<h6><strong>Eduardo González</strong></h6> <h4><strong>El 22 de noviembre de 1975, dos días después de la muerte del dictador Francisco Franco, Juan Carlos de Borbón juró como Rey de España ante las Cortes franquistas, en las que se comprometió a “guardar y hacer guardar las Leyes Fundamentales del Reino y los principios del Movimiento Nacional” del régimen. </strong></h4> Cinco días después, el 27 de noviembre, se celebró la ceremonia de unción (lo más parecido a una coronación en España) en la Iglesia Parroquial de San Jerónimo el Real. En este acto, a diferencia de los funerales de Franco del 23 de noviembre, la representación internacional fue algo más relevante: el príncipe Bertil de Suecia, el príncipe heredero de Marruecos, Sidi Mohamed; el príncipe Felipe de Edimburgo, de Reino Unido; el príncipe Rainiero de Mónaco, el primer ministro de Egipto, Mamdouh Salem; el presidente de Francia, Valéry Giscard d'Estaing, y el presidente de Alemania, Walter Scheel. Uno de los escasos dirigentes que asistieron a los dos actos fue Nelson Rockefeller, vicepresidente de Estados Unidos con Gerald Ford. Ford había sido el tercer y último presidente norteamericano en visitar a España durante la larga dictadura de Franco (antes lo hicieron Dwight D. Eisenhower en 1959 y Richard Nixon en 1970), pero, por entonces, el Departamento de Estado de Estados Unidos ya había empezado a distanciarse del Caudillo, cuya decadencia física y mental era evidente, para centrarse sobre todo en su sucesor, Juan Carlos de Borbón. De hecho, durante su visita de dos días a Madrid, que comenzó el 31 de mayo de 1975, Ford estuvo mucho más tiempo con el entonces príncipe que con Franco. El 21 de noviembre de 1975, solo un día después de la muerte del dictador, el embajador de Estados Unidos en España, Wells Stabler, remitió un cable “confidencial” al secretario de Estado, Henry Kissinger, en el que hacía un pequeño resumen de cómo veía él la situación. El texto figura entre los llamados “Cables Kissinger”, difundidos hace años por el portal <a href="https://wikileaks.org/plusd/cables/1975MADRID08229_b.html"><strong>Wikileaks</strong></a> y que incluyen más de 1,7 millones de documentos diplomáticos estadounidenses correspondientes al período 1973-1976. A partir de sus observaciones como miembro de la comitiva del vicepresidente, Stabler aseguraba que la situación en España era “bastante tranquila” y probablemente se mantendría así “durante este periodo de transición”. “España ha tenido tiempo suficiente para asimilar la idea de la muerte de Franco” y, por ello, “Madrid funciona con relativa normalidad, aunque con mayor lentitud, y el Gobierno ha decretado un cierre total solo para el sábado”. Tras describir las “enormes filas” que “se han formado para desfilar ante el féretro de Franco, con “escenas emotivas, sobre todo entre los veteranos de la Guerra Civil”, el embajador afirmaba que, “en general, la ciudadanía espera pacientemente, conversando en voz baja, con escasa expresión de emoción”, mientras los medios de comunicación “están completamente centrados en Franco” y concentrándose “hasta en los aspectos más insignificantes de su larga vida”. No obstante, advertía, “una vez superado el duelo inicial, volverán a centrarse en el futuro bajo el mandato de Juan Carlos”. <h5><strong>La amenaza de la extrema derecha</strong> <strong>vinculada “con ciertos elementos policiales”</strong></h5> “No preveo problemas importantes a corto plazo”, aseguraba el embajador a Kissinger. “Es poco probable que surjan, a menos que los acontecimientos demuestren que las buenas intenciones de Juan Carlos han sido insuficientes para superar el rencor del pasado, tanto de la izquierda como de la derecha”, proseguía. “Los servicios de seguridad españoles manifiestan cierta preocupación comprensible ante la posibilidad, por remota que sea, de que terroristas de izquierda (ETA o FRAP) rompan su actual inacción con un atentado contra Juan Carlos personalmente. Obviamente, de tener éxito, esto sumiría a la escena política española en el caos”, añadía. A juicio de Wells Stabler, Juan Carlos tenía “un camino difícil por delante, en el que procurará avanzar sin titubear, pero sin prisas” y, para ello, “cuenta con un apoyo considerable, principalmente del sentir del pueblo español, pero también de la Iglesia, los 'aperturistas' -en español en la versión original- del establishment y, al menos tácitamente, de las fuerzas armadas”. No obstante, el embajador apreciaba un problema que “se ha agudizado: la amenaza de la derecha”. “Existe una oposición arraigada a la 'apertura' -en español en la versión original- por parte del 'bunker' y de grupos de derecha propensos a la violencia, que deberán ser controlados y cuyos vínculos con ciertos elementos policiales deberán ser cortados si se quiere que la transición tenga éxito”, advertía. Por ello, a su juicio, “la amenaza a la evolución, en sus etapas iniciales, es mayor en la extrema derecha que en la extrema izquierda (el Partido Comunista y los grupos propensos a la violencia como el FRAP)”, pero, “por supuesto, la extrema izquierda y la extrema derecha, unidas en su oposición a las reformas democráticas, se retroalimentan”. <h5><strong>Los primeros pasos de Juan Carlos</strong></h5> Entre los retos inmediatos de Juan Carlos, Stabler destacaba la necesidad de “abordar dos nombramientos cruciales: la Presidencia del Gobierno y la Presidencia de las Cortes”. En el segundo caso, el cable indicaba que el presidente saliente de las Cortes (y jefe del Consejo de Regencia), el falangista Alejandro Rodríguez de Valcárcel, había “emprendido una campaña entre miembros del régimen” para que el futuro rey lo volviera a nombrar, pero “el Príncipe se inclina por alguien nuevo, pues de lo contrario habría reelegido a un hombre claramente vinculado al pasado para un mandato de seis años”. En cuanto a la Presidencia del Gobierno, el embajador creía que el último presidente del Gobierno de Franco, Carlos Arias Navarro, contaba “con ciertas credenciales 'aperturistas '-en español en la versión original- y es claramente una figura de transición que podría mantenerse temporalmente”. Según Stabler, “el Príncipe se ha inclinado por la sustitución, pero no hay un claro favorito”. “No tiene total libertad de acción y el proceso de negociación política podría incluso llevarlo a mantener a uno, pero no al otro”, añadía. De hecho, así sucedió: Arias Navarro siguió al frente del Gobierno y Rodríguez de Valcárcel fue sustituido por Torcuato Fernández-Miranda. “Más allá de estas decisiones, subyace la compleja cuestión de cómo abrir el proceso político”, proseguía el embajador. “El Príncipe y su gobierno tendrán un período de transición relativamente corto para que el proceso se inicie de forma adecuada”, añadía. “Los españoles, al igual que los europeos, seguirán de cerca a su nuevo rey”, advertía Stabler, quien consideraba que la asistencia de Giscard, Scheel y el príncipe Felipe en la ceremonia de unción sugería “la intención de los principales países europeos de dar un impulso inicial a la evolución política bajo el reinado de Juan Carlos”. A juicio del embajador, la postura mantenida por Estados Unidos en esta situación había sido “muy útil” para sus “intereses, tanto a corto como a largo plazo”. “El hecho de que mantengamos contactos con todos los grupos no extremistas, tanto del establishment como de la oposición, no ha pasado desapercibido. Esta acción, más allá de las meras palabras, subraya nuestro apoyo a una evolución hacia una España pluralista que pueda vincularse de forma significativa con Europa”, concluía el cable.