La contaminación de origen difuso de las aguas superficiales y subterráneas es un problema que permanece escondido en España y Europa. Tiene un efecto acumulativo, de tal forma que cuando la población humana ve alterada sus vidas por este “descuido”, ya ha acarreado varios procesos destructivos en la biodiversidad. Todo lo cual se produce a pesar de que la UE promulgó hace más de 20 años directivas encaminadas a la “Lucha contra la contaminación de las aguas producida por nitratos agrícolas”.
Carmelo Marcén Albero
En una directiva de 1993 -había una anterior de 1991- se obligaba a los Estados miembros a designar como zonas vulnerables todas las superficies cuya escorrentía confluya en aguas que terminen siendo sopas de nitratos y, por tanto, sometidas a una elevada eutrofización (contenido excesivo de algas). Esas zonas han de ser revisadas y, en su caso, tener en cuenta los posibles cambios producidos a lo largo de años. Pero no solo: esas potenciales explosiones de riesgos han de tener un programa de acción específico, de obligado cumplimiento, elaborado tras la recogida de datos científicos y valorando las posibles alteraciones medioambientales de la zona afectada.
Elaborar un programa de intervención supone mucho y, a la vez, puede quedarse en nada, ser ineficaz, sumido en el olvido. Para que no sea así han de realizarse muestreos mensuales en aguas superficiales y subterráneas sensibles a la contaminación, y organizar un programa de control exhaustivo que quede recogido en los informes que se remitan a Bruselas en relación con las directivas que protegen las aguas y a la biodiversidad que mantienen. Así como a las posibles poblaciones humanas afectadas. Porque, debemos decirlo, en ocasiones se vulneran los códigos de prácticas agroganaderas correctas. Lógicamente, esto exige formar e informar a los trabajadores del sector primario. Resalto todo esto porque en marzo de 2024 la justicia europea condenaba a España por “no prevenir la contaminación por nitratos debido a la agricultura y ganadería”. Causa vergüenza ajena conocer que en ocho comunidades autónomas españolas no se han adoptado de forma suficiente las medidas que establece la normativa europea para luchar contra esta polución de las aguas. Un dato: casi la cuarta parte de la cabaña porcina de la UE se cría en España.
Pero aún hay más, tanto que parece una utopía asegurar que las aguas de nuestros ríos o acuíferos sean inocuas. En el Ministerio de Sanidad están muy preocupados, puesto que a fecha de 2022, los últimos datos que conocemos, 170 municipios sobrepasan la cifra de 50 miligramos por litro (mg/l) para el agua de consumo humano. El laboreo agrícola -hiper abonado- y el crecimiento de la ganadería intensiva -muchas veces en macro granjas que olvidan los planes de gestión de residuos- están detrás de los males. Otro tanto sucede en Alemania, Dinamarca o Países Bajos, que junto con España formarían el “porkyland” de la UE. A día de hoy, no podemos ignorar lo que se nos viene encima con la escusa que cuentan los dirigentes regionales de que el porcino fija población en las zonas rurales. Hemos de preguntarnos si es así y a costa de qué. Quienes deseen ampliar la información pueden visitar en Datadista el “Mapa interactivo del desastre de los acuíferos en Europa”.
Todavía hay más razones para una actuación seria de las administraciones. La que hemos llamado contaminación difusa se podría extender al resto de los tóxicos que porta el agua. También en Datadista tenemos acceso al informe Alerta PFAS: 70 años de engaños de la industria química que han llegado al grifo y a tu sangre, del 15 de enero pasado. No queremos ser alarmistas, sino informar de posibles descuidos/negligencias vitales de nuestros gobernantes y las industrias implicadas. Desvela que los PFAS (sustancias químicas prácticamente eternas por su largo tiempo de degradación) se encuentran en los envases de alimentos, ropa, maquillaje y utensilios de cocina antiadherentes. Estos químicos podrían estar vinculados con varios tipos de cáncer, infertilidad y baja respuesta a las vacunas. España los busca ahora en personas y en el agua potable. Según la Agencia Europea de Medioambiente (EEA), pueden provocar problemas de salud como daños hepáticos, enfermedad tiroidea, obesidad, problemas de fertilidad y cáncer. La contaminación oculta emerge siempre.
La contaminación difusa podría calificarse como una consecuencia de la explotación depredadora de la naturaleza. El culto al libre mercado tiene también sus limitaciones. Ahora mismo, contra los augurios negativos de la segunda era Trump, hay que posicionarse. Sabemos que el recurso más importante es la creencia en un futuro para nuestros nietos no amenazado constantemente por prácticas depredadoras de los valores ecosociales. Lo cual no puede ser ni utopía inalcanzable ni delirio inútil. De hecho, merece la pena recordar que en enero de 2023 los gobiernos de Dinamarca, Alemania, Países Bajos, Noruega y Suecia presentaron a la Agencia Europea de Sustancias Químicas (ECHA) una propuesta para reducir las emisiones de PFAS al medioambiente y lograr que los productos y procesos con estos químicos sean tan seguros que no hipotequen el futuro. Quienes deseen conocer más datos se pueden informar en el Mapa de tratamiento de aguas residuales urbanas de la UE (Environmental Infringements Interactive Maps)
Todo lo anterior quiere ser una llamada a la cordura, un punto de inflexión para llevar a cabo una transición de España, junto con la Unión Europea, hacia las mejoras del medioambiente y sus circunstancias. Queremos creer que toda esta enfermedad tiene cura. Nos reafirmamos en esto último al pensar en el sentido de la vida reflejado en dos frases célebres. La primera la pronunció Ane Goodall: “Lo que hagamos hoy afecta a las generaciones futuras”. La segunda expresa la tremenda sencillez y profundidad propia de Daniel Attenborough: “No podemos realmente amenazar a la Tierra, pues siempre sobrevivirá. Lo que estamos amenazando es nuestra propia supervivencia”. En ambas queda clara la emergencia de los riesgos difusos de alcance ecosocial, entre los que la contaminación del agua no es el único.
NOTA: No hemos hablado aquí de las otras contaminaciones del aire por diversas partículas o por los ruidos. Lo haremos en un capítulo específico. Por cierto, el 26 de enero estaba marcado en el calendario mundial como Día de la Educación Ambiental.
Carmelo Marcén Albero
Investigador ecosocial y analista de la Fundación Alternativas
Maestro y Doctor en Geografía. Ha sido profesor de Educación Primaria, Secundaria y Formación del Profesorado. Autor de artículos e investigaciones sobre medioambiente y educación recogidos en revistas especializadas como Cuadernos de Pedagogía, Investigación en la Escuela o Aula de Innovación educativa.
Premio Nacional “Educación y Sociedad” 1992 y 1993 por sus propuestas didácticas en torno al río y el paisaje vividos. Ha publicado varios libros sobre estas temáticas. Investigador colaborador del Dpto. de Geografía de la Universidad de Zaragoza y de la Fundación Alternativas de Madrid. Es miembro del Consejo de Ecodes (Fundación Ecología y Desarrollo).