Narraciones incoherentes y decisiones inconcebibles. Buenos Aires tiene el encanto de una capital europea y la gestión de un país situado en un más allá imaginario, más allá del Fin del Mundo. Tal vez porque el panteón borgiano está poblado de fantasmas y sugerencias oníricas. Quién sabe, al menos allí sería más fácil explicar una tasa de pobreza superior al 50% en un país con un pasado glorioso como granero del mundo. Y todavía potencialmente capaz de producir alimentos para 400 millones de personas, pero todavía incapaz de alimentar a 46 millones, los habitantes de Argentina.
Los vientos que soplan sobre la Pampa en los últimos días del invierno austral no traen buenas noticias para el presidente Javier Milei, que en estos momentos tiene que hacer frente al empeoramiento de las cifras de inflación. Pocos minutos después de que la agencia Reuters diera a conocer el dato de agosto, +4,2% respecto al mes anterior, superando así las previsiones de los analistas, las webs de los diarios de todo el mundo, Wall Street Journal, Financial Times, El País, sembraron nuevas dudas sobre la fortaleza de Milei. Así, el rugido del León, que es su apodo, ya parece mucho más ronco.
Sí, porque Milei lo había prometido en la campaña electoral, el día de su toma de posesión, el 10 de diciembre de 2023, y luego lo ha reiterado a menudo en estos nueve meses de Gobierno: “la inflación es cosa del pasado”, “ya la he derrotado”, “es un desastre que atañe al Gobierno peronista que me precedió”. Pero no, los implacables datos de los precios al consumidor, el índice que mejor cuenta la carrera de los precios, explican que en los últimos 12 meses la inflación fue del 236,7%, el nivel más alto del mundo y superior incluso a la previsión de la encuesta de Reuters, del 235,8%. Los analistas habían pronosticado un +3,9%, pero en cambio la batalla campal de Milei contra la inflación se llevó una dura derrota, también en términos de imagen.
A las manifestaciones callejeras que se suceden regularmente en Buenos Aires y otras ciudades argentinas asiste cada vez más una clase media hundida en la pobreza, y las encuestas del Indec (el Instituto Nacional de Estadística y Censos de la República Argentina) explican por qué: el kilo de patatas a 1,33 dólares, un aumento del 40% respecto a hace un mes. La carne y los productos lácteos han alcanzado precios desorbitados en un país donde las pensiones medias rondan los 300 euros al mes. Desde enero hasta hoy, la inflación ha subido un 94,8%. El asado, la barbacoa de los domingos, un momento tópico en la antropología de la familia argentina, ya no es asequible.
Los pequeños comercios de los barrios de Buenos Aires, desde los más populares como Boca o Constitución hasta los de clase media como Caballito o Almagro, pasando por Palermo o Belgrano, venden productos a granel, porque el paquete completo es demasiado caro para la clientela.
Los precios suelen estar escritos en pizarras en lugar de etiquetas, porque cambiarlos demasiadas veces por semana resultaría caro. Incluso el café se convierte en un bien de lujo: 4 euros los 100 gramos. Los mayores recuerdan los oscuros días de la hiperinflación de los años 80, cuando los supermercados se veían obligados a cambiar varias veces al día los precios de todos los productos expuestos. La nota más dolorosa, sin embargo, se refiere no sólo a las facturas de electricidad y gas, sino también a la escalada de los precios de los medicamentos, que en algunos casos se han quintuplicado. La irónica y punzante queja de Carmen, una pensionista, frente a una farmacia del centro: «Milei repite obsesivamente la palabra “libertad”, pero su deseo es un país libre de viejos».
La pobreza, según el Indec, alcanza al 52% de la población; la indigencia, al 17,9%. A fines de 2023, los pobres eran el 41,7% y los indigentes, el 11,9%. Milei sigue manteniendo un consenso interno numéricamente importante. El desastroso gobierno peronista de Alberto Fernández y la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner le ha permitido navegar con el viento a favor: las redes sociales y los medios nacionales le apoyaron para evitar la reelección peronista el pasado octubre.
El anarcocapitalista había previsto una revolución económica, rápidamente. Ahora que la luna de miel ha terminado, los resultados tardan en llegar. Hace unos meses, el León cobró algunos resultados positivos: la reducción del déficit fiscal, fruto de los recortes de gastos en los sectores de la sanidad, la escuela y la administración pública. Por eso pudo anunciar que en el primer trimestre de 2024 la Argentina registrará superávit primario. El primero desde 2008. Los mercados financieros se lo creyeron, adormecidos por la propaganda de la Casa Rosada.
Hasta hace unos meses, el flujo de buenas noticias parecía imparable: los bonos argentinos se comportaban bien, entre los mejores de los mercados emergentes. Ahora, sin embargo, incluso el Fondo Monetario Internacional, con el que Milei negocia y renegocia préstamos por valor de decenas de miles de millones de dólares, lanzó hace unas semanas una advertencia: «Es importante que la carga de las reformas no recaiga de forma desproporcionada sobre las familias trabajadoras».
Según las previsiones del Fondo, el PIB de 2024 se contraerá un 2,8%.
Ya hace unas semanas, el Financial Times, templo del liberalismo, escribía: «El sueño del anarcocapitalista Milei choca con la realidad argentina».
En la novela de Beckett, Mercier y Camier, uno le pregunta al otro: «Bueno, ¿cómo estás?». Y el otro responde: «Estoy eufórico, pero no mucho».
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Este artículo ha sido cedido por el diario Il sole 24 ore. Con su autorización y la del autor Roberto Da Rin se reproduce, en una traducción íntegra al castellano. Léase el texto original en italiano.