Eduardo González
Hungría ejercerá desde hoy y hasta el 31 de diciembre la presidencia rotatoria del Consejo de la UE. Con el lema “Hacer Europa Grande Otra Vez” y bajo el liderazgo del ultranacionalista Viktor Orbán, Budapest toma el relevo a Bélgica en un momento de transición, coincidiendo con los primeros meses de legislatura y con el nuevo ciclo institucional.
El programa de la Presidencia húngara parte de los desafíos comunes que enfrenta Europa -la guerra en sus fronteras, la competencia global, los problemas de seguridad, la migración irregular, la vulnerabilidad de las cadenas de suministro internacionales, los desastres naturales, el cambio climático y las tendencias demográficas- para establecer siete prioridades para los próximos seis meses: un nuevo acuerdo europeo de competitividad, el refuerzo de la política de defensa europea, una política de ampliación coherente y basada en el mérito, frenar la migración ilegal, configurar el futuro de la política de cohesión, una política agrícola de la UE orientada a los agricultores y abordar los desafíos demográficos.
Con el relevo húngaro a la Presidencia belga de la UE y con el próximo semestre de Polonia, que comenzará el 1 de enero de 2025, España abandona el trílogo y, en consecuencia, los grupos informales que se crean para cada una de las propuestas legislativas y que están integrados por tres miembros: uno de la Comisión, otro del Parlamento y un tercero de la presidencia del Consejo.
Viktor Orbán
En cualquier caso, todo apunta a que la Presidencia húngara va a ser problemática, especialmente tras los resultados de las recientes elecciones europeas que mostraron un auge de la extrema derecha en buena parte de Europa y teniendo en cuenta la creciente costumbre del primer ministro Viktor Orbán de bloquear las decisiones de la UE.
Aunque cada país de la UE lucha encarnizadamente por sus propios intereses, a la hora de asumir la presidencia del Consejo de la UE se supone que debe dejar de lado sus posiciones políticas para adoptar un papel más neutral. Durante una conferencia de prensa en Budapest, el ministro de Asuntos Europeos de Hungría, János Bóka, subrayó el pasado 18 de junio que Hungría será “un intermediario honesto”.
En todo caso, y en lo que parece una posible declaración de intenciones, Orbán y la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, fueron los dos líderes que en el Consejo Europeo del pasado jueves se opusieron de lleno a la ratificación -acordada días antes por populares, socialistas y liberales- de Usrsula von der Leyen como presidenta de la Comisión Europea, de António Costa como presidente del Consejo y de Kaja Kallas como Alta Representante de Política Exterior y de Seguridad.
Aparte, el primer ministro magiar ha mostrado una actitud bastante díscola en el seno de la UE respecto a la guerra de Ucrania casi desde el principio, contribuyendo en ocasiones a retrasar la adopción de sanciones contra Rusia, aunque sin llegar a vetarlas. Ejemplo de ello fue su actitud beligerante durante las negociaciones para la revisión del Marco Financiero Plurianual (MFP), necesaria para poder desbloquear una ayuda de 50.000 millones de euros a Ucrania para los próximos tres años. El primer ministro húngaro cedió finalmente en el Consejo Europea de febrero.
Asimismo, en el último Consejo Europeo de la última Presidencia española (en diciembre de 2023), los socios tuvieron que convencer a Orbán para que se ausentara (y, por tanto, no ejerciera el veto) durante la votación para autorizar el inicio de las negociaciones de adhesión de Ucrania y de Moldavia. Orbán explicó luego que se había salido de la sala para que su país no cargase con esta “mala decisión”, pero advirtió de que todavía mantenía margen para bloquear el proceso.
En los últimos meses, Viktor Orbán ha bloqueado o retrasado un número récord de cuestiones de política exterior y de seguridad que requerían unanimidad, en parte como represalia por la decisión de la Comisión Europea de congelar alrededor de 22.000 millones de euros procedentes de los fondos europeos de recuperación a causa de sus dudas sobre la calidad del Estado de derecho en Hungría. Actualmente, Hungría está retrasando siete decisiones relacionadas con Ucrania por un valor de 6.600 millones de euros.
Como consecuencia de ello, algunos Estados miembros han pedido un enfoque más duro hacia Budapest e incluso han aprovechado algunas lagunas jurídicas para sortear el bloqueo húngaro. El último ejemplo de ello tuvo lugar durante el Consejo de Asuntos Exteriores de la UE (CAE) del pasado lunes, en el que Hungría mostró su claro rechazo a la liberación de un primer tramo de 1.400 millones de euros para ayudar a Ucrania procedente de los intereses de activos rusos congelados.
El ministro húngaro de Asuntos Exteriores, Peter Szijjarto, mostró su indignación por la aprobación de esta medida sin la unanimidad requerida para este tipo de temas (“se ha cruzado una línea roja, nunca se había mostrado un tal desprecio por las reglas europeas”, declaró), pero el Alto Representante, Josep Borrell, justificó esta decisión con el argumento de que Hungría nunca se había abstenido durante los debates previos sobre la utilización de los bienes congelados y, por tanto, ahora ya no podía oponerse a ello.