Asela Pintado, presidenta de Prensamedia y directora del Observatorio europeo contra la Desinformación.
Este concepto fue desarrollado por la filósofa alemana Hannah Arendt quién sostenía que si no se puede distinguir entre la verdad y la mentira, no se puede distinguir entre el bien y el mal. Si se priva del poder de pensar y juzgar, se está, sin saberlo ni quererlo, sometido al imperio de la mentira.
Sin entrar en disquisiciones filosóficas o políticas, la inmediatez en la que nos vemos sumidos nos juega malas pasadas.
Estos días estamos viviendo un bochornoso espectáculo de desinformación generada por varios motivos: la necesidad de conocer todo al minuto, la búsqueda de rédito político y la lucha por la audiencia de los medios, entre otros.
La desinformación es mucho más que las noticias falsas, es la utilización de verdades a medias, es la búsqueda de la manipulación del estado de ánimo de la población, es la fabricación de relatos sin datos. De ello estamos teniendo deplorables ejemplos.
Si hay uno que culmina lo dicho es el de los muertos en el aparcamiento de Bonaire. Un centro comercial con un parking inundado, desde el que se emite un reportaje dando cifras erróneas del número de plazas que tiene, sosteniendo que es un cementerio. Otros medios que se hacen eco de la noticia y, sobre ella, construyen la suya en un “y yo más” en el que se titulan fotografías dándole tinte apocalíptico, con la siempre inestimable ayuda de las redes sociales. La población, ya en shock, empieza a imaginar el tamaño de la catástrofe. Al cabo de los días, cuando se achica el agua, no hay muertos. Aquí comienza algo aún peor, el canibalismo mediático. Cruces de acusaciones por la noticia falsa, en la que participaron la mayoría, salta por todas las redacciones, redes, programas. La culpa es de los otros, aquél inventa, el otro miente, tu lo dijiste primero. Así horas y horas, líneas y líneas. Y la información oficial con datos es cuestionada, ya no sirve, no se cree debido a ese fuego cruzado y las propias dudas de no distinguir verdad de mentira.
Mientras unos ciudadanos que no entienden que está pasando, que no saben que creer, que se sienten engañados, asustados y desvalidos, no puede distinguir verdad de mentira. Es ahí donde comienza el verdadero peligro. Si no sabes a quién creer, ni el qué, es muy fácil ser manipulado, dirigido. Eso está ocurriendo. Y ahí aparecen los “salva patrias” que no obedecen a una ideología, por el contrario, es un posicionamiento personal de quienes hacen de la mentira su manera de acumular poder.
La verdad se robustece con la investigación y la dilación; la falsedad, con el apresuramiento y la incertidumbre, escribía Tácito.
O pensamos o lo harán por nosotros, o investigamos o nos servirán una verdad única e incontestable, o reflexionamos o les estamos dando un arma poderosa, la de poder manipularnos hasta controlarnos.
Acordémonos del sabio refranero español que nos dice que las prisas no son buenas compañías y permítanme añadir que además, causan daños.