El proyecto ultraliberal del magnate americano propone a Elon Musk, hoy ya una figura más allá del éxtio empresarial en el sector tecnológico, como encargado de la reducción de la capacidad del gobierno de los Estados Unidos –ya por su parte bastante reducido en comparación con los Estados europeos–. Elon Musk ha estado involucrado desde hace unos años en varios sucesos –tengan, o no, relación con la gestión pública– de contrastado asombro entre la gente de a pie. La compra de Twitter y el apoyo económico más que explícito a la campaña de Trump habían sido, hasta ahora, suficientes para sorprender a más de medio mundo. Parece, sin embargo, que está queriendo repetir esfuerzos y ejercitarse en esto de ser un personaje más peculiar que referente. Lo último, su involucramiento en la política económica estadounidense.
De la reducción de Estado trumpista poco me sorprendo, ya se llegó al colmo de este fenómeno con el irrisorio vídeo de Javier Milei en el que, tras mencionar cada ministerio le adhería un ulterior ¡afuera! a sus nombres. Con esto pretende decirse, sencillamente, que a cada cual lo suyo y que, los liberales, como liberales que son, deben dignamente defender lo suyo y reducir el Estado hasta la extenuación del mismo; mal que nos pese a algunos.
Pero hay algo que me inquieta sobremanera. Me inquieta y me molesta. Lo que uno se encuentra en los planes y reivindicaciones de los liberales de hoy en día, mantiene una relación directa con las necesidades más acuciantes del pueblo, en este caso, el dinero que el Estado les ‘quita’ o el dinero que, por hacer hospitales, no cae en manos de sus hijos o de ellos para comer. Véase cómo el liberalismo se aprovecha de su gen conceptual para traducirlo en forma de necesidad a los votantes menos inquietos intelectualmente. Más allá de determinados analistas o académicos el liberalismo ha dejado el concepto que lo sujetaba para adherirse a un discurso oportunista, variable dentro de su marco de acción. Entiéndase pues, la diferencia entre justificar la reducción del Estado por disminución de costes y el justificarlo por la creencia consciente y firme de que una reducción del agente administrativo, permite al individuo mayor espacio de actividad y decisión. Definitivamente, el discurso liberal ha sufrido una grave alteración desde que las prácticas populistas volvieron a la moda de las formas comunicativas de la política.
El formato en que Trump –del que no dudo que sea un liberal convencido– propone y promueve su modelo es el ejemplo más evidente de este fenómeno. El hecho de que Elon Musk esté involucrado en esto, no es sino un mero componente más de la parafernalia americana y la película que se produce cada candidato. Igual que el propio Milei, sus espacios comunicativos están plagados de alusiones a la mala gestión de los impuestos y al deje económico que esos impuestos deja en las familias, destruyendo por completo las capacidades teóricas, ya no sólo del intervencionismo estatal, sino del propio liberalismo. Llevan al abismo a su propio estandarte, pues cuando la gente vea que su nevera no se llena con los dólares que le restan al coste público y recuerden que existen sistemas de cañería o depuradoras o lo que sea que el sistema público asuma, entenderán que el liberalismo no iba de reducir costes. El liberalismo es una decisión y es una decisión concienzuda, o debiera serlo.
Pero, más allá de las vaguedades que porta este nuevo liberalismo ¿es realista la pretensión de Musk de reducir hasta tres trillones de dólares el gasto general del Estado?
Alrededor de 880.000 millones de dólares (13% del gasto total del gobierno estadounidense) se destinan al pago de intereses de la deuda nacional, lo que significa que esa línea de gasto no puede reducirse sin poner al gobierno estadounidense en default.
Alrededor de 1,46 billones de dólares (22%) se destinan a la Seguridad Social, lo que significa principalmente pensiones para los estadounidenses mayores de la edad de jubilación. Se trata de una línea de gasto que es “obligatoria”, lo que significa que debe gastarse por ley en quienes reúnen los requisitos. Otras grandes líneas obligatorias de gasto gubernamental incluyen Medicare, un programa de seguro médico financiado por el gobierno que atiende principalmente a estadounidenses mayores de 65 años.
Saque el lector sus propias conclusiones.