La reciente ofensiva ucraniana que ha golpeado con misiles y drones el importante puerto petrolero ruso de Novorossiysk no es un acto aislado de represalia: se trata de una decisión calculada y audaz. Mientras sus tropas sufren retrocesos en el este, Kiev parece apostar por un tipo de defensa distinta, basada no en mantener cada bandera, sino en erosionar la columna vertebral económica del agresor. ¿Es este enfoque ofensivo una estrategia legítima, o el preludio de una escalada aún más peligrosa?
En el teatro bélico que se está desarrollando a lo largo de 2025, Ucrania ha dado una señal clara: ya no solo busca resistir, sino golpear con precisión. El ataque del 14 de noviembre contra el puerto de Novorossiysk, que combinó misiles de crucero Neptune y drones, ha puesto en evidencia un cambio estratégico profundo. No ha sido un mero gesto simbólico, sino un asalto directo a una pieza clave del engranaje financiero ruso: la terminal petrolera de Sheskharis, una infraestructura que movilizaba hasta 2,2 millones de barriles diarios, equivalente a cerca del 2 % del suministro mundial.
Además, según fuentes ucranianas, el ataque destruyó cuatro lanzadores del sistema antiaéreo S-400 y dos radares en Novorossiysk. Estas pérdidas no solo debilitan la capacidad defensiva rusa, sino que representan un golpe significativo a sus sistemas de alerta y represalia, una jugada arriesgada pero calculada.
Defensa desesperada: el dilema en el frente oriental
Mientras Kiev proyecta al exterior su poder de disuasión, en el este la realidad dista de ser tranquilizadora. El frente se alarga, los recursos se licúan y algunos analistas militares apuntan a que la línea defensiva se está volviendo cada vez más frágil. Según Ivan Stupak, analista militar ucraniano citado por The Moscow Times, la falta de personal y equipamiento limita la capacidad de sostener una defensa tradicional en muchas áreas: “La línea del frente se extiende por más de 1.000 km, y no podemos asegurar todos los sectores con el mismo nivel de fortificación”.
Perder ciudades clave en el este, como Pokrovsk, no sería solo un revés territorial, sino un golpe logístico que podría desdibujar el mapa defensivo ucraniano. Para muchos observadores, el desgaste continuado y la presión constante pueden convertir lo que ahora son posiciones defensivas en vulnerabilidades estructurales.
Ofensiva como defensa: un planteamiento sistémico
La estrategia utilizada por Kiev parece inspirarse en una lógica sofisticada: golpear los nervios estratégicos del adversario para debilitar su base de guerra. Al atacar instalaciones petroleras y sistemas antiaéreos, Ucrania no sólo ejerce un efecto táctico inmediato, sino que busca una desestabilización económica a largo plazo. Al privar a Rusia de parte de su capacidad exportadora, se reduce su flujo de ingresos y, por tanto, su capacidad financiera para sostener operaciones militares prolongadas.
Además, la destrucción de lanzadores S-400 y radares sugiere que Ucrania no solo mira al petróleo, sino también a la proyección militar rusa: debilitar la defensa antiaérea en un punto clave podría abrir la puerta a ataques más profundos o a operaciones que antes eran demasiado arriesgadas.
Este tipo de estrategia, aunque agresiva, puede leerse como una forma de defensa indirecta: no se limita a resistir, sino que reconfigura el equilibrio estratégico. En lugar de defender cada kilómetro de frontera, Ucrania apuesta por minar la capacidad financiera y militar de Moscú desde dentro.
Los riesgos de mover un tablero caliente
No obstante, esta apuesta ofensiva no está exenta de peligros. En primer lugar, el golpe a Novorossiysk ha provocado daños colaterales: según autoridades rusas, hubo heridos entre la tripulación de un barco y fue afectada infraestructura costera. Además, al atacar sistemas de defensa antiaérea, Ucrania corre el riesgo de desencadenar una escalada significativa, especialmente si Moscú interpreta estos ataques como una amenaza existencial.
La sostenibilidad de esta estrategia depende en gran medida del apoyo internacional: misiles de largo alcance, drones, inteligencia, mantenimiento logístico. Sin estos componentes, la ofensiva pierde fuerza. Por otro lado, también es políticamente costosa: cada ataque podría generar condenas diplomáticas o tensiones con aliados que temen una guerra abierta más amplia.
¿Qué significa esto para el futuro del conflicto?
La ofensiva estratégica adoptada por Kiev podría redefinir cómo se libra esta guerra. No es solo una guerra de trincheras: es también una guerra de infraestructuras, de finanzas y de impacto global. Al dañar uno de los principales nodos petroleros rusos, Ucrania no solo presiona a Moscú, sino que manda un mensaje al mundo: la capacidad militar rusa tiene vulnerabilidades críticas, incluso lejos del frente.
Algunos analistas consideran que esta estrategia podría erosionar el atractivo de los recursos rusos para sus compradores internacionales —lo que a su vez podría traducirse en presión externa sobre el Kremlin. Otros, sin embargo, advierten que una escalada de este tipo podría complicar cualquier camino hacia una eventual negociación de paz: los riesgos de retaliación se vuelven más tangibles.
Como articulista, creo que el enfoque de Kiev es audaz y, en muchos sentidos, racional. Cuando la defensa convencional se vuelve demasiado costosa y frágil, optar por golpear las fuentes de poder del adversario es una táctica menos desesperada de lo que pudiera parecer: es una forma de defensa con ambición estratégica, no una huida hacia adelante. Pero esta no es una apuesta sin riesgos: el éxito dependerá de la constancia, del respaldo internacional y de la capacidad de Ucrania para mantener esa presión sin cruzar líneas que puedan desencadenar una escalada irreversible.
Con todo, el ataque a Novorossiysk no solo ha sacudido el mercado petrolero global, sino que ha reconfigurado el tablero geopolítico. Para Ucrania, golpear profundamente puede ser más que una respuesta: puede ser la forma más eficaz de defenderse hoy. Pero hacerlo significa navegar un terreno minado de riesgos. En una guerra donde cada acción tiene consecuencias estratégicas, esta ofensiva podría ser tanto su mejor defensa como su más audaz apuesta.


