Joohyun Moon
Profesora de Ingeniería Energética en el Departamento de la Universidad Dankook / República de Corea
Corea del Norte ha sorprendido recientemente a la comunidad internacional al desplegar supuestamente tropas en Rusia en medio de la guerra en Ucrania. Aunque la magnitud exacta y el papel de estos soldados permanecen inciertos, los expertos sugieren que la participación de Corea del Norte podría tener un impacto significativo tanto en la guerra en Ucrania como en la dinámica de seguridad en la Península de Corea. Este despliegue subraya la persistente priorización de los objetivos militaristas del régimen sobre el bienestar de su población, planteando preguntas cruciales sobre las violaciones de derechos humanos en el país.
El despliegue de tropas de Corea del Norte en Rusia parece estar impulsado por varios motivos estratégicos, siendo el objetivo principal consolidar su alianza con Moscú. En junio, se firmó un “Acuerdo Integral de Asociación Estratégica” entre Corea del Norte y Rusia, ratificado por la Duma Estatal rusa en octubre. Esta alianza va más allá de simples formalidades diplomáticas: parece que Corea del Norte cree que una “alianza sanguínea” forjada en el campo de batalla asegurará mejor su futuro. La administración de Kim Jong-un probablemente considera que solo los lazos estrechos con naciones poderosas como Rusia pueden preservar su régimen.
Además, la implacable búsqueda de Corea del Norte por avanzar en sus programas nucleares y de misiles ha eclipsado durante mucho tiempo el bienestar de su pueblo. Durante la grave hambruna de la década de 1990, conocida como la “Ardua Marcha”, millones de personas murieron de hambre mientras el régimen priorizaba el desarrollo nuclear, culminando en su primer ensayo nuclear en 2006. Hoy en día, el estado ha logrado la miniaturización y estandarización de ojivas nucleares, pero continúa buscando nuevos avances. Rusia posee tecnologías clave en capacidades de reentrada para misiles balísticos intercontinentales, satélites de reconocimiento y submarinos nucleares, todos elementos que Corea del Norte busca para fortalecer su poder militar. Poseer tal tecnología permitiría a Corea del Norte representar una amenaza mayor no solo para Corea del Sur, sino también para otros países vecinos e incluso para Estados Unidos, lo que desestabilizaría aún más el ya frágil panorama de seguridad en la región.
La decisión del régimen norcoreano de enviar a sus soldados a una guerra extranjera para ganar experiencia en combate marca una nueva dimensión de sus ambiciones estratégicas. A pesar de contar con 1,2 millones de efectivos en servicio activo, las fuerzas de Corea del Norte carecen de experiencia real en el campo de batalla. Participar en un conflicto bélico intenso podría proporcionar a sus soldados una valiosa exposición al combate. Si este despliegue se combina con posibles transferencias de tecnología desde Rusia, Corea del Norte podría mejorar significativamente sus capacidades militares, representando una amenaza aún mayor para Corea del Sur y los países vecinos.
Es probable que los motivos financieros jueguen un papel en este despliegue. Aunque no está confirmado, se informa que cada soldado norcoreano recibe alrededor de 2.000 dólares al mes. Esto significa que, si se despliegan 12.000 soldados, como afirman algunos medios, el total ascendería a 24 millones de dólares al mes, fondos que casi con seguridad terminarían canalizándose hacia el régimen. La economía de Corea del Norte ha luchado durante mucho tiempo bajo sanciones internacionales, y aunque este despliegue podría ofrecer algo de alivio financiero, estos beneficios tienen un costo trágico. Muchos jóvenes soldados enfrentan una alta probabilidad de bajas, con el exministro de Defensa ucraniano Andriy Zahorodnyuk estimado una tasa de bajas del 90% para fuerzas similares en el frente. Para el régimen norcoreano, enviar soldados a luchar en una guerra lejana es un intercambio calculado de vidas por dinero, sin tener en cuenta la seguridad individual ni las consecuencias para las familias.
Bajo estas maniobras se oculta una realidad mucho más oscura de abusos generalizados de derechos humanos. Los informes indican que las familias de soldados desplegados en Rusia están siendo trasladadas a lugares aislados, probablemente para evitar la deserción y la disidencia. Dado que se estima que la tasa de fertilidad de Corea del Norte se encuentra entre 0,9 y 1,2 para 2024, es probable que muchos de estos soldados sean hijos únicos, enviados al peligro sin una causa justa por parte del régimen. Esta táctica sombría refleja un desprecio profundamente arraigado por la vida humana y los lazos familiares, planteando cuestiones morales que exigen la atención internacional.
Sin embargo, los abusos contra los derechos humanos en Corea del Norte van mucho más allá de estos solados y sus familias. Durante décadas, la población norcoreana ha sufrido una extrema privación y un abuso sistemático. Los residentes de las zonas cercanas al sitio de pruebas nucleares del país han padecido la exposición a radiación debido a filtraciones y la contaminación de los ríos cercanos. Esto ha generado problemas de salud y hasta defectos de nacimiento, como consecuencia de las pruebas nucleares no reguladas cerca de áreas civiles. Según el Grupo de Trabajo sobre Justicia Transicional de Corea del Sur, más de un millón de personas viven a menos de 40 kilómetros del sitio de pruebas nucleares, dependiendo de ríos que transportan materiales radiactivos, lo que compromete tanto su salud como sus medios de vida.
Además, la reciente retórica de Kim Jong-un sobre el concepto de “dos estados”, sugiriendo que la reunificación con Corea del Sur es imposible, refleja una intención de profundizar el aislamiento del país respecto a su vecino del sur. La reciente destrucción de los enlaces de transporte intercoreanos está en línea con su agenda. Al controlar el flujo de información desde Corea del Sur, Corea del Norte busca suprimir la conciencia de su población sobre su propia realidad, en particular, el marcado contraste entre el norte y el sur del país. Este aislamiento se impone no solo mediante barreras físicas, sino también a través de un brutal sistema de control que incluye ejecuciones públicas. Los informes sobre estudiantes adolescentes ejecutados simplemente por ver vídeos surcoreanos ilustran cómo las ejecuciones públicas se han convertido en algo rutinario en Corea del Norte.
La comunidad internacional no debe limitarse a ser testigo de estos abusos. Es necesario y posible tomar medidas concretas para abordar la difícil situación de los norcoreanos. Un frente internacional más fuerte y unido es crucial para presionar al régimen de Corea del Norte a mejorar la situación de derechos humanos de su población. Esto podría incluir la expansión de las sanciones existentes, especialmente aquellas que afectan las fuentes de financiación del régimen destinadas a sus programas militares. Un mayor enfoque en los abusos de derechos humanos en Corea del Norte en foros internacionales, como las Naciones Unidas, puede ayudar a elevar la conciencia y movilizar esfuerzos diplomáticos.
Los países que mantienen lazos diplomáticos con Corea del Norte deberían utilizar su influencia para presionar a favor de una mayor transparencia en el historial de derechos humanos de Pionyang. La ayuda humanitaria, cuando se proporcione, debe ser cuidadosamente supervisada para garantizar que llegue a quienes realmente la necesitan y no al régimen. Además, los medios internacionales deben continuar exponiendo las prácticas opresivas del régimen norcoreano para mantener a la comunidad global informada y comprometida.
En última instancia, lograr un cambio duradero en Corea del Norte requiere de una presión constante y colectiva. El mundo no debe limitarse a monitorizar las futuras acciones externas del régimen, sino también mantenerse alerta ante los abusos continuos que amenazan la vida y dignidad de los norcoreanos comunes. Al sacar a la luz estas atrocidades ocultas y al promover acciones concretas, la comunidad internacional puede desempeñar un papel fundamental en la defensa de los derechos del pueblo norcoreano.
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