<h6><strong>Eduardo González</strong></h6> <h4><strong>La más que trascendental ayuda del III Reich de Adolf Hitler al bando nacional durante la Guerra Civil y el posterior apoyo logístico y materias primas (alimentos y wolframio, fundamentalmente) del dictador Francisco Franco al canciller alemán durante la Segunda Guerra Mundial dejaron una larga secuela, a pesar de los intentos del Caudillo por ocultar su pasado nazi ante las potencias aliadas. Un ejemplo de ello es el centenar largo de oficiales de la Alemania nazi que recibieron refugio en la España franquista al término de la contienda internacional.</strong></h4> De acuerdo con un informe de 1945 remitido por el Gobierno de Franco a los servicios secretos aliados, y recuperado en 1997 por el diario El País en el Archivo General del Ministerio de Asuntos Exteriores, en España llegaron a ocultarse al menos 104 oficiales nazis. El caso más significativo es el de Johannes E. F Bernhardt, el hombre de Hermann Goering (ministro de la Aviación de la Alemania nazi) en España, un antiguo general de las SS que había jugado un papel fundamental en la llegada de la ayuda nazi a los sublevados del 18 de julio de 1936. Bernhardt pues fue uno de los que mediaron ante Adolf Hitler, a petición del general golpista Emilio Mola, para solicitar ayuda. Como consecuencia de aquellas gestiones, el dictador alemán entregó 20 aviones Junkers JU-52, que transportaron material bélico y 15.000 soldados, en la llamada ‘Operación Fuego Mágico’, ‘Unternehmen Feuerzauber’. Esos favores al régimen franquista le permitieron ser nombrado cónsul honorario de las SS en España y presidente de una empresa llamada Sofindus, un turbio entramado financiero de 350 empresas alemanas radicadas en nuestro país al servicio de Hitler y que fue responsable del traslado clandestino de suministros a las tropas alemanas en el oeste de Francia durante la Segunda Guerra Mundial, así como del envío a Alemania de wolframio procedente de Galicia. Bernhardt fue premiado también por el dictador Francisco Franco con la concesión de la nacionalidad española y con una lujosa residencia en Denia, la ‘Casa de los Alemanes’, en la que vivió durante años. Otro caso emblemático es el del vienés Otto Skorzeny, ingeniero, coronel de las fuerzas de élite alemanas (las Waffen-SS) desde 1943 y que llegó a ser considerado “el hombre más peligroso de Europa”. Skorzeny, también conocido como ‘Cara Cortada’ por la espectacular cicatriz de su cara (recuerdo de un duelo durante su época universitaria), fue el elegido de Adolf Hitler para comandar la ‘Operación Roble’ para rescatar al dictador italiano Benito Mussolini, quien había sido apartado del poder, e inmediatamente detenido, por orden del rey Víctor Manuel III en julio de 1943. Después de recibir todo tipo de facilidades por parte del régimen de Franco, Skorzeny se trasladó en 1951 a Madrid, donde instaló su residencia permanente y dirigió una empresa de importación y exportación. Por esas mismas fechas empezó a sospecharse que utilizaba sus actividades comerciales españolas como tapadera para ayudar a escapar a antiguos criminales de guerra nazis hacia Argentina. “España es mi segunda patria y aquí terminaré mi vida”, declaró en 1970 al ‘ABC’. Otto Skorzeny murió de cáncer en 1975 en Madrid y fue enterrado en un ataúd envuelto con los colores de la bandera nacional-socialista. La larga lista de criminales protegidos por el franquismo incluye también a personajes tan siniestros como el austríaco Reinhard Spitzy, un capitán de las SS que se refugió en un monasterio de Cantabria antes de huir a Argentina con nombre falso; el belga Léon Degrelle, miembro de las Waffen SS, exiliado en España desde 1945 hasta su muerte en 1994 y cuya extradición a Bélgica fue sistemáticamente rechazada por el régimen de Franco; el cónsul nazi en el País Vasco Friedhelm Burbach, conocido como Rudi el Alemán entre los lugareños del pueblo de Burgos en que se refugió; o el austríaco Josef Hans Lazar, jefe de la propaganda alemana en España durante la Segunda Guerra Mundial, quien evitó su repatriación a través de informes médicos falsos y a quien Franco se negó sistemáticamente a extraditar. También figuraban en la lista Gerhard Bremer, militar de las SS que se refugió en los años cincuenta en Denia gracias al apoyo de Bernhardt y que prosperó como hotelero en Benidorm; el austríaco Paul Maria Hafner, voluntario de las SS y guardia de los campos de concentración de Buchenwald o Dachau, que residió en Madrid entre los años cincuenta y hasta su muerte en 2010, un negacionista que siempre ha calificado el Holocausto de “propaganda”; o, por citar otro ejemplo, el neerlandés Hauke Bert Pattist Joustra, un miembro de las Waffen-SS que llegó a España en moto en 1956 y que, después de una breve detención, y a pesar de las solicitudes de extradición, pudo vivir una apacible segunda vida en Asturias y Cantabria hasta su muerte en 2001. Entre los integrantes de la lista negra (por lo general bastante incompleta) figuran personas que llegaron a ocupar cargos de responsabilidad en España, como Hans Juretshke, antiguo miembro de la milicia nazi, el Sturmabteilung (SA), y de la Asociación Nacionalsocialista de Docentes (NSLB) y que fue catedrático emérito y director del Departamento Alemán de la Universidad Complutense. Considerado uno de los principales expertos en la España de los siglos XVIII y XIX, este hispanista alemán murió en Madrid en 2004, a los 95 años.