González Barcos
Los consumidores virtuales en China comienzan a buscar alternativas a las restricciones.
Internet, el fenómeno más representativo e influyente de la globalización posmoderna alberga en China una noción algo distante a la del resto del mundo. Lo que para todos –en su mayoría– se considera una red global de conexiones espontáneas y voluntarias, en China se tinta de matices múltiples o, si se quiere, acota su significado hasta marchitarse a una digitalización utilitarista. Sin embargo, la expansión de las interconexiones es inatajable y el gobierno Chino ve cada vez más complicado demarcar las localizaciones online a las que acceden sus habitantes que, cada día, son más cercanos al occidente de la interfaz. Por otro lado, esta desemejanza en el desarrollo del uso digital trae consigo cambios paradigmáticos en las sociedades. Así pues, el reto consiste en hallar los límites conceptuales de las condiciones de internet, su aplicabilidad y sus conclusiones reales; tomando a China por paradigma.
INTERNET CAMBIA SUS PROPORCIONES: LA SITUACIÓN EN CHINA
Las determinaciones Internet e Interfaz comparten entre sí dos connotaciones de base. La primera, la de ser dos métodos de conexión globales, de alcance, en todo sentido que se conciba de comunicación posible. La segunda, que se deriva de esta, la de estar mediada. Se presupone de las conexiones a larga distancia, de aquellas no resumidas a la presencialidad, estar mediadas por algo, y este no es un caso a parte. De tal forma, las restricciones que el gobierno chino impone a sus usuarios de internet constriñen estos modos de comunicación hasta dejar solamente aquello que denota mediación en su significado. Es decir, en China, el internet no es más que una herramienta digital para interactuar de manera mediada, para interactuar de manera no presencial, mas no tienen las posibilidades de alcance que nosotros nos vanagloriamos de tener. No pueden acceder a las redes sociales más comunes como Instagram, Whatsapp, Telegram, etc. y no es fácil tomar parte de la información extranjera. La mayoría de la prensa está totalmente restringida por el llamado “Gran Cortafuegos chino”. He visto esta designación también alternándose con “Escudo dorado”, “La gran muralla digital” y demás seudónimos particulares. Entiéndase, de todas formas, el mensaje.
Pero ¿hasta qué punto puede retenerse una red de comunicación de tales dimensiones? Parece que incluso el gobierno chino está planteándose esta pregunta. Cada vez son más los instrumentos que facilitan a los usuarios eludir los cortafuegos y son las VPN occidentales, las que permiten esta evasión. Tanto en el terreno de los videojuegos, como en el de las redes sociales, los jóvenes se escabullen de las estrictas leyes de consumo, para ejercer su derecho de ocio a plena voluntad. Y es que cada estría, cada fleco que permite la visualización de la globalización digital es una píldora de apetito de conocimiento. Es una pequeña dosis que enciende la inquietud de los usuarios. Asimismo, como en todo ámbito de dominio público, la restricción está germinando una dinámica de dialécticas de poder en que las prohibiciones, más allá de la prevención llevan a los usuarios a la teorización sobre el incumplimiento de las mismas.
LAS CONCLUSIONES CONCEPTUALES
El uso de internet viene acompañado de un cambio de paradigma mundial en el pensamiento y en el ocurrirse –dicho de una manera muy castellana– de la gente. Por decir de un modo simple, la gente ha reconocido una forma nueva de ocurrirse, de representarse a sí misma y de ser al fin y al cabo. Un, llámese: desdoblamiento del ser digital. El sujeto de la interfaz conecta por mediación de internet con múltiples opciones posibles de sujetos posibles que pueden habitar zonas totalmente remotas a la de uno, además de poder ser un sujeto infinidad de veces concebido. Esto aporta una gama hasta ahora inexplorada de posibilidades del ser, tanto de forma subjetiva, como en aquello que hay en frente, de forma objetivada. Ahora que lo que hay fuera de mí es infinito –o lo aparenta– y las formas de representarme lo son también –o aparentan serlo– el pensamiento acuna las mayores fantasías posibles. Sea dicho de forma resolutiva: nuestra sociedad se ha desarrollado de la mano de Internet siendo más fantasiosa, pero también más ambiciosa, con mayor perspectiva y con mayores pretensiones. Sin entrar en juicios de valor, hay que hacer un reconocimiento en las consecuencias de la ideografía china a raíz de la llegada de Internet, teniendo en cuenta que desde 1996 comenzaron las restricciones.
En su caso, la Interfaz no ha sido sino ese sector del Internet que denotaba mediación. Han sido sujetos mediados, con posibilidades de interacción mediadas. Han sentido la capacidad de reinvención de su identidad, el desdoblamiento, pero sin la disposición de creer en lo de fuera con potencial infinitud. Véase en ello una diferencia clara. El sujeto chino, ha estado restringido en todas sus potenciales exploraciones, pero no en sus manifestaciones. En definitiva un sujeto que se sabe infinito y que concibe un entorno finito y limitado. Que concibe las interacciones en todas sus aristas mediadas, por lo que no hay miedo a ser lo que uno quiera ser, ya sea este un ser benigno o maligno. Sin embargo, el usuario chino acaba por ser un sujeto menos globalizado, menos empático a lo ajeno, menos Internet, en el que efectuar redes globales de comunicación y conocer y más Interfaz, por la cual mediar tu comunicación y evitar su opuesto, el faz a faz –entiéndase: el face to face–.
Se pretende dejar patente pues, una particularidad de la sociedad China, que se ha desarrollado en el mundo digital de una forma mucho más ermitaña. Ya no sin la posibilidad, casi sin la necesidad de conocer lo ajeno, sin los avances en posibilidades de conocimiento que ofrecen las herramientas de digitalización globales. Con ese uso rudimentario de la herramienta, el mundo chino, que sin duda avanza en multitud de sectores, queda al borde de un conocimiento y una comunicación mediados y siendo honestos, a medias.