Un análisis sobre el nuevo paradigma de las fuerzas político ideológicas
por González Barcos
“El intelectual moderno se enfrenta al gran fracaso de las ideologías totales y globales.” Así identificaba el escritor Octavio Paz una suerte de crisis en la estructura social de valores, principios y toma de decisiones primarias, sin advertir, que no solo ‘el intelectual’ sino que también, el político y el trabajador sufrirían dicha crisis. Las ideologías que en el segundo tercio del siglo XX. marcaban las rutas básicas de pensamiento común han ido transformándose adhiriendo y desprendiéndose de vagas ideas que no han hecho sino ajar el núcleo de las mismas, en lugar de enriquecerlos. La política comienza a aproximarse al problema afrontando sus –cada día más contingentes– problemas con el itinerario de aquellos idearios, mientras así ‘intelectuales’ como trabajadores confían sus decisiones a la más pragmática resolución hipotética.
EL CAMBIO DE PARADIGMA
Efectivamente, como Octavio Paz predijera ha llegado un momento en el que las ideologías han perdido su razón de ser o, más bien, han perdido el valor fundamental que portaban hace una década. En la confección de la democracia la suscripción a una de las ideologías imperantes era un imprescindible en las familias occidentales, eligiendo así su cercanía hacia el modelo liberal, cuanto su pretensión por cooperar colectivamente o sus gustos estéticos, religiosos, etc. Funcionaban, de algún modo, como catalizadoras de los fundamentos básicos del pensamiento político en la sociedad; en el estrato vulgar de las estructuras de pensamiento compartido. Sin embargo, su disposición y estilo dogmáticos han acabado por recelar a sus usuarios y el discurso ideológico esta dejando de formar parte de las conversaciones cotidianas sobre política, cultura, religión o economía. Mas ¿de dónde proviene esta sospecha ante las estructuras ideológicas de dialéctica y, más allá de eso, hasta qué punto supone una crisis y no una deconstrucción? estas son las preguntas con las que se emprende este artículo.
Pues son dos las principales contradicciones que le proponen las ideologías a la sociedad actual. Por un lado y principalmente, la oposición que surge con ellas respecto de las formas de conocimiento actuales. Mediante la interfaz las capacidades –en cuanto a su cantidad– de conocimiento se han ampliado de forma que las estructuras dogmáticas o, tan inflexibles como un discurso ideológico, han dejado de ser necesarias, así como atractivas. Hoy día se promueve una elección de creencias mucho más reflexiva y de fuentes presuntamente variadas. Que esto sea bueno o no, eso es otro debate… pero en un sentido más amplio, mana otra dificultad para el desarrollo de las ideologías en este momento político. Y es que en su día fueron importantes para sentar las bases más hondas de la reflexión política colectiva, cuando hoy empero, esas bases, esas necesidades básicas del juicio político están ya cubiertas. Las problemáticas que representa el imaginario del grueso de la sociedad son adyacentes a los grandes problemas de la filosofía política. Sobre si uno es más o menos republicano ya se ha versado suficiente, sobre las capacidades del socialismo y del liberalismo todos somos conscientes y conocedores y, si bien son debates que nunca agotarán su volumen, la sociedad los ha olvidado o los ha adquirido como atemporales. Los verdaderos quebraderos de cabeza surgen a raíz de contingencias, apéndices de la realidad política, como las discusiones sobre identidad, la regulación agraria, etc. Estos no son temas que entren de manera natural en los ‘packs’ ideológicos tradicionales y cuando lo hacen brotan monstruos de lo más kafkianos que defienden las teorías de genero a la par que el proto-socialismo más defectuoso.
¿CRISIS O DECONSTRUCCIÓN?
La mayoría de los interlocutores que me han acompañado en esta conversación han identificado el fenómeno como ‘crisis’ y así lo hizo, de alguna manera, Octavio Paz llamándolo ´fracaso´. Por mi parte la sensación –y de sensaciones surgen todas las reflexiones– es otra. Otra en la que por supuesto cabe la retroacción de la ideología, la pérdida de su valor originario y, quizás, la defunción de las principales exponentes de este modo del pensamiento, mas otra en la que no se concibe esto, sino para volver a erigir su concepto. Véase, las ideologías están sufriendo una deconstrucción analítica, para volver a reformularse de manera que puedan ser parte del imaginario actual. De hecho, es ciertamente ajeno al problema considerar que algo tal a las ideologías pudieran dejar de existir, pues cuando no se llamaron así, lo hacían con el nombre de creencia y antes estaba circunscrita al mito. Esta sólo es una forma más, la nuestra, de denominar las estructuras de pensamiento, colectivas y pseudoindividuales que capacitan a la sociedad de decidir. Y, si bien a veces más laxas, otras veces más rígidas, jamás saldrán de nuestros modos de acción.
LA POLÍTICA LLEGA TARDE
Desde las esferas del poder gubernamental, cuando pareciera que han reconocido este problema siguen perpetuando la aglutinación de conceptos accidentales a sus bases ideológicas de manera completamente arbitraria. Los partidos se pelean por adquirir el ideario de las luchas sociales que les permitan una mayor región de influencia, muchas veces, sin reconocer los componentes filosóficos y las profundidades teóricas de esas luchas sociales. Sin hacer una lectura frívola del escenario, pudiera incluso parecer en ocasiones que el poder supera –en importancia– a los fundamentos teóricos y sus consecuentes prácticas políticas. Y es que los problemas son cada vez más contingentes y así, cada vez más contingentes deberían ser los partidos con sus decisiones. De forma que las obsoletas ideologías, ni las innovadoras ideas los lastren en su labor, que eminentemente no es otra que gestionar las veleidades y requerimientos de su pueblo.