<h6><strong>Eduardo González</strong></h6> <h4><strong>En diciembre de 1779, el escritor, historiador, viajero y embajador plenipotenciario de Marruecos en España, Mohamed Ben Otomán Al Meknasi, decidió interceder por la vida de un “infeliz” soldado español que había sido condenado a muerte en Cádiz por deserción. Finalmente lo consiguió, gracias a sus buenos oficios ante el Rey Carlos III y a la cercanía de las fechas navideñas, que permitieron aplazar la ejecución justo en el momento preciso.</strong></h4> <strong>El embajador marroquí inició su misión en España con el objetivo de conseguir la firma del Convenio de Aranjuez</strong>, un tratado de amistad y comercio entre España y Marruecos que fue firmado el 30 de mayo de 1780 en el sitio real de Aranjuez (Madrid) por el secretario del Despacho de Estado (ministro de Asuntos Exteriores en el lenguaje de la época), el conde de Floridablanca, en representación de Carlos III, y por el embajador Mohamed Ben Otomán, en nombre del sultán Mohamed III. Además de la firma del acuerdo, como recogía el prestigioso arabista e historiador español<a href="https://digibug.ugr.es/bitstream/handle/10481/33686/Arribas.75.pdf?sequence=1" target="_blank" rel="noopener noreferrer"><strong> Mariano Arribas Palau</strong></a> (1917-2002), <strong>Ben Otomán se dedicó a intentar conseguir la libertad de numerosos cautivos musulmanes, sobre todo marroquíes, en poder de las autoridades españolas.</strong> Fue en esa misma época cuando, durante una visita a Cádiz, el embajador recibió en diciembre de 1779 una carta firmada por Juan de Sierra, padre del abogado Antonio de Sierra, en la que <strong>solicitaba el apoyo de Ben Otomán para salvar la vida del soldado José de Ortega, del Regimiento de Infantería de Galicia, quien había sido condenado a muerte en esta ciudad andaluza por el delito de deserción. </strong> En la carta, que se presentaba como el último recurso para impedir lo que parecía inevitable, Juan de Sierra pedía al “excelentísimo señor embaxador” (en nombre de su hijo) que pusiera “vajo su protección <em>(sic)</em>” al <strong>“infeliz reo Joseph de Ortega, soldado del Regimiento de Infantería de Galicia, que por delito de deserción se hallaba sentenciado a la pena ordinaria de muerte”.</strong> En atención a la carta, el embajador marroquí se dirigió inmediatamente al capitán general de la provincia de Cádiz para pedirle que aplazase la ejecución a fin de darle tiempo de llegar a Madrid para solicitar de Carlos III el indulto del reo. Pero había un problema: en virtud de la Ordenanza Militar, el capitán general carecía de atribuciones para un aplazamiento demasiado prolongado de la ejecución de una sentencia de muerte. <h5><strong>La suspensión por Navidad</strong></h5> No obstante, <strong>“la proximidad de las Navidades, época en que se suspendía el curso de las causas, le daba un margen de tiempo que, si era aprovechado, podía dar lugar a la suspensión temporal de la sentencia, en espera de la decisión del Rey”</strong>, recordaba el profesor Arribas. En estas circunstancias, y para ir ganando tiempo, el abogado aconsejaba al embajador marroquí, “si la piedad de V.E. se dedica a continuar su protección a beneficio de este infeliz reo”, que hiciese conocer sus intenciones al conde de Riela, ministro de la Guerra, “con anticipación” y sin esperar a su llegada a Madrid. La carta de Juan de Sierra, fechada en el Puerto de Santa Maria el 24 de diciembre de 1779, no llegó a las manos de Ben Otomán hasta unos días después de su llegada a Madrid, que tuvo lugar el 12 de enero de 1780. Por tanto, el embajador llegó a la Villa y Corte sin haber cursado ninguna petición previa al conde de Riela. <strong>Aun así, la sentencia de muerte no fue ejecutada y el embajador aún tuvo tiempo de entrevistarse 21 de enero en el Palacio Real de El Pardo (sede de la Corte) con el conde de Floridablanca, a quien solicitó que mediase ante el Rey para obtener el indulto. </strong> Esta entrevista, la carta enviada al día siguiente a Floridablanca con la misma petición (que adjuntaba un memorial del soldado condenado a muerte) y la posterior entrega al secretario de Estado de la carta de Juan Sierra, dieron su fruto. Finalmente, Floridablanca trató personalmente este asunto con Carlos III el 30 de enero de 1780, durante su despacho con el Rey. Los argumentos de Juan Sierra y de Mohamed Ben Otomán debieron influir en el ánimo del Monarca, quien ordenó de inmediato al conde de Riela que hiciera suspender la ejecución del reo a fin de darle tiempo para tomar una decisión definitiva. <strong>Finalmente, Carlos III accedió a la petición de indulto formulada por el embajador y perdonó la vida a José de Ortega, conmutándole la pena de muerte por la de diez años de servicio en un regimiento de América. </strong>El 30 de marzo de 1780, Mohamed Ben Otomán se trasladó a El Pardo para expresar su agradecimiento al conde de Floridablanca. Se da la circunstancia de que Ortega no fue el único beneficiario de la benevolencia del embajador, ya que <strong>entre junio y julio del mismo año (y, por tanto, ya fuera del contexto de la Navidad) volvió a interceder con éxito en favor del platero Vicente Torregrosa, condenado a muerte en Cartagena por haber fabricado moneda falsa.</strong> Ben Otomán, que había mediado para salvar la vida de “este infeliz” en atención a “su dilatada familia”, finalmente logró el indulto para Torregrosa a muy última hora, cuando el reo ya estaba en capilla y a punto de ser ejecutado.