<h6><strong>Eduardo González</strong></h6> <h4><strong>El 14 de noviembre de 1975, hace hoy justamente cincuenta años, se firmó en Madrid el Acuerdo Tripartito que supuso la entrega por parte de España del territorio del Sáhara Occidental a Marruecos y a Mauritania. </strong></h4> Solo ocho días antes de la firma del acuerdo, el 6 de noviembre de 1975, el rey de Marruecos, Hassan II, había lanzado un espectacular baño de masas para hacerse con el control del entonces Sáhara Español: era la llamada Marcha Verde, una maniobra particularmente hábil de un monarca que supo jugar en todo tiempo con los tiempos y aprovecharse del marasmo político que se vivía en España por la agonía de un dictador, Francisco Franco, a quien apenas le quedaba un hilo de vida y cuya carrera como militar y político había comenzado, precisamente, en el norte de África. En 1974, España anunció solemnemente su intención de celebrar un referéndum de autodeterminación en el Sáhara para poner fin a un contencioso que había comenzado en 1955, con la entrada del país en la ONU y con la aceptación, más que forzada, de los principios del organismo internacional en materia de descolonización. La presión de la ONU a lo largo de los años sesenta había obligado a España a aceptar una breve fase de autonomía para su provincia y a fijar para 1975 la celebración del referéndum de autodeterminación. En ese tiempo, una parte de los saharauis decidió tomar las armas y constituir, en mayo de 1973, el Frente para la Liberación de Saguia el Hamra y Río de Oro (Frente Polisario), liderado por Mustafá Sayed. En ese contexto, y a sabiendas de que tenía muy pocas posibilidades de ganar el referéndum, Hassan II decidió acudir a la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya, máxima instancia judicial de Naciones Unidas, para reclamar la soberanía sobre este territorio de 266.000 kilómetros cuadrados, rico en minerales y pesca y en poder de España desde el siglo XIX. La resolución de la CIJ fue emitida el 16 de octubre con unos argumentos concluyentes: en el momento de la colonización por parte de España, el Sáhara no era de ninguna manera un “territorio sin dueño” y, aunque existían ciertos vínculos de subordinación y de derechos sobre tierras entre algunas tribus saharauis y el sultán de Marruecos, no existían vínculos de soberanía entre el Sáhara Occidental y Marruecos, por lo que, en conclusión, se debía celebrar el referéndum. Hassan II, como tantas otras veces, se quedó con la parte de los “ciertos vínculos de subordinación” para reclamar que, de acuerdo con la CIJ, el Sáhara Occidental era marroquí “desde la noche de los tiempos”. Ese mismo 16 de octubre, el monarca alauí anunció, en un mensaje por radio y televisión, su intención de organizar una marcha pacífica formada por 350.000 marroquíes, hombres y mujeres, para “recuperar” el territorio. “Yo seré el primero que se inscriba en la lista de voluntarios”, aseguró. Los “peregrinos” sólo llevarían un arma, el Corán, añadió, no sin aclarar que, en caso de encontrarse con “elementos extranjeros, que no sean españoles”, los marroquíes ejercerían su derecho a defenderse “sin detener por ello la marcha”, una advertencia que daba a entender que llevaban otras armas aparte del libro sagrado del Islam. <h5><strong>La Marcha Verde</strong></h5> Por esas mismas fechas, la postura española fue modificándose poco a poco, y con ello el nombre y el rango de los interlocutores de la dictadura española ante la monarquía marroquí. Apartado del negocio el ministro de Exteriores, Pedro Cortina Mauri, y con ello su intransigente postura en favor del referéndum, la representación de Franco ante Hassan II pasó a recaer en el entonces príncipe Juan Carlos y en el ministro del Movimiento Nacional, José Solís. El príncipe Juan Carlos visitó El Aaiún el 2 de noviembre para tranquilizar a los militares españoles y a los saharauis. El día 4 de noviembre de 1975, la VIII Bandera de la Legión Española, destinada en la entonces provincia del Sáhara Español, recibió la orden de desplegarse en la frontera e intentar detener “la invasión enemiga”. Se había puesto en marcha la llamada Operación Contra Marabunta, para cuya aplicación los legionarios dispusieron campos de minas y barreras de artillería con la misión de abrir fuego en caso de amenaza. Al día siguiente, Hassan II anunció el inicio de Al Masira, la Marcha Verde, y el 6 de noviembre, 350.000 civiles y 25.000 soldados marroquíes se concentraron en la región de Tarfaya, en el extremo sur de Marruecos, y penetraron pacíficamente hasta 12 kilómetros en territorio saharaui, blandiendo banderas rojas y verdes y liderados por el entonces primer ministro y cuñado del rey, Ahmed Osman. Marruecos no solo desoyó completamente la petición del Consejo de Seguridad de la ONU para que pusiera fin a “la invasión”, sino que, el mismo 6 de noviembre, dio a entender que, en caso de necesidad, las Fuerzas Reales Armadas podrían actuar militarmente, “pudiendo llegarse a una situación de beligerancia entre España y Marruecos”. El Ejército español, con todo su despliegue, no sólo no opuso resistencia, sino que, al día siguiente, el Gobierno de Francisco Franco anunció su decisión de negociar la entrega a Marruecos la administración del territorio. El 8 de noviembre, el ministro de la Presidencia se entrevistó con Hassan II y el 9 de noviembre el rey alauí ordenó el repliegue de la Marcha Verde. <h5><strong>El Acuerdo de Madrid</strong></h5> El 10 de noviembre, la Marcha Verde inició su regreso y cuatro días después, el 14 de noviembre de 1975, España firmó el Acuerdos Tripartito por el que entregaba el control territorial (que no la soberanía) a Marruecos y Mauritania. El órdago de Hassan II había dado sus frutos. El Acuerdo Tripartito, que preveía un proceso de descolonización a partir del respeto a “la opinión de la población saharaui, expresada a través de la Yemaá” (Asamblea General del Sáhara), establecía el compromiso de España de descolonizar el Sáhara Occidental y la transferencia de “las responsabilidades y poderes” de la antigua potencia colonial a una administración tripartita temporal en la que debían participar Marruecos, Mauritania y la Yemaá. Este punto quedó sin efecto casi de inmediato, tras la ocupación militar por parte de los dos países norteafricanos. La ONU no ha reconocido nunca la validez de este acuerdo ni ha admitido a Marruecos como potencia administradora del territorio, que legalmente sigue figurando como “único territorio español pendiente de descolonización”. Finalmente, en la noche de 26 de febrero de 1976 se hizo efectivo el Acuerdo de Madrid, con el que España puso fin a su presencia colonial en el Sahara. El 27 de febrero de 1976, el Frente Polisario proclamó la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), reconocida en noviembre de 1984 por la mayoría de países de la Organización para la Unidad Africana (OUA). A partir de entonces comenzó el éxodo de grandes cantidades de refugiados saharauis, que se establecieron en campamentos en la desértica región argelina de Tinduf. <h5><strong>Mauritania</strong></h5> Aunque aquellas negociaciones habían introducido a Mauritania como tercero en la partida, realmente lo que hicieron fue allanar el camino para que Marruecos se hiciera en agosto de 1979, de forma definitiva, con todo el territorio. Para Mauritania, aquel acuerdo –adoptado al margen del Comité de Descolonización de la ONU- suponía un intento de frenar el expansionismo de Marruecos, que acababa de reconocer formalmente la existencia del Estado mauritano y no había ocultado en el pasado su interés por integrar a este país en su proyecto de Gran Marruecos. No obstante, el derrocamiento del presidente Mohtar Uld Dadah en julio de 1978 y su sustitución por un Comité Militar liderado por Mohamed Khouna Ould Haidala supuso un cambio de política en un país que, en apenas tres años y medio, había perdido hasta un millar de soldados en su guerra con el Frente Polisario. El 5 de agosto de 1979, Mauritania firmó en Argel un acuerdo formal de paz con el Frente Polisario –posteriormente avalado por el Consejo de Seguridad y la Asamblea General de la ONU- en el que, en nombre de “los derechos de los pueblos a la libre determinación”, declaraba “solemnemente” que ya no tenía “reivindicaciones territoriales o de otra clase en el Sahara Occidental”, se comprometía a retirar sus tropas y a poner fin a aquella “guerra injusta” y reconocía al Polisario como “representante del pueblo saharaui”. El 11 de agosto, el Rey de Marruecos, Hassan II, respondió a esta decisión con la invasión militar y la anexión de la zona del sur del Sáhara Occidental abandonada por Mauritania. Tanto la retirada mauritana como la posterior anexión marroquí suponían la invalidación de facto del Acuerdo Tripartito de Madrid, puesto que había sido roto unilateralmente por dos de las tres partes. “Sus términos han sido alterados por las acciones unilaterales mauritana (tendente a la paz) y marroquí (proclive a la guerra), que, en cualquier caso, se apartan por completo de lo estipulado en el acuerdo”, escribió por esas mismas fechas, en el diario El País, el abogado y político Emilio Menéndez del Valle, futuro embajador de España en Jordania e Italia y eurodiputado socialista entre 1999 y 2014.