Javier Fernández Arribas
Periodista / Director de Atalayar
Los europeos podemos y debemos evitar las intoxicaciones políticas partidistas e interesadas sobre los peligros y amenazas que solo incluyen a sus adversarios. Tanta amenaza es la extrema izquierda que sufrimos en demasiados países como la extrema derecha.
Debemos defender una Europa sin complejos. Se celebran elecciones en la Unión Europea donde lo que realmente tiene valor son los temas clave como la industrialización, la inmigración, la seguridad y la defensa con Putin al lado, la energía, la innovación y digitalización, los chips, los repuestos de los coches, la agricultura, la alimentación y otros asuntos que afectan el día a día de los ciudadanos.
La Unión Europea tiene que dar una respuesta clara, eficaz a los desafíos y necesidades de sus habitantes con los principios y valores en la mano, le pese a quien le pese, aunque los populistas utilicen las redes sociales y otros canales para desacreditar todo aquello que no les interesa y a quienes se oponen a sucumbir a sus absurdas banalidades que únicamente persiguen su propio beneficio. Hacen mucho ruido, manosean el término democrático, se apropian de una falsa mayoría social, descalifican a sus adversarios políticos y sociales tildándolos de ultraderecha y su objetivo es imponer su única verdad para lograr el poder, aunque sea intentando desacreditar a instituciones judiciales y a medios de comunicación que les molestan y les plantan cara. Por desgracia, sufrimos la cruda realidad de la nefasta experiencia de la gestión política, económica y social de la extrema izquierda en los gobiernos de demasiados países como para someternos a sus imposiciones que nada tienen de democráticas. Más bien antojos y ocurrencias fanáticas. Las elecciones al Parlamento Europeo representan una buena oportunidad para fortalecer las bases de la Unión Europea sin complejos.
Un ejemplo claro de la triste y trágica degradación que algunos insisten en imprimir a la política es el análisis de la cobertura informativa de los medios de comunicación en España sobre estas elecciones y las propuestas trasladadas a los ciudadanos. La situación interna española es tan peculiar e inaceptable que resulta muy complicado abordar los trascendentes temas europeos en un momento crucial por la necesidad imperiosa de renovar el impulso de Europa y de aterrizar en el cruel mundo real que nos toca vivir desde hace más de cinco años. Ahora más que nunca, los principios y valores europeos, sin pudor ni vergüenza, merecen una defensa clara por encima de acusaciones absurdas de ser fascista o ultraderechista. En definitiva, plantar cara con argumentos y experiencias a nuestra disposición a los populistas autoritarios que utilizan los mecanismos democráticos para llegar al poder y una vez en el sillón, hacen y deshacen a su antojo y pretender mantenerse incluso con aceite hirviendo.
La gran amenaza son los populismos autoritarios para las verdaderas democracias liberales, que desde hace demasiado tiempo se han pasado de liberales y han consentido actitud y comportamientos inaceptables, con tal de que no se les acusara de extrema derecha o ultraderecha ha provocado un movimiento real de ultraderecha como reacción a la debilidad pusilánime de algunos gobiernos e instituciones que han preferido evitar el choque directo. El ejemplo más denigrante y peligroso es el de Donald Trump en Estados Unidos.
La Unión Europea aprendió durante la pandemia del covid de los graves errores de inacción durante la crisis económica del 2008 pero no ha sido capaz de exigir a los gobiernos correspondientes una buena y plural gestión de los fondos de recuperación, los fondos Next Generation que por un lado se han adjudicado a los amigos y familiares y por otro están pendientes porque no se sabe, no se puede, no se quiere… gestionarlos para que lleguen a las empresas, no solo grandes y amigas, sino al tejido empresarial español mayoritario como son las pequeñas y medianas empresas y que lo necesitan con urgencia, entre otras cuestiones porque están asfixiados con los impuestos y tienen que hacer frente a las ocurrente subidas del salario mínimo, sin tener en cuenta si se puede o no. Es uno de los ejemplos de que los votos son los votos. Claro que estaría muy bien tener 1.800 euros de salario mínimo como en Luxemburgo, pero ¿podemos hacerlo? ¿las empresas tienen recursos para eso? O, simplemente quienes no han pagado nunca una nómina, deciden con el dinero de los demás para presentarse como muy progresistas y ganar votos, cuando lo que realmente gana es la lista de los fijos-discontinuos, es decir más desempleo.
Nos pueden llamar lo que quieran, incluso descalificar como ultra no sé qué, pero la realidad es que necesitamos reforzar los principios y valores de la Unión Europea por encima de populistas basura.
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