Anda muy ocupado el mundo, la ciencia y muchas más gentes que le dan valor a la verdad, en desmentir la tormenta mediática que intenta nublar el pensamiento de los 8.150 millones de habitantes, humanos, de la Tierra. Esa barahúnda explota con dardos mediáticos, además del enclave TikTok; casi todos basados en los embustes. La tendencia mentirosa no es nueva. Va un individuo, de actualidad creciente, y visita la costa este americana en tiempos de fuertes nevadas. Visto lo cual se pregunta dónde está eso del aumento de las temperaturas, con una frase definitoria de su estrategia: “¿Qué diablos está pasando con el calentamiento global? Por favor, vuelve rápido, ¡te necesitamos!». Así lo contaba la BBC el 30 de enero de 2019. Hablamos del actual presidente de EEUU. Imaginamos que lo vuelve a pensar seis años después. Como manda en todo el mundo, la inexistencia del cambio climático se convertirá en dogma de fe mundial. En mis tiempos jóvenes de estudios geográficos lo llamábamos ocurrencia climática; ni caso. Pero ahora mismo, los despropósitos engarzan el no pensamiento global, o al menos sepultan las dimensiones de la verdad. Es más, a quienes defendemos que el clima no es como antes se nos acusa de predicar el “dogmatismo climático”.
Dicen que esto del principio de asimetría de la estupidez es una idea reciente acuñada por el informático Alberto Brandolini, allá por 2013. Pasados tantos años debería ser objeto de estudio en las universidades, y tema de debate social en los parlamentos, al menos en la UE. ¡No digamos en las cámaras del Parlamento español y en las autonómicas! Brandolini puso de actualidad algo cada vez más corriente, por más que mucha gente no vea el problema planetario. El principio enunciado por el italiano diría lo siguiente: la cantidad de energía necesaria para refutar una estupidez, falsedad o engaño, es un orden de magnitud mucho mayor que el requerido para producirla. Dicho con sencillez, se necesita mucho más esfuerzo para refutar una sandez que para producirla o sostenerla. ¿Por qué cuesta tanto desmentir un bulo? Nos preguntamos, como él, ¿por qué las mentiras y estupideces se difunden y arraigan tan rápido?
Nos tememos que en gran medida se debe a la forma en que se transmiten. Valdría el ejemplo anterior del señor Trump. También cuentan mucho los rimbombantes propagadores del bulo; aquí cabrían el telemático inspirador del presidente norteamericano, pero también algunas viejas celebridades de la canción española o legisladores en España y las CCAA que quieren borrar de su campo de decisión todo lo que tiene que ver con el cambio climático, la inmigración, la pobreza, o más incertezas y desigualdades vitales. En resumen, son personas ignorantes o instituciones egoístas –adrede, que es aún peor- que se presentan bajo un halo de autoridad con el cual atraen a los demás, o les hacen confortable la vida sin pensamientos mínimamente distorsionantes.
Dentro de la asimetría de la estupidez situaríamos la creencia de veracidad “todos los palestinos son terroristas de Hamás”, que parece el principio justificador de la masacre de Gaza, que sigue exprimiendo la maldad en forma de destrucción y muertes. Serviría tanto para el ejército de Israel que la ejecuta como para los mandatarios de EEUU que la sostienen. El resto del mundo sordo y enmudecido. Tampoco nos ayudaría “todos los norteamericanos son como el señor Trump”.
Uno es lector entusiasta de lo que decía nuestro paisano Baltasar Gracián (1601-1658). Supongo que el jesuita emplearía mucho pensamiento razonado en la redacción de El arte de la prudencia (1647). Intentaremos adaptar algo de lo allí escrito al momento en el que nos encontramos. Por el libro circulan unos 300 aforismos, que es una manera perspicaz de decir mucho de lo que la inteligencia debería entender. Alguien ha dicho del aragonés que fue un moralista heterodoxo, a la vez que un pesimista activo. Como con ambos distintivos me adorno (escondo) más de una vez, voy a intentar hacer buen uso de ellos. Aquí va una selección de ideas compartidas; se podría sostener dentro de la percepción enfocada a resolver, o aminorar, esa asimetría de la estupidez universalmente reforzada. También el autor citado recogió algo de esto en El discreto y en el Criticón. Haciendo un uso renovado de sus pensamientos diríamos que:
- Es trascendental que nos conozcamos a nosotros mismos, que seamos conscientes de nuestras fortalezas y debilidades. No ganamos nada tratando de auto engañarnos. Si así lo hacemos, tomaremos decisiones erróneas que pueden tener consecuencias indeseadas.
- Hemos de hacer un esfuerzo por ser prácticos en la vida, por comprender que todas las cosas -que observamos o hagamos- tienen utilidad, de cualquiera se puede extraer un beneficio, incluso si media la privación de ciertas expansiones o trae algún daño.
- Por el contrario, determinadas ideas, capacidades o inclinaciones, no se deben mostrar sin más, para no quedar expuestos a los ataques de los enemigos.
- Debemos usar los medios humanos como si los divinos no existieran y utilizarlos para obrar siempre con la prudencia, pues esta capacita para enfrentarse a lo inesperado, en medio del cual es imprescindible la reflexión.
Ahora, cuando la barbarie de Israel ha renovado el furor exterminador en Gaza, suponemos que con el beneplácito “trumpiano”, cuando todo el mundo se convierte en un arancel que afecta también a la existencia humana, le damos vuelta a algunas ideas que expresó el jesuita y que deberían ser escuchadas por los presidentes de todos los que gobiernan, sean elegidos o dueños de multinacionales tecnológicas ricas:
- Todo tonto está convencido; y todos convencidos son tontos. A menudo, cuanto más defectuoso es el juicio de una persona, más firmes son sus convicciones.
- Nunca hagas nada cuando estés de mal humor, porque harás todo mal. (Así parece que se sienten siempre los mandatarios ruso y americano, no digamos el israelí)
- No tomes el lado equivocado de una discusión solo porque tu oponente ha tomado el lado correcto.
- Siempre deja algo que desear; de lo contrario serás miserable desde tu misma felicidad.
- Sobrevalorar algo es una forma de mentir.
- Los envidiosos mueren no una vez, sino tan a menudo como los envidiados ganan aplausos.
- El mentiroso “sufre inconscientemente” dos veces: ni cree ni es creído.
- Y así sucesivamente.
Por el contrario, hay episodios mundiales que emocionan. La simetría buscada entre el sentir del pueblo y la gobernanza política plena de democracia. Desde aquí un homenaje al pueblo de Portugal a partir del 25 de abril de 1975 (La revolución de los claveles). 50 años después bien merece un recuerdo; Grândola, Vila Morena. Escuchémosla en la versión de Zeca Afonso; se nota el latido del alma.
P.D.: Aun percibiendo la dimensión de las asimetrías comentadas, querríamos acabar esta entrada de la estupidez con un poco de ironía. No sé a quién pertenece la autoría, se puede buscar fácilmente en Internet. Es una imagen que representa claramente a René Descartes (1596-1650). Aquel filósofo y matemático francés que formulaba por primera vez, en su libro Discurso del método (1637), aquello de “pienso luego existo”. En su atavío oscuro, alguien escribió en amarillo chillón un principio memorable en la actualidad: “Ya ni pienso, googleo y descarto”. Aquí podemos ver algunas bases psicológicas que escarban en la asimetría de nuestras mentes y pensamientos.
Carmelo Marcén Albero
Investigador ecosocial y analista de la Fundación Alternativas
Maestro y Doctor en Geografía. Ha sido profesor de Educación Primaria, Secundaria y Formación del Profesorado. Autor de artículos e investigaciones sobre medioambiente y educación recogidos en revistas especializadas como Cuadernos de Pedagogía, Investigación en la Escuela o Aula de Innovación educativa.
Premio Nacional “Educación y Sociedad” 1992 y 1993 por sus propuestas didácticas en torno al río y el paisaje vividos. Ha publicado varios libros sobre estas temáticas. Investigador colaborador del Dpto. de Geografía de la Universidad de Zaragoza y de la Fundación Alternativas de Madrid. Es miembro del Consejo de Ecodes (Fundación Ecología y Desarrollo).