Antonio Alonso / Rakhmatullah Nurimbetov
Profesor de la Universidad CEU San Pablo / Politólogo uzbeko
Hace 75 años, doce países firmaron de manera muy solemne el Tratado de Washington. Hoy en día, los Estados miembros de esta organización de defensa son 32. Todos ellos, decidieron en Vilna, en julio de 2023, «cumplir las tres tareas fundamentales de la OTAN: disuasión y defensa, prevención y gestión de crisis y seguridad cooperativa».
Por otro lado, el grupo de los Cinco de Shanghai se transformó en Organización de Cooperación (OCS) en 2001 y su principal compromiso sigue siendo la lucha contra los tres males: terrorismo, separatismo y extremismo. ¿Cómo han evolucionado estas organizaciones? ¿Cuáles son sus principales retos hoy en día y en la próxima década?
La OTAN y la OCS han evolucionado, pero ¿cómo?
Tras el colapso de la Unión Soviética, enemigo declarado de la Alianza Atlántica, ésta sufrió también un desafío existencial. Supuestamente, se enfrentarían a la decisión más difícil desde su creación en la década de 1940, ya que no había razón para la existencia de una alianza de defensa para hacer frente a la Unión Soviética, puesto que el Imperio Soviético ya no existía. Sin embargo, no se autodisolvieron sino que transformaron la organización para hacer frente a las llamadas «nuevas amenazas»: terrorismo, cambio climático, desigualdades de género, etc.
Por supuesto, la «muy oportuna» crisis yugoslava brindó la ocasión propicia para mantener viva la Alianza, para otorgarle un nuevo horizonte de actuación. Si esa crisis fue de origen interno o provocada desde el exterior, o una mezcla de factores tanto endógenos como exógenos, no importa para el objetivo principal de este artículo: establecer una comparación entre las dos organizaciones, tanto en su evolución como en la próxima situación futura.
Durante la década de 1990, la OTAN luchó por su propia supervivencia y, de nuevo, una nueva crisis, los atentados del 11-S y la posterior operación en Afganistán, proporcionaron un sentido adicional para sostener la organización y renovarla. Además, la invasión de Irak permitió y estructuró nuevos compromisos de los países asiáticos. En ese momento, la alianza con el Indo-Pacífico empezó a cobrar fuerza.
La OTAN obtuvo cada vez más compromisos y apoyo de esos países asiáticos -los llamados AP4, Australia, Nueva Zelanda, Japón República de Corea, pero también India y algunos otros-. Esto es interesante porque significa que la OTAN deseaba ampliar no sólo el número de sus miembros -como hizo en Europa en varias ocasiones, especialmente en 1999 y 2004-, sino que también quería crear asociaciones con actores externos no integrados en la Alianza.
Aunque varios líderes políticos norteamericanos y de la OTAN pidieron a Gorbachov y Yeltsin que no ampliaran la organización hacia el Este – «ni una pulgada hacia el Este» fue la expresión utilizada repetidamente-, la realidad es que finalmente la OTAN se expandió hacia el Este. Parece que a nadie le importaron las señales y advertencias procedentes de Moscú: «Por favor, no hagas eso. Escuchad nuestras preocupaciones» parecían decir muchas veces los líderes rusos. Tal vez, la más famosa la hizo Putin en 2007 en la Conferencia de Seguridad de Múnich. Nadie prestó atención, o al menos, aparentemente, a nadie le importó, o calcularon mal – «Putin es tan débil, que no se va a atrever a materializar sus amenazas», o frases por el estilo-; en cualquier caso, lo que ocurrió realmente fue que en agosto de 2008 Rusia invadió Georgia y tomó Osetia del Sur, Abjasia y Azharia, y atacó Tiflis. En ese momento, el Presidente francés, Nicolas Sarkozy, hizo que ambas partes detuvieran la guerra, se sentaran y negociaran un acuerdo.
Por otro lado, China quería resolver los problemas de delimitación de fronteras con las nuevas repúblicas ex miembros de la Unión Soviética -Rusia, Kazajstán, Kirguistán y Tayikistán-. Además, China se dio cuenta de que un foro de este tipo era útil para promover una vecindad más pacífica y estable e introdujeron el tema de los tres males como un terreno común para todos los miembros, aparte de la delimitación de fronteras. En 2001 Uzbekistán -que no es un país vecino de China- se unió al foro y éste se convirtió en la OCS. Desde entonces, ha aceptado nuevos miembros buscando la paz, la armonía y la estabilidad en la región de Asia Central y Meridional. Por eso, admitieron a India, Pakistán, Irán y Bielorrusia, además de contar con dos observadores -Mongolia y Afganistán-. Obviamente, esta expansión no se hizo contra nadie, y nadie declaró sentirse amenazado por dicha expansión. Lo contrario ocurrió en el caso de la expansión de la OTAN en Europa -como se ha señalado anteriormente- y de las nuevas asociaciones en Asia -ya que China la percibe como una amenaza-. ¿Repetirá la OTAN en Asia los mismos errores que comete en Europa y desoirá las advertencias chinas?
Sin embargo, ambas expansiones son difíciles de afrontar, aunque por motivos diferentes.
Las previsiones para la próxima década
El principal obstáculo para el futuro de la OTAN es la guerra de Ucrania. Aunque Ucrania no es miembro de la OTAN, a pesar de no tener ningún tipo de acuerdo que garantice su defensa ante cualquier ataque extranjero, la OTAN proporcionó municiones, entrenamiento y fondos para ayudar a Ucrania en la guerra contra Rusia desde 2014. A pesar de resolver el problema en una mesa de negociaciones, o en el Consejo de Seguridad de la ONU, decidieron escalar el conflicto. Cuando Rusia invadió el territorio ucraniano, la OTAN siguió suministrando armas y proporcionó casi todo lo necesario para la guerra, al menos todo lo posible que ellos -cada miembro de la Alianza- podían hacer. En realidad, la OTAN forma parte del conflicto, no de la solución.
Como definió la OTAN en su Concepto Estratégico de Madrid (2022): «La Federación Rusa es la amenaza más significativa y directa para la seguridad de los Aliados y para la paz y la estabilidad en la zona euroatlántica». En consecuencia, dado que el Reino Unido y Estados Unidos proporcionan inteligencia, comunicaciones y armas capaces de destruir objetivos bien dentro (a cientos de kilómetros) de los territorios rusos, Rusia los considera enemigos. Por el momento, Putin no ha ordenado atacar ciudades estadounidenses o británicas, pero ha dado instrucciones de matar a cualquier soldado extranjero que opere en Ucrania, ya sea estadounidense o europeo. Así pues, parece claro que la supervivencia de la OTAN como tal organización depende de su victoria en Ucrania apoyando a Zelensky «mientras haga falta» o «hasta el último ucraniano».
Por el lado de la OCS, el éxito de la organización depende de su capacidad para equilibrar los intereses y preocupaciones a veces -al menos aparentemente- contradictorios de tan diversos miembros. Su éxito depende de su capacidad para negociar y aceptar la diversidad, además de escuchar a cualquiera, concediendo a todos la posibilidad de ser escuchados y tratados con respeto.