La declaración conjunta UE-EE.UU. sobre un marco de comercio recíproco, justo y equilibrado promete rebajar tensiones transatlánticas, pero en la práctica sitúa a Bruselas en la posición de mayor cesión. La UE elimina aranceles industriales, flexibiliza normas estratégicas y asume compromisos energéticos y de defensa, mientras Washington asegura un arancel mínimo del 15 % para casi todos los productos europeos.
El marco transatlántico anunciado el 21 de agosto por la Comisión Europea y Estados Unidos nace bajo el lema de “reciprocidad, justicia y equilibrio”. Sin embargo, el desglose de los compromisos apunta a una asimetría preocupante desde la óptica comunitaria.
Bruselas abre de par en par su mercado
La Unión Europea se compromete a eliminar todos los aranceles sobre bienes industriales estadounidenses, lo que facilita el acceso de la industria norteamericana al mayor mercado común del mundo. Además, reduce gravámenes para varios productos agrícolas sensibles, como lácteos, frutas y procesados, consolidando una apertura que beneficia directamente a exportadores de Estados Unidos.
Acero y aluminio: concesión pendiente
En el terreno más sensible, Bruselas acepta pagar aranceles del 50 % sobre el acero y el aluminio hasta que se alcance un acuerdo definitivo sobre contingentes arancelarios (TRQ). Esta cláusula mantiene a las acerías y a la industria metalúrgica europea en clara desventaja competitiva mientras se negocia un marco que puede dilatarse en el tiempo.
Energía, inversión y defensa: compromisos billonarios
El marco añade compromisos financieros de enorme envergadura:
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La UE se compromete a comprar energía estadounidense por valor de 750.000 millones de euros, reforzando la dependencia del gas natural licuado y otras fuentes procedentes de EE.UU.
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Se añade un paquete de inversión de 600.000 millones en territorio norteamericano, en línea con la estrategia de seguridad económica y diversificación de suministros.
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Bruselas también acepta compras de material militar estadounidense, reforzando la interdependencia en defensa en un contexto marcado por la guerra en Ucrania y la presión sobre la OTAN.
Flexibilidades regulatorias en verde y gobernanza
En paralelo, la UE introduce concesiones en su arquitectura regulatoria:
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Se compromete a flexibilizar la aplicación del Mecanismo de Ajuste en Frontera por Carbono (CBAM).
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Revisa el calendario y exigencias de la normativa sobre deforestación importada.
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Introduce cambios en las directivas de gobernanza empresarial (CS3D y CSRD).
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Renuncia a aplicar tasas de uso de red digital que habían sido planteadas frente a las grandes tecnológicas.
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Y acepta consultar con Washington su reforma aduanera, abriendo la puerta a injerencias en un campo estrictamente comunitario.
A cambio, un 15 % generalizado
Por todo ello, Bruselas obtiene como contrapartida que Estados Unidos fije un arancel mínimo del 15 % a casi todos los productos europeos. Washington introduce excepciones puntuales —aeronaves, genéricos, precursores químicos o corcho—, pero mantiene un nivel arancelario que limita severamente la competitividad europea en sectores clave, como la automoción y los semiconductores.
¿Reciprocidad o cesión?
El desequilibrio entre las concesiones tangibles de Bruselas (apertura arancelaria total, compras masivas de energía y defensa, ajustes regulatorios) y las contrapartidas limitadas de Washington plantea dudas sobre si el marco responde realmente a un comercio “recíproco y justo”.
En un contexto de reindustrialización y transición verde, la UE parece haber privilegiado la estabilidad política transatlántica a costa de sacrificar herramientas de autonomía estratégica. El reto inmediato será comprobar si las futuras rondas de negociación consiguen reequilibrar una relación que, hoy, favorece claramente a Estados Unidos.
¿Quieres que le dé un giro más crítico (subrayando las concesiones como cesiones de soberanía y riesgo para la autonomía estratégica europea) o un tono más diplomático (valorando el acuerdo como necesario, aunque imperfecto, para evitar una guerra arancelaria)?