<h6><a href="https://aquieuropa.com/charles-powell-espana-tiende-a-europeizar-si-surge-una-amenaza-o-un-problema-pero-no-siempre-es-posible-ni-conveniente/"><strong>Redacción Aquí Europa</strong></a></h6> <h4><strong>En un contexto global cada vez más fragmentado, el renacimiento de un mundo multipolar parece inevitable. Charles Powell, director del Real Instituto Elcano, reflexiona sobre las raíces profundas de esta transformación y cómo las tensiones internas en Estados Unidos han acelerado este proceso. En este análisis, también se aborda el papel de Europa ante un cambio de paradigma en las relaciones internacionales, destacando las oportunidades y desafíos que enfrenta la Unión Europea, y específicamente España, en un tablero global cada vez más complejo. Powell ofrece una visión crítica sobre las alianzas estratégicas de España, la relevancia de su relación con América Latina y la necesidad de recuperar un enfoque proactivo en el seno de la Unión Europea.</strong></h4> <strong>Aquí Europa – ¿Cree usted que estamos realmente ante un cambio de orden internacional? ¿Nos ha llevado hasta aquí el presidente de Estados Unidos, o esto ya venía gestándose desde antes? ¿Cómo ve usted la situación global?</strong> <strong>Charles Powell</strong> – Nosotros lo vemos como algo que ya estaba en marcha desde hace bastante tiempo. Las causas profundas tienen que ver con el fenómeno de la globalización, su fragmentación, y el impacto que todo ello ha tenido dentro de Estados Unidos. Lo que hemos visto allí es un país que, aunque sigue siendo la gran potencia económica y militar, empieza a percibirse a sí mismo como un perdedor de la globalización. Y, en consecuencia, le da la espalda al sistema que ellos mismos, en buena medida, habían creado tras la Segunda Guerra Mundial. Esto es muy paradójico, porque no es habitual que una superpotencia empiece a sentir que está en declive. Lo vimos tras la Segunda Guerra Mundial en el Reino Unido, pero fue un fenómeno distinto. Creo que lo que estamos presenciando ahora es, precisamente, eso: la consolidación de un mundo multipolar. No solo con dos grandes polos, como China y Estados Unidos, sino también con otros como India, entre otros, y sin instituciones multilaterales fuertes. Por decirlo en una frase, ese es el dilema al que nos enfrentamos. <strong>Aquí Europa</strong> <strong>– ¿Y en todo este contexto, qué papel puede desempeñar realmente Europa? Estamos con una agenda de competitividad, tratando de corregir errores pasados en esta legislatura… Pero, desde su perspectiva, ¿dónde sitúa usted a la Unión Europea en este tablero global?</strong> <strong>Charles Powell</strong> – Por un lado, este no es un entorno favorable para nosotros. Somos una unión de 27 estados, pero todavía no somos una unión política, ni siquiera hemos culminado la unión económica y monetaria. Ante todo, somos un gran mercado interior, que funciona razonablemente bien, aunque ahora mismo está bajo presión y en riesgo de fragmentación. Contamos con diagnósticos muy certeros, como los informes de Draghi o el del grupo de alto nivel de Enrico Letta. La gran pregunta es si vamos a tener la voluntad política necesaria para llevar a cabo las reformas que todos sabemos que hacen falta. En ese sentido, puede que Trump acabe siendo, paradójicamente, una buena noticia para nosotros. Puede actuar como un “federador externo” de la Unión Europea. Ya hemos visto con claridad que no podemos seguir como hasta ahora, sobre todo en el ámbito de la defensa y la seguridad. Pero esto tiene otras implicaciones, como la dimensión tecnológica. Como europeísta, creo que la autonomía estratégica es nuestra carta más valiosa, y es la que debemos jugar. Eso sí, nos costará mucho trabajo, especialmente en defensa y seguridad, porque tenemos percepciones muy distintas de lo que constituye una amenaza. Siempre recuerdo nuestro lema: “Unidos en la diversidad”. Pero, en realidad, hay bastante más diversidad que unión en el seno de este peculiar invento que hemos construido entre todos. A pesar de ello, yo me considero optimista. Porque en el mundo, la mayoría de los países aún desea un orden internacional basado en reglas. El caos que genera Trump no le conviene a nadie. Y Europa tiene una gran fortaleza: nuestra capacidad para crear instituciones y procedimientos. Lo hemos hecho hacia adentro, y podemos hacerlo hacia afuera. Así que, si me preguntaras cuál debería ser el gran objetivo de la Unión Europea a medio o largo plazo, diría que es la refundación del orden liberal internacional basado en reglas. Pero deberá ser un orden más inclusivo. Y que tenga más en cuenta los intereses de lo que se ha venido llamando el “sur global”. En Elcano preferimos el término “sur plural”, que creemos más acertado. Es decir: India, China, pero también África, gran parte de Asia… Comprender sus intereses, ser sensibles a sus necesidades, sin echarnos en brazos de China. De hecho, vengo de pasar dos o tres horas con expertos sobre China. Mi consejo sería: por un lado, no romper nosotros la relación transatlántica; tratar de rescatar todo lo que podamos de ella. Creo que la OTAN va a sobrevivir, aunque probablemente no con la misma forma ni el mismo papel que tiene ahora. Y, desde luego, no echarnos en brazos de China, porque tampoco es un socio fiable. ¿Seremos capaces de hacer todo esto? Va a ser difícil. Pero creo que, finalmente, hemos llegado a la hora de la verdad. <strong><img class="alignnone wp-image-116025 size-full" src="https://thediplomatinspain.com/wp-content/uploads/2025/05/Powell-4.jpg" alt="" width="750" height="418" />Aquí Europa</strong> <strong>– Como es lógico, vayamos ahora a nuestra casa: España. Desde aquí observamos el mundo y a la Unión Europea, pero ¿qué papel juega realmente España dentro de la Unión? ¿Cuál debería ser ese papel en una Europa que ha cambiado mucho? Recuerdo aquella época, como solía decir el embajador Elorza, en la que existía un “directorio franco-alemán” y los demás simplemente tratábamos de adaptarnos. Pero hoy eso ya no parece sí. ¿Cómo cree usted que debe posicionarse España?</strong> <strong>Charles Powell</strong> – Efectivamente, respecto al comentario de Elorza, hoy en día todo el mundo reconoce que el tándem franco-alemán sigue siendo necesario, pero ya no es suficiente. Es una condición imprescindible, sí, pero no basta por sí sola. Yo suelo decir, a veces en broma y para simplificar mucho, que la política de España hacia la Unión Europea durante los últimos 30 o 40 años se podría resumir así: “todo con Alemania, nada contra Francia”. Y si se fija, los grandes hitos de nuestra trayectoria europea han respondido a esa lógica. Ahora bien, creo que España debería mostrarse más ambiciosa en Europa. Somos la cuarta economía del continente, tras Alemania, Francia e Italia. Habríamos sido la quinta si el Reino Unido siguiera en la Unión, pero ya no está. Y, en general, somos un país con peso y prestigio dentro del proyecto europeo. Mi crítica principal es que a menudo adoptamos una actitud demasiado conservadora, sobre todo en lo que respecta a la creación de alianzas. Por ejemplo, el presidente Sánchez me preguntó una vez: “¿Qué es lo mejor que he hecho en política exterior?”. Y le contesté: <em>el non paper sobre autonomía estratégica elaborado junto con los Países Bajos</em>. Una respuesta algo peculiar, quizá, pero muy reveladora. ¿Y cuál es la lógica detrás de esa respuesta? Pues que, tras el Brexit, los holandeses comenzaron a mirar a su alrededor, preguntándose con quién podían colaborar. Alemania y Francia, por supuesto, son socios clave para todos. Pero, ¿por qué no pensar también en una alianza entre la cuarta y la quinta economías de la UE? Si ambas se ponen de acuerdo en cuestiones como la defensa del mercado interior o la economía estratégica, se pueden conseguir avances reales. Y de hecho, eso tuvo cierto recorrido, quizás no tanto como nos hubiera gustado, pero es un buen ejemplo de lo que a mí me gustaría ver hacer a España. Otro ejemplo: Rumanía. Es un país cada vez más relevante, y en España viven alrededor de un millón de rumanos. ¿Estamos aprovechando eso adecuadamente? Estas personas han venido voluntariamente, trabajan, ahorran, pagan impuestos, son ciudadanos europeos y pueden moverse libremente… pero no estamos sacando todo el provecho político ni estratégico a esa relación. Y lo mismo diría de Polonia, una potencia europea en ascenso. Creo que debemos perder el miedo a la idea de que el centro de gravedad de la Unión pueda trasladarse hacia Europa Central y Oriental. A menudo tememos quedar en la periferia, pero yo creo que, en realidad, todos somos periféricos en algún sentido. España, desde luego, no es más periférica que Polonia o que Rumanía. Deberíamos ser más hábiles construyendo alianzas. Y luego hay otras cuestiones mejorables. Por ejemplo, uno de los grandes misterios de la Unión Europea es la débil relación entre España e Italia. Si se fija, casi nunca hacemos nada importante juntos, a pesar de que somos la tercera y la cuarta economías de la Unión, y compartimos intereses estratégicos: el flanco sur, el Magreb, África Subsahariana… De nuevo, lo que noto es una cierta falta de creatividad. Y es algo que arrastramos desde hace décadas, desde la Transición incluso. Los italianos apoyaron nuestra entrada en la Comunidad Europea, pero más allá de eso, nunca hemos desarrollado una alianza sólida con ellos. <strong>Aquí Europa – Antes de dar el salto atlántico y hablar de América Latina —una referencia obligada cuando se trata de España, la Unión Europea y este cambio de paradigma—, quisiera detenerme en un elemento que podría parecer menor, pero que es muy significativo: la alianza ibérica con Portugal. ¿Qué se puede poner realmente sobre la mesa? ¿Por qué no hemos avanzado, entre comillas, hacia un «Benelux ibérico»? ¿Por qué no hemos conseguido una cooperación hispano-portuguesa más profunda, pese a que la relación es excelente?</strong> <strong>Charles Powell</strong> – La relación, en efecto, es muy buena. A veces se ignora, por ejemplo, que España exporta más a Portugal que a toda América Latina. En términos económicos, somos prácticamente un único mercado. Eso sí, también es cierto que esto genera algunas tensiones, porque hay una asimetría evidente en el tamaño de ambos países: 10 millones de habitantes frente a 38. En parte, esto responde a ciertos recelos históricos, pero también influye el hecho de que no hemos sabido identificar proyectos compartidos que posicionen conjuntamente a España y Portugal dentro del contexto europeo. Por ejemplo, seguimos siendo una isla energética, y eso debería habernos impulsado a una mayor cooperación. Para ser justo, creo que este Gobierno ha manejado bastante bien la relación con Portugal, pero quizás lo que falta es encontrar instrumentos que la doten de mayor visibilidad y proyección. También hay que tener en cuenta una tensión muy interesante dentro del proyecto europeo: la que existe entre lo bilateral y lo comunitario. Una de mis preocupaciones es que España tiende a «europeizar» todo. Si surge una amenaza o un problema, la respuesta automática es trasladarlo al plano comunitario. Pero no siempre es posible ni conveniente. Por ejemplo, con Marruecos, eso no funciona del todo. Europeizamos el tema de la pesca en su momento —aunque hoy ya no es tan relevante—, pero hay otros asuntos, como Ceuta y Melilla, la migración o el terrorismo, que siguen siendo competencia exclusiva de los Estados. Y no se pueden europeizar tan fácilmente. Así que el gran reto, una vez más, es encontrar el equilibrio entre lo bilateral y lo comunitario. Y no siempre lo hemos sabido hacer bien. <strong>Aquí Europa – Hablemos de América Latina. Es un debate constante, forma parte de nuestro ADN, de nuestra historia, pero también es evidente que la relación se ha debilitado. Las cumbres iberoamericanas, como la próxima que se intenta impulsar, llegan muy mermadas. Nuestra capacidad de influencia es limitada, especialmente si la comparamos con la presencia creciente de actores como China. ¿Qué puede hacer realmente España en América Latina en este contexto, más aún cuando Estados Unidos parece haber retomado una suerte de doctrina Monroe, desentendiéndose en buena medida de lo que ocurre al sur del Río Bravo?</strong> <strong>Charles Powell</strong> – Efectivamente, es una cuestión que he revisado recientemente mientras trabajaba en el libro que mencionábamos antes. Cuando uno vuelve al origen de las cumbres iberoamericanas, como la de Guadalajara en 1991 o la de Madrid en 1992, recuerda la ilusión, la fuerza con la que nacieron, y cómo eran percibidas por los propios latinoamericanos. Aquella etapa ha pasado y estamos claramente en otra fase. Parte del problema es que, como mencionaba anteriormente, hemos europeizado nuestra relación con América Latina. Y lo cierto es que no todos los Estados miembros de la Unión comparten nuestro entusiasmo. Esto ha generado frustración, como se ha visto claramente con el acuerdo con Mercosur, donde el apoyo español contrasta con la reticencia de otros socios. En el Real Instituto Elcano hemos publicado un informe que nos ha dado muchas satisfacciones, titulado <em>¿Por qué importa América Latina?</em> En él desmontamos algunos tópicos: no es un desastre económico, ni político, no ha sido «colonizada» por China, y sigue siendo un espacio naturalmente vinculado tanto a Europa como a Estados Unidos. Además, también refutamos la idea —ahora bastante extendida— de que España “puso demasiados huevos en la cesta latinoamericana”. Al contrario, demostramos que ha sido la mejor inversión exterior que han hecho las empresas españolas. La gran pregunta es: ¿y ahora, qué? Pues el futuro dependerá también de ellos. Es cierto que muchos gobiernos latinoamericanos atraviesan momentos difíciles y nos miran con cierta desconfianza. En mi opinión, la fórmula adecuada pasa por equilibrar lo bilateral con lo europeo. Es decir, europeizar aquello que tenga sentido dentro del marco comunitario —y seguir tratando de que franceses, alemanes y otros países vean la importancia de América Latina—, pero al mismo tiempo reforzar el vínculo bilateral con cada uno de esos países. Yo siempre digo lo mismo: uno puede elaborar un “Plan África”, por ejemplo, y tenerlo sobre la mesa, pero ¿cuánto dinero se invierte realmente en ese plan? Ese esfuerzo no siempre está cuantificado. Del mismo modo, puedes proclamar que América Latina es prioritaria, pero la pregunta es: ¿cuántas personas hay trabajando realmente en la embajada de Buenos Aires? ¿Y en Santiago de Chile? Porque si no hay recursos, entonces no me lo cuentes. La retórica, cuando no se acompaña de hechos, se vuelve cansina, y eso genera frustración en ambas partes. Lamentablemente, esa es la sensación que tenemos ahora cuando hablamos del futuro de las cumbres iberoamericanas. El gran drama es que, a día de hoy, hay que hacer esfuerzos enormes para que los presidentes acudan y participen. Y eso revela que tenemos un problema estructural de fondo. <h5><strong><img class="alignnone wp-image-116023 size-full" src="https://thediplomatinspain.com/wp-content/uploads/2025/05/Powell-2.jpg" alt="" width="750" height="427" />Relaciones UE-Reino Unido</strong></h5> <strong>Aquí Europa – Me gustaría introducir en esta conversación un elemento que usted conoce muy bien: el Reino Unido. No hablamos de una posible reincorporación a la Unión Europea, pero, en su opinión, ¿cuál sería un escenario realista de relación entre el Reino Unido y la Europa continental en el contexto actual?</strong> <strong>Charles Powell</strong> – Siempre he sido un firme defensor de la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea. El Brexit ha sido, en mi opinión, un desastre en múltiples niveles: económico, político y hasta sociológico. Mucha gente no es plenamente consciente del impacto que ha tenido en la relación entre nuestras sociedades. Incluso cosas aparentemente menores, como que una orquesta británica venga a tocar a Europa o que se organice una exposición de arte o una gira de teatro, se han vuelto enormemente complicadas. Eso es un drama real. La única consecuencia positiva que veo en el nuevo contexto internacional generado por la elección de Donald Trump es el acercamiento que se está produciendo entre el Reino Unido y la Unión Europea en el ámbito de la seguridad y la defensa. En ese terreno, junto con el ejército francés, el británico es el único con verdadera capacidad de proyección de fuerza: tiene armamento nuclear, experiencia en intervenciones militares y un nivel de preparación avanzado. Los polacos están creciendo mucho y su ejército es cada vez más relevante, pero aún no tienen la experiencia de haber estado presentes en teatros de conflicto como Afganistán, por ejemplo. Creo que en este campo de la defensa y la seguridad el Reino Unido volverá a desempeñar un papel central. ¿Por qué? Porque en la propia Unión probablemente avanzaremos hacia una estructura de «círculos concéntricos» o de «coaliciones voluntarias», como tantas veces se ha dicho. Y en algunas de esas coaliciones, especialmente en materia de lucha contra el terrorismo, defensa o seguridad, el Reino Unido será un socio imprescindible. Al menos, espero que eso se consolide. Ahora bien, ¿significa eso que el Reino Unido volverá algún día a ser miembro de la Unión Europea? Se suele plantear la pregunta de si los británicos estarían dispuestos a regresar. Pero también habría que preguntarse si los europeos estaríamos dispuestos a aceptar su retorno. Personalmente, yo sí lo estaría. Pero si el Reino Unido sigue siendo un socio que sistemáticamente se opone a una mayor integración –como lo ha sido durante tanto tiempo–, entonces resulta difícil imaginarlo en el proyecto europeo a largo plazo. No olvidemos que en el Reino Unido hay una clara resistencia a la idea de una «unión cada vez más estrecha», que es precisamente uno de los principios fundacionales del Tratado de la Unión. Y si Europa va a avanzar –como parece lógico– hacia una integración más profunda en lo económico, lo bancario, lo fiscal e incluso lo político, el Reino Unido probablemente no podrá acompañarnos en ese camino. Por tanto, a corto y medio plazo, el escenario más realista que veo es una cooperación intergubernamental más intensa, especialmente en materia de defensa. El Reino Unido podría actuar como un puente con Estados Unidos, aunque también es cierto que esa «relación especial» entre ambos ya no es lo que fue en otras épocas. Aun así, Londres puede ayudarnos a mantener una mejor conexión con Washington. Y, por último, me ha resultado muy reconfortante ver al líder laborista Keir Starmer, que podría ser el próximo primer ministro, hablar sobre Europa y sobre la relación con Europa en un tono completamente distinto al que hemos escuchado durante los últimos años. <strong>Aquí Europa</strong> – <strong>Quisiera preguntarte por los dos grandes conflictos internacionales que vivimos actualmente y sobre cuál es la capacidad de influencia de España en ambos escenarios. Desde el Instituto Elcano, como centro de pensamiento estratégico, ¿qué evaluación hacéis del conflicto en Ucrania? Y, personalmente, ¿cómo ves tú la evolución posible de esta guerra?</strong> <strong>Charles Powell</strong> – Lamentablemente, nosotros creemos que no hay ninguna evidencia de que Putin quiera sentarse a la mesa, y, por lo tanto, incluso a pesar de la enorme presión que la administración Trump ha ejercido con Zelensky y el régimen ucraniano, creemos que eso no va a ningún lado. No es una sorpresa total. La gente ha olvidado las expectativas que generó el diálogo con Corea del Norte. Se le regaló mucho a Kim, al dictador más atroz del mundo, con esos encuentros bilaterales en plano de igualdad. Y eso no ha conducido absolutamente a nada; de hecho, el régimen ha empeorado, ha seguido invirtiendo en armas nucleares. Entonces, ¿qué está intentando hacer Trump? Se ha sugerido que está invirtiendo la estrategia de Kissinger: si este buscaba acercarse a China para aislar a la URSS, ahora Trump estaría intentando acercarse a Rusia para aislar a China. Pero no vemos que eso sea realmente así, no porque haya una alianza sólida entre Moscú y Pekín, sino porque, a pesar de sus divergencias, comparten intereses tácticos y estratégicos suficientes como para mantener una cierta coordinación. Respecto a Ucrania, sinceramente, no creemos que la paz esté próxima. Putin busca ganar tiempo, rearmarse y obtener un respiro estratégico. No sabemos cuánto tiempo puede durar este conflicto, pero lo que sí tenemos claro, al menos en Europa, es que estamos ante una amenaza existencial. Si permitimos que Putin se salga con la suya, los próximos podrían ser los países bálticos, Polonia o cualquier otro Estado miembro. Por eso debemos mantenernos firmes, aunque el coste sea elevado. En ese sentido, me parece acertada la decisión del presidente del Gobierno español, anunciada esta misma mañana, de alcanzar el objetivo del 2% del PIB en gasto en defensa, lo que supone más de 10.000 millones de euros adicionales. Es, sin duda, el camino correcto. <h5><strong><img class="alignnone wp-image-116027 size-full" src="https://thediplomatinspain.com/wp-content/uploads/2025/05/Powell-3.jpg" alt="" width="750" height="422" />Gaza y el conflicto en Oriente Medio</strong></h5> <strong>Charles Powell</strong> – Dirijo desde hace años un foro hispano-israelí, aunque hemos tenido que suspenderlo temporalmente porque ni siquiera querían hablar con nosotros. La percepción en Israel es que España se ha convertido, en cierta medida, en un país hostil. Les ha dolido mucho el reconocimiento del Estado de Palestina por parte del Gobierno español. Los israelíes siguen en estado de shock. El ataque del 7 de octubre fue un drama nacional que nosotros, desde fuera, no siempre comprendemos del todo. Ahora bien, ese trauma no puede justificar una respuesta que ya ha causado más de 40.000 muertos, muchas de ellas mujeres y niños, en Gaza. El gran temor ahora es que Trump dé carta blanca a Israel para actuar sin restricciones, como ya parece estar ocurriendo en parte. En este conflicto, Europa tiene muy poca capacidad de influencia, seamos realistas. Los países árabes con peso —Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos— podrían desempeñar un papel de mediación, pero no están verdaderamente dispuestos a implicarse a fondo ni a asumir sacrificios reales. Por tanto, lamentablemente, todo apunta a que el drama continuará. Y no solo en Gaza. En Cisjordania tampoco vemos absolutamente ningún elemento positivo en el horizonte. <strong>Aquí Europa – Y, por último, en todo esto, España, con el español, como gran herramienta de comunicación en el mundo y como manera de entender el mundo, porque una lengua, como bien sabemos, no es sólo una herramienta de comunicación, sino una manera de pensar. Ahí estamos. Usted dirige el gran <em>think tank</em> español, el gran centro de pensamiento y análisis. ¿Cómo podemos influir más en este mundo desde esa visión española que siempre, históricamente, tanto ha aportado a la humanidad? ¿Qué podemos hacer?</strong> <strong>Charles Powell</strong> – Como recordarás, nuestro fundador real fue Emilio Lamo de Espinosa, que siempre tuvo muy clara la importancia de la lengua, de la cultura, como valor económico incluso. Y, de hecho, con una persona que murió prematuramente, Jaime Otero, hicimos informes con el marqués de Tamarón sobre el valor económico del español. España tiene un enorme caudal de poder blando que a menudo infrautiliza. A menudo lo infrautiliza. La situación política española no es propicia. Nosotros siempre lo hemos dicho: la política exterior es un reflejo de la política interior. Y estamos en una fase de extrema polarización y fragmentación política en España. Esto creo que no lo cuestiona nadie; es un hecho constatable todos los días. Mientras no exista una mayor cohesión y un mayor consenso interno en relación con los grandes temas de la política exterior, seguiremos infrautilizando este enorme caudal de poder blando, que tiene que ver con la lengua, pero que también tiene que ver con el hecho de que este año seremos el segundo país del mundo más visitado. Que la gente, voluntariamente, se gaste su dinero, se gaste sus ahorros, para coger un avión… Es espectacular. La gente no se da cuenta. Hay 193 países en Naciones Unidas. Ancha es Castilla y el mundo, ancha es la tierra. Y, a pesar de eso, el segundo. Puede que el primero. Si vemos el patrimonio artístico, arquitectónico, musical, gastronómico, etc. Entonces, bueno, es verdad que en su momento se hicieron estas campañas. Yo tampoco soy demasiado partidario de institucionalizar estas cosas… todo el tema de la <em>marca España</em> en su día. Nosotros colaboramos en la medida de lo posible. De hecho, España tiene una estupenda imagen en el exterior. Acabamos de hacer una encuesta sobre la imagen de España en el Benelux, incluso. Y, bueno, pues ahí también, en el Benelux —que quizás no es un sitio fácil— incluso allí, España goza de una imagen excepcional. Quizás la pregunta es cómo intentar elaborar políticas que perduren en el tiempo, cómo institucionalizar algunas acciones. En el ámbito del turismo se ha hecho. Yo siempre recuerdo a la gente que —esto no se sabe— en 50 o 60 años, España sólo ha tenido como tres eslóganes de publicidad. Primero era <em>Spain is different</em>, luego <em>Everything under the sun</em> y <em>A passion for life</em>. Bueno, es que eso dice mucho de un país, que tenga tres. Tampoco hay que decir más. Exacto, eso lo capta perfectamente. Incluso con distintos regímenes políticos y ya gobiernos. Eso es lo que tenemos que buscar. Y, por supuesto, al Instituto Cervantes se le debería dotar de mayores medios. Debería haber una política mucho más expansiva. Por supuesto, hay problemas presupuestarios, pero yo creo que a veces no se eligen bien las prioridades. Y, quizás, con partenariados público-privados, con los medios de comunicación, con el mundo editorial —que tenemos un mundo editorial extraordinariamente potente— en fin, ser más estratégicos y menos tácticos.