<h6><strong>Eduardo González</strong></h6> <h4><strong>Los primeros cien días de Donald Trump en la Casa Blanca han tenido una inevitable influencia no solo en la política exterior española hacia Ucrania y Gaza, sino en la propia política interior y europea del Gobierno de Pedro Sánchez en dos aspectos cruciales: la respuesta a la guerra comercial lanzada por Washington y el incremento acelerado del gasto en Defensa para acabar con la tradicional y ahora incierta dependencia de Estados Unidos en esta materia.</strong></h4> La postura del Gobierno español tras la victoria de Donald Trump adoptó un tono, sobre todo, muy conciliador. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, no esperó siquiera a los resultados oficiales de las elecciones presidenciales norteamericanas de noviembre para felicitar a Donald Trump por su vuelta a la Casa Blanca y expresar su deseo de “trabajar” con la nueva Administración estadounidense. Una semana más tarde, Pedro Sánchez mantuvo una conversación telefónica con Trump para felicitarle por su victoria electoral. El 20 de enero, tras la toma de posesión de Trump como 47 presidente de Estados Unidos, Pedro Sánchez volvió a felicitar al mandatario estadounidense por su vuelta a la Casa Blanca y expresó su deseo de “trabajar con la nueva Administración de los Estados Unidos para fortalecer la relación estratégica entre nuestros países y abordar desafíos globales comunes”. <h5><strong>Los aranceles</strong></h5> No obstante, por muy conciliador que fuera el tono inicial por parte del Gobierno de Sánchez, las intenciones de Trump quedaron muy claras desde su primer día de mandato, en el que amenazó con imponer un arancel comercial del cien por cien a España con el argumento de que “es una nación BRICS” (el grupo formado por varias de economías emergentes y cuyo nombre procede de sus socios fundadores, Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Aquellas palabras fueron el anuncio de la guerra comercial que habría de lanzar el mandatario norteamericano contra prácticamente todo el mundo y que se materializó el 2 de abril con la imposición de aranceles del 24 por ciento para los productos procedentes de la Unión Europea, incluidos, obviamente, los españoles. Tras esta decisión, Pedro Sánchez anunció su intención de pedir a la Comisión Europea que adopte una serie de “medidas de urgencia a nivel comunitario” para paliar los efectos de “la guerra comercial” iniciada por Trump y presentó un Plan de Respuesta y Relanzamiento Comercial de 14.100 millones de euros para “mitigar los impactos negativos” de la nueva política arancelaria de EEUU. El pasado 10 de abril, el Gobierno español celebró la decisión de Trump de aplazar en 90 días la imposición de aranceles y expresó su deseo de que sea una “puerta abierta” a la negociación. <h5><strong>Ucrania y la defensa</strong></h5> Por otra parte, y como era de esperar, Trump también ha convulsionado la política internacional y, por tanto, la posición de España ante los grandes retos geopolíticos del momento. Por una parte, el Gobierno español ha adoptado exactamente la misma posición del resto de la UE respecto al acuerdo entre los presidentes de EEUU, Donald Trump, y Rusia, Vladimir Putin, para poner fin a la guerra de Ucrania, que todavía no ha dado ningún resultado real y que ha desconcertado a todo el mundo, con los insultos del inquilino de la Casa Blanca al presidente de Ucrania, Volodimir, Zelenski, sus elogios a Putin y su defensa de un acuerdo de paz claramente desfavorable para Ucrania. El mensaje de España y de la UE en todo este tiempo, ha sido siempre el mismo: cualquier paz “justa y duradera” debe contar con la participación tanto de Ucrania como de la Unión Europea. Asimismo, el Gobierno español ha denunciado reiteradamente las tácticas “dilatorias” de Putin para retrasar cualquier alto el fuego o cualquier acuerdo de paz y ha expresado su apoyo a Zelenski ante las presiones y desprecios de Trump. Otro capítulo esencial en esta historia fue la decisión de Donald Trump de ordenar la suspensión inmediata de toda la ayuda militar a Ucrania, tras el cual el Gobierno español insistió en su intención de “apoyar a Ucrania el tiempo que sea necesario” para lograr una “paz justa y duradera”. Aparte, este nuevo panorama puso en evidencia la necesidad de Europa de reforzar su defensa europea para no seguir dependiendo de su eterno protector atlántico, y menos aún en este momento. Esta nueva postura se tradujo en la presentación, por parte del Consejo Europeo, del Libro Blanco de la Defensa, que incluye compras conjuntas y una reserva estratégica de municiones y misiles, y de las primeras propuestas del plan de la Comisión para rearmar Europa. En este contexto, Pedro Sánchez (quien rechazó el término “rearme”) se comprometió en Bruselas a adelantar el compromiso de alcanzar el dos por ciento del PIB para gasto de Defensa, anteriormente anunciado para 2029, y presentó el 22 de abril, durante una comparecencia urgente en el Palacio de la Moncloa tras el Consejo de Ministros, el Plan Nacional para el Desarrollo e Impulso de la Tecnología y la Industria de la Seguridad y Defensa, cuyo objetivo es alcanzar en 2025 ese dos por ciento comprometido ante la OTAN y en el marco del plan de rearme de la UE. Como era de esperar, esta decisión abrió nuevas brechas entre el PSOE y Sumar, los dos partidos del Gobierno de coalición. <h5><strong>Gaza y el español en la Casa Blanca</strong></h5> Otro encontronazo inevitable entre España y EEUU ha estado relacionado con el firme apoyo de Trump al Gobierno de Israel. Uno de los momentos más tensos se produjo tras la propuesta del presidente de Estados Unidos de “tomar el control” de la Franja de Gaza y de hacerse cargo de la reconstrucción del territorio para convertirlo en una especie de resort turístico, bajo autoridad estadounidense (la “Riviera de Oriente Medio”), lo que implicaba el desalojo “permanente”, de sus 2,3 millones de habitantes palestinos. Albares calificó la propuesta de Trump de “inadmisible desde un punto de vista moral” y advirtió de que representa “una violación de los principios más elementales del Derecho Internacional”. Por otra parte, España se unió el 7 de febrero a la declaración conjunta firmada por casi 80 países, entre los que no estaban ni Italia ni Hungría, en defensa de la Corte Penal Internacional frente a los ataques de Donald Trump. Según los firmantes, la CPI representa “un pilar vital del sistema de justicia internacional al garantizar la rendición de cuentas por los crímenes internacionales más graves y la justicia para las víctimas”. Por si fuera poco, Trump tocó aún más la fibra sensible española con su decisión de cerrar la página en español de la web de la Casa Blanca. El mismísimo Rey Felipe VI calificó esta medida de “llamativa” y el director del Instituto Cervantes, Luis García Montero, denunció la “prepotencia” del mandatario norteamericano, que ha reducido al español a “una lengua de pobres y migrantes”. <h5><strong>Marco Rubio</strong></h5> A todo ello, otro elemento destacado de estos cien días ha sido el casi sistemático ninguno del secretario de Estado de EEUU, Marco Rubio, a José Manuel Albares. Ambos ministros mantuvieron su primera conversación telemática el 2 de abril, en la que abordaron “la importancia del vínculo transatlántico y el diálogo y la cooperación en seguridad y comercio”. A esas alturas, el secretario de Estado ya había conversado presencial o telefónicamente con casi un centenar de homólogos o mandatarios de distintos países, pero todavía no lo había hecho con su homólogo español. Albares y Rubio coincidieron físicamente en la Conferencia de Seguridad de Múnich, celebrada los días 14 a 16 de febrero, y la reunión ministerial de la OTAN, en la primera semana de abril, pero no hubo ningún encuentro bilateral en ninguna de ellas. Por otra parte, el empresario cubano-estadounidense Benjamín León Jr será el próximo embajador de Estados Unidos en Madrid, según informó el propio Donald Trump antes de asumir el cargo. El nombramiento de León (nacido en 1944 en Oriente, Cuba, y que emigró a Miami en 1961) todavía debe ser aprobado por el Senado, lo cual parece más que seguro dada la mayoría republicana en la Cámara. La Embajada de Estados Unidos en Madrid está vacante desde el pasado mes de julio, cuando Julissa Reynoso, embajadora desde enero de 2022, dejó el cargo.