Claudia Luna Palencia
Periodista
Estas elecciones son especiales: por vez primera en la historia de la democracia mexicana, luego de poco más de dos siglos, habrá una mujer al frente del Gobierno. Las dos candidatas son además mujeres capaces, maduras, profesionalmente bien preparadas y con una dilatada carrera en política.
Aunque eso sí, tanto una como la otra, representan a un México muy distinto: Claudia Sheinbaum, la favorita del todavía presidente el populista Andrés Manuel López Obrador, ha sido además una de las fundadoras del Partido Morena, ese mismo que abanderó a López Obrador para que fuese su candidato.
Sheinbaum es una política, académica y científica de 61 años y entre sus muchos cargos políticos figura la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, entre el 5 de diciembre de 2018 y el 16 de junio de 2023.
López Obrador le ve muchas cualidades a esta licenciada en Física que tiene un doctorado en ingeniería ambiental; precisamente ocupó la titularidad de la Secretaría de Medio Ambiente del Distrito Federal.
Ella conoce bien a la Ciudad de México, acaso una de las urbes más complicadas para gobernar, no solo por la cantidad demográfica: 22.505.315 de habitantes; sino por el cúmulo de problemas desde inseguridad, marginación, desigualdad, amplios cinturones de miseria hasta de contaminación del aire y ahora de falta de agua.
Sheinbaum es candidata a la Presidencia de México por Morena y se enfrenta a Xóchitl Gálvez quien le ha plantado cara con sus discursos ácidos, al insistir, una y otra vez, que Sheinbaum y López Obrador son la misma cosa. O, más bien, el mismo discurso y son la expresión del populismo más rancio. Uno que ha superado los años más demagógicos de cuando el PRI estableció lo que Mario Vargas Llosa llegó a llamar “la dictadura perfecta”.
Xóchitl Gálvez es una política, ingeniera y empresaria. También tiene 61 años y recién dejó su escaño en el Senado por el derechista Partido Acción Nacional (PAN). Gálvez también está curtida como Sheinbaum en conocer al México profundo, ambas se lo han trabajado calle por calle y barrio por barrio.
Gálvez se desempeñó como comisionada nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, entre 2000 y 2006, y es muy querida en los pueblos y comunidades indígenas. López Obrador durante décadas se trabajó políticamente hablando su presencia en toda la geografía azteca para que todas las comunidades indígenas lo conocieran.
Mientras, Gálvez se siente cercana al expresidente Vicente Fox y al expresidente Felipe Calderón refugiado en Madrid, Sheinbaum es prácticamente la mano derecha del presidente López Obrador y es, además, el alfil para que el mandatario pueda retirarse con toda tranquilidad a su rancho La Chingada a escribir sus memorias sin ningún temor por ser judicialmente investigado ni él, ni su esposa, ni sus hijos o alguno de sus hermanos.
Sheinbaum no va a meterlo el berenjenal de las investigaciones por corrupción. El tabasqueño no es un hombre que vaya a exiliarse fuera de México, su máxima aspiración ahora es retirarse a su rancho y vivir sus últimos días en paz y muy de vez en cuando seguir opinando, aconsejando y diciendo cómo se deben hacer aquí, allá y acullá las cosas.
Por su parte, Gálvez está en las antípodas del pensamiento populista “lopezobradorsista” como candidata de Fuerza y Corazón por México (coalición formada por el PAN, el PRI, el Partido de la Revolución Democrática entre otros más) representa una unión imposible de partidos de derecha, de centro y de centro izquierda. Prácticamente, Gálvez representa a todos los que no quieren a López Obrador, ni a su candidata Sheinbaum; representa a todos los que quieren romper con el mosaico populista, su nata burocrática y la espiral de subsidios que generan una sociedad ociosa.
En medio de ese escenario, de todos contra López Obrador y el de romper con la continuidad, las elecciones del 2 de junio contarán además con el padrón de electores más amplio de toda su historia: 100,04 millones de mexicanos inscritos y una lista nominal de 97,53 millones de personas listas para sufragar.
La movilización además es boyante. Nadie habla de abstenerse o quedarse en casa; se habla del voto del cambio y de voto de castigo y también del voto para que la casta no vuelva a gobernar o del voto a los corruptos.
López Obrador ha querido hacer de su sexenio el mantra anticorrupción, aunque sendas investigaciones han venido señalando a sus hijos o a sus hermanos de negocios poco claros y de hasta beneficiarse por el ser el hijo de o el hermano de.
¿Quién va a ganar las elecciones? Hay muchas encuestas. Algunos sondeos dan una victoria muy ajustada a favor de Sheinbaum; otros, le dan esa victoria soñada (pero también muy ajustada) a Gálvez. Ninguno descarta problemas postelectorales si ambas se declaran ganadoras en la noche electoral y ninguna cede.
Lo cierto es que en el México bronco todo puede suceder: el 2 de junio no solo se elige la Presidencia; también 128 escaños en el Senado; 500 escaños en el Congreso de los Diputados; ocho gubernaturas; una jefatura de Gobierno de la Ciudad de México; además, de 31 congresos locales; 1.580 ayuntamientos; 16 alcaldías y 24 juntas municipales. La campaña ha estado manchada de sangre con candidatos asesinados y múltiples amenazas.
Si cuando entró López Obrador a la Presidencia en 2018 el problema del narcotráfico y la inseguridad contra los ciudadanos avanzaba como un cáncer, estos últimos seis años han terminado fagocitando al país: de acuerdo con datos de la Comisión Nacional de Búsqueda hay 114.926 personas desaparecidas. Las cifras reales podrían ser tres veces superiores.
El México que gobernarán ya sea Sheinbaum o Gálvez está controlado por las diversas bandas de narcotraficantes que han ido creando sus feudos de poder y sus miniejércitos equipados con armas poderosas para luchar al tú por tú contra el propio Ejército Mexicano destinado en parte a destruir sembradíos y laboratorios de drogas sintéticas.
En este tiempo de mujeres, los retos no solo son internos. En seis años de Presidencia, López Obrador sus viajes al extranjero han sido contados prácticamente se ha ausentado de los grandes foros y ha ignorado a la Unión Europea (UE). A Estados Unidos viajó en cuatro ocasiones y acudió a San Francisco para la Cumbre de la APEC en 2023.
Muy contados han sido los viajes. El vacío internacional que México ha ido dejando con esta política de ostracismo (pendiente únicamente de la relación comercial con Estados Unidos y Canadá) ese espacio ha sido ocupado por Brasil que ha adquirido un enorme protagonismo internacional como representante de los intereses de América Latina.
No se sabe si Sheinbaum seguirá la misma pauta con un bajo perfil en materia de relaciones internacionales; lo que sí está claro es que Gálvez pretende recuperar el rol protagonista regional del país azteca.
A México, ya lo han gobernado priistas, panistas y ahora morenistas con López Obrador, quien afirma a diestra y siniestra que no se inmiscuirá en el proceso. Aunque no disimula apoyar abiertamente a Claudia Sheinbaum.
Xóchitl Gálvez tiene muchas cosas en contra para ganar: primero, el propio sistema creado por AMLO, con una extensa red clientelar de jóvenes y de personas mayores; muchos subsidios llegan a generaciones que no dan literalmente golpe alguno en materia económica.
Segundo, el vecino del norte está ya distraído con sus propias elecciones, que serán igualmente traumáticas. Ambos países enfrentan en distinto grado de impacto y de magnitud una profunda polarización interna de sus respectivas sociedades. Tanto republicanos como demócratas saben bien que México ha perdido el control en manos del creciente poder del narcotráfico y de las organizaciones criminales, muchas de las cuales, incluso, mueven los flujos migratorios. Eso significa que en la Casa Blanca no esperan, gobierne quien gobierne México a partir de 2024, que cambien las tornas en materia de combate al crimen organizado.
Me atrevo a decir que Estados Unidos hace años que ha perdido interés en el destino político de su vecino del sur (con ello no pretendo afirmar que le da lo mismo tener una autocracia como principal socio comercial).
Es verdad que Gálvez emplea un lenguaje florido más cercano al pueblo, es dicharachera, abierta, cercana y usa una vestimenta típica mexicana; sin embargo, no por ello es aceptada en todos los ámbitos sociales en un país que sigue siendo clasista. Y eso tampoco hay que perderlo de vista.
En cambio, López Obrador (AMLO) tiene muy bien ubicado el perfil del votante y apuesta por el México profundo, ese mismo que electoralmente piensa poner en manos de Sheinbaum. A ciencia cierta, lo único certero es que México vivirá próximamente unas elecciones que dejarán en el poder presidencial a una mujer… si no sucede algún atentado.
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