ibérica. España debe gestionar estos movimientos con equilibrio, evitando que se perciba un alineamiento excesivo con uno de los dos competidores.
La diplomacia española trabaja para convertir la transición energética en un espacio de cooperación triangular: Magreb–España–UE. Pero la competencia interna en el Magreb podría dificultar este enfoque si no se avanza en marcos de gobernanza regional estables.
Fronteras, migración y seguridad marítima: un triángulo de sensibilidad extrema
La cooperación fronteriza y migratoria es una de las dimensiones más sensibles de la política española en el Magreb. Marruecos desempeña un papel central en el control de flujos irregulares hacia Canarias y la península, mientras que Argelia es origen de rutas que afectan a Baleares y Levante.
España intenta articular una diplomacia migratoria integral, que incluye:
– cooperación operativa;
– desarrollo económico en regiones emisoras;
– vías de movilidad regulada;
– refuerzo institucional y tecnológico en control fronterizo.
La seguridad marítima en el Estrecho y en el Atlántico es otro eje esencial. El incremento del tráfico marítimo, la ampliación de puertos como Tánger-Med y la expansión de zonas económicas exclusivas generan escenarios complejos que requieren cooperación constante para evitar incidentes o disputas territoriales.
España debe combinar firmeza en la defensa de sus fronteras con pragmatismo en la cooperación. La clave es que la política migratoria no se convierta en una herramienta de presión diplomática, como ha ocurrido en crisis pasadas.
Equilibrio diplomático y perspectivas de estabilidad regional
La diplomacia española en el Magreb se basa en un principio fundamental: equilibrio. Cualquier percepción de favoritismo hacia Marruecos o Argelia puede desencadenar tensiones bilaterales e incluso afectar a la estabilidad regional. Mantener relaciones fuertes y diferenciadas con ambos países es una tarea políticamente compleja y diplomáticamente exigente.
En este contexto, España debe:
– reforzar canales de diálogo estables;
– evitar que la rivalidad Marruecos–Argelia derive en confrontaciones abiertas;
– impulsar con la UE una agenda de cooperación energética, migratoria y de seguridad;
– promover la integración económica euro-magrebí en un entorno dominado por la competencia geopolítica.
La región enfrenta riesgos crecientes: tensiones por el Sáhara, disputas marítimas, vulnerabilidad socioeconómica y creciente presencia de potencias externas. España tiene interés directo en que el Magreb permanezca estable, cooperativo y orientado al desarrollo. De su capacidad diplomática dependerá en gran medida que el norte de África se consolide como una zona de oportunidades y no como un foco de tensión recurrente.
CLAVES DEL TEMA
Contexto
- El Magreb vive una reconfiguración geopolítica marcada por la rivalidad Marruecos–Argelia.
- España debe mantener un equilibrio diplomático para proteger sus intereses energéticos, migratorios y de seguridad.
- La transición energética introduce nuevos vectores de competencia regional.
Implicaciones
- El gas argelino y el hidrógeno verde marcan la agenda energética española y europea.
- La cooperación con Marruecos es clave para la gestión fronteriza y la seguridad marítima.
- Un desajuste diplomático podría tener costes económicos y políticos elevados para España.
Perspectivas
- España puede desempeñar un papel de mediador racional entre ambos países, siempre que mantenga equilibrio y coherencia.
- La UE será un actor imprescindible para estabilizar la región y financiar proyectos energéticos.
- El Magreb seguirá siendo una prioridad creciente de la política exterior española hasta 2030.
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