Introducción
España ha presentado su nueva Estrategia de Acción Exterior 2025–2028, un documento que aspira a situar la política exterior en el centro de la agenda nacional. El texto, impulsado por el Ministerio de Asuntos Exteriores, pretende actualizar la proyección internacional del país en un escenario de cambios acelerados: guerra en Ucrania, crisis en Oriente Medio, ascenso de potencias autoritarias y reorganización de la economía global.
La estrategia combina ambición y realismo. Por un lado, plantea un papel más activo de España en la diplomacia europea, mediterránea e iberoamericana; por otro, reconoce la necesidad de dotar de medios, coherencia y continuidad a la política exterior. La cuestión de fondo es si España dispone de la capacidad institucional y el consenso político necesarios para traducir su visión en influencia real.
- Un contexto internacional de fragmentación
El lanzamiento de la nueva estrategia coincide con uno de los periodos más volátiles de la política internacional desde el final de la Guerra Fría. La invasión rusa de Ucrania ha devuelto la guerra a suelo europeo; Oriente Medio vive una nueva espiral de inestabilidad; la rivalidad entre Estados Unidos y China divide el sistema internacional; y el multilateralismo atraviesa una crisis profunda.
En ese marco, España busca reafirmar su vocación de actor comprometido con la paz, la cooperación y el derecho internacional. La estrategia parte de un diagnóstico claro: el mundo se ha fragmentado en bloques de poder, y Europa necesita redefinir su papel para no quedar relegada a un espacio de influencia limitada. España quiere contribuir a esa redefinición desde su propia identidad y experiencia.
- Ejes de la nueva estrategia
El documento articula la acción exterior española en torno a cinco ejes: Europa, el Mediterráneo y África, América Latina, el multilateralismo y la transformación global. Cada uno de ellos refleja una prioridad diplomática consolidada, pero también una apuesta de futuro.
En el ámbito europeo, España reafirma su compromiso con la integración, la defensa común y la política exterior de la Unión. En el Mediterráneo y África, se propone reforzar la presencia española frente al auge de la inestabilidad y la competencia de otras potencias. En América Latina, apuesta por revitalizar una relación estratégica basada en valores compartidos y en la promoción del desarrollo sostenible.
El eje multilateral insiste en la defensa de un orden internacional basado en reglas y en la necesidad de reformar las instituciones globales. Por último, la dimensión transversal de la estrategia —digitalización, clima, igualdad y derechos humanos— busca proyectar una imagen moderna y solidaria del país.
- Continuidades y novedades
La estrategia mantiene la línea trazada por los documentos anteriores, pero introduce tres novedades relevantes. En primer lugar, la prioridad europea: España asume que su política exterior solo puede desplegarse de manera efectiva dentro de un marco común. El eje atlántico sigue siendo fundamental, pero la brújula principal está en Bruselas.
En segundo lugar, se refuerza la dimensión mediterránea y africana, donde España aspira a un papel de liderazgo europeo. La estrategia subraya la necesidad de abordar conjuntamente los desafíos de seguridad, migración, energía y desarrollo. La política hacia el Magreb y el Sahel se perfila como uno de los ejes más sensibles del documento.
La tercera novedad es la incorporación explícita de la autonomía estratégica europea como principio rector. España apoya una Europa capaz de actuar de manera soberana en materia de defensa, tecnología y energía, sin romper su alianza con Estados Unidos. Esa idea de “autonomía abierta” refleja un equilibrio entre pragmatismo y ambición.
- América Latina: un vínculo que necesita renovación
La relación con América Latina ocupa un lugar destacado. España considera la región un espacio prioritario para su proyección global, tanto por la afinidad cultural como por el interés económico y político. La estrategia propone fortalecer la cooperación en transición ecológica, digitalización y cohesión social, así como impulsar una alianza euro-latinoamericana más equilibrada.
Sin embargo, el reto es convertir la retórica en resultados. Las tensiones políticas en varios países, la competencia de China y la falta de un marco comercial actualizado dificultan la articulación de una estrategia común. España busca ejercer un papel de puente entre Europa y América Latina, pero para ello necesita más instrumentos financieros, diplomáticos y de coordinación con Bruselas.
La relación con Venezuela, Cuba y Nicaragua sigue siendo el punto más delicado: el equilibrio entre el compromiso con los derechos humanos y el diálogo político condicionará la credibilidad española en la región.
- El Mediterráneo y África: prioridad de seguridad y desarrollo
El documento dedica especial atención al entorno sur. El Mediterráneo y África occidental se presentan como espacios de oportunidad, pero también como focos de riesgo. La estrategia propone una política integral que combine cooperación, inversión, diplomacia y seguridad, frente al enfoque puramente reactivo del pasado.
España defiende un enfoque europeo para el Sahel, en el que la estabilidad y el desarrollo vayan de la mano. En paralelo, busca reforzar los lazos con los países del Magreb, en particular Marruecos y Argelia, desde la pragmática asunción de sus diferencias y complementariedades. La seguridad energética, la gestión migratoria y la lucha contra el extremismo violento son los pilares de esa política.
El reto será mantener la coherencia entre la diplomacia de Estado y los intereses empresariales, evitando que la política africana se reduzca a una agenda de control fronterizo.
- España y el multilateralismo: reformar sin renunciar
En un contexto de crisis del sistema internacional, España reivindica el valor del multilateralismo como marco para la gestión de desafíos globales: cambio climático, salud, desigualdad o gobernanza digital. La estrategia llama a reformar las instituciones internacionales, pero sin romper con ellas. La propuesta es actualizar, no sustituir, el orden basado en normas.
España aspira a ser un actor activo en la agenda de Naciones Unidas, el G20 y las instituciones financieras internacionales. También defiende una presencia más relevante de la UE en foros globales. El objetivo es hacer de la diplomacia española una voz de equilibrio entre los grandes bloques, capaz de tender puentes y fomentar el diálogo.
- Recursos, coherencia y desafíos
La principal incógnita de la nueva estrategia no está en su contenido, sino en su ejecución. La diplomacia española afronta limitaciones de personal, presupuesto y coordinación interministerial. El reto de convertir prioridades en acciones concretas requerirá una mayor planificación y una estructura institucional más ágil.
Asimismo, la política exterior necesita coherencia con las políticas domésticas. Las decisiones en materia energética, migratoria o de cooperación deben alinearse con los objetivos estratégicos. Sin esa coherencia interna, la estrategia corre el riesgo de quedarse en un documento declarativo.
Por último, la continuidad política será decisiva. Cada legislatura ha tendido a reformular la acción exterior desde cero, lo que ha debilitado su eficacia. Consolidar una política de Estado en el ámbito internacional es quizá la condición más importante para que España gane peso global.
Conclusión
La Estrategia de Acción Exterior 2025–2028 llega en un momento en que el mundo exige claridad, ambición y constancia. España presenta una visión articulada y moderna de su política internacional, basada en el europeísmo, el multilateralismo y la cooperación. Pero el éxito no dependerá solo de las ideas, sino de la capacidad de convertirlas en acción y de mantener el rumbo más allá de los ciclos políticos.
La ambición está definida: hacer de España un actor con voz propia, puente entre Europa y el Sur Global, defensor del derecho internacional y promotor de una globalización más justa. Ahora toca demostrar si el país dispone de los medios y la voluntad para hacerlo posible.
Las claves del tema
Contexto:
España lanza su Estrategia de Acción Exterior 2025–2028 en un contexto global marcado por guerras, rivalidades geopolíticas y crisis del multilateralismo.
Implicaciones:
La estrategia refuerza el eje europeo, mediterráneo y latinoamericano, y apuesta por la autonomía estratégica y la diplomacia multilateral como pilares de la acción exterior.
Perspectivas:
Su éxito dependerá de la continuidad política, la coherencia institucional y la capacidad de traducir ambición en influencia efectiva. España busca consolidarse como actor global estable en un orden internacional en transformación.
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