La salida de las misiones internacionales en Mali y Níger ha dejado un vacío de seguridad en el Sahel que afecta de lleno a España. La creciente presencia de Rusia y China, la expansión del terrorismo yihadista y la fragilidad de los regímenes de la región convierten esta crisis en un reto estratégico para la política exterior y de defensa española.
El vacío tras la retirada
En apenas dos años, el mapa del Sahel ha cambiado radicalmente. La misión francesa Barkhane se retiró, la ONU ha terminado su presencia en Mali y la misión de la UE en Níger se desmantela progresivamente. En su lugar, los nuevos gobiernos militares buscan alianzas con Moscú, que ha desplegado efectivos vinculados al Grupo Wagner (hoy rebautizado bajo control estatal ruso). Este viraje ha erosionado la capacidad europea de influir en la región.
Una amenaza cercana
Para España, el Sahel no es un escenario lejano. La inestabilidad afecta directamente a tres frentes: el terrorismo yihadista, con ramificaciones que alcanzan el Magreb; la presión migratoria, con rutas que atraviesan Mauritania y Marruecos hacia Canarias; y la seguridad energética, dado que Argelia es el principal suministrador de gas natural. La región se ha convertido en una frontera avanzada de la seguridad nacional.
El papel de Rusia y China
Rusia se ha consolidado como socio militar de los regímenes del Sahel, ofreciendo seguridad a cambio de concesiones mineras y apoyo político. China, por su parte, ha intensificado su presencia económica y en infraestructuras, llenando el vacío dejado por Europa. Esta combinación reduce el margen de maniobra español y europeo, mientras debilita la capacidad de condicionar reformas democráticas en la región.
La estrategia española
España ha reforzado su cooperación bilateral con Mauritania y mantiene un diálogo constante con Argelia y Marruecos para contener las rutas migratorias. Además, busca que la UE reconozca el Sahel como prioridad estratégica, defendiendo mayores fondos de cooperación y un enfoque integral que combine seguridad, desarrollo y gobernanza. La diplomacia española insiste en que el Sahel es la frontera sur de Europa, no solo de España.
Dilemas de política exterior
La salida de misiones europeas obliga a España a decidir si incrementa su presencia bilateral o confía en nuevos marcos multilaterales. El riesgo es claro: sin una implicación sostenida, el Sahel puede convertirse en un foco permanente de inestabilidad que impacte en Canarias, el Estrecho y la seguridad energética. La tensión entre pragmatismo (acuerdos con gobiernos militares) y principios (defensa de la democracia y los derechos humanos) marcará la agenda de Madrid.
Conclusión
El Sahel es hoy el principal desafío de seguridad exterior para España. Con el repliegue internacional, el Gobierno debe articular una estrategia que combine diplomacia, cooperación y presencia sobre el terreno, apoyándose en la UE y la OTAN, pero también reforzando alianzas bilaterales. El resultado de esta apuesta definirá la capacidad de España para proteger sus intereses en el Magreb y en África occidental en un escenario geopolítico cada vez más disputado.
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