Andrea Chamorro
Analista de la Fundación Alternativas
El día de África (25 de mayo) se celebra en conmemoración de la creación de la Organización de la Unidad Africana (OUA). Al mismo tiempo, es una jornada en la que se invita a reflexionar sobre los logros del continente y los retos a los que se enfrenta. África está llamada a tener un papel fundamental en el futuro sistema internacional. Una de las cuestiones que más se resalta es la juventud de su población, en un territorio que en 2050 alcanzará los 2.500 millones de personas, un cuarto de la población mundial. Según la French Development Agency, en ese año más de la mitad de los africanos serán menores de 25 años.
En los últimos tiempos hemos sido testigos de importantes cambios geopolíticos en el continente que han tenido repercusiones a nivel mundial. La Alianza de Estados del Sahel, compuesta por Mali, Níger y Burkina Faso, avanza hacia una cooperación cada vez mayor en la que se contempla la confederación. Estos países se encuentran gobernados por juntas militares que no han dado una fecha concreta para la celebración de elecciones. La llegada de las juntas militares al poder ha traído cambios de aliados internacionales: los países occidentales han sido relegados a un segundo plano en favor de Rusia, China y diversas potencias medias. La Misión de Entrenamiento de la Unión Europea en Mali (EUTM) finalizó el pasado 18 de mayo, donde España se hizo cargo de su repliegue. A su vez, la Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas terminó en junio de 2023, lo que generó un desequilibrio de las tensas relaciones entre los actores armados en Mali.
El rechazo a la presencia occidental se ha extendido por cada vez más países del Sahel. Durante la campaña electoral en Chad, en la que se presentaba el actual líder de la junta militar, el gobierno llamaba a la revisión de la cooperación en materia de defensa con Estados Unidos. Níger ha llevado a cabo una estrategia similar de manera casi simultánea, y en mayo conocíamos que el repliegue de las fuerzas estadounidenses del país se dará el próximo 15 de septiembre.
Los desafíos de seguridad a los que se enfrenta la región del Sahel han aumentado en el último año, y la inestabilidad ha tenido considerables implicaciones para las relaciones entre África y Europa. El escenario internacional que se nos plantea hoy en día es radicalmente distinto al de hace unos años, y ha llevado a reescribir diversas cuestiones sobre el continente africano que en Occidente temíamos como dogmas. En el mundo multipolar al que nos enfrentamos actualmente predominan Estados Unidos, China y Rusia, pero no debemos subestimar a potencias medias como Turquía, Emiratos Árabes, India o Irán. En este entorno de competición, el aumento de la influencia en África se ha convertido en una prioridad para las potencias extracontinentales, y supone una ventana de oportunidad y de negociación para los países africanos. Cada Estado despliega una estrategia diferente acorde a sus capacidades. El caso que más ha llamado la atención en los últimos años ha sido el de la compañía de seguridad privada Wagner en los países del Sahel, pero China ha llevado a cabo sustanciales acuerdos de cooperación económica que no tienen efectos tan inmediatos como la presencia militar sobre el terreno, pero que serán de capital importancia en los próximos años.
La gestión de la migración ha sido uno de los temas que más debate ha suscitado en el último año. La inestabilidad en la región del Sahel, la disminución en la calidad de vida y la falta de expectativas de futuro han influido en el aumento de los desplazamientos, que tienen en Senegal y Mauritania los principales países de salida. De los 56.852 migrantes irregulares que llegaron a España en el año 2023, el 70% tuvieron Canarias como destino. En este ámbito tuvo especial relevancia la isla de El Hierro, a la que llegaron 14.000 personas. Durante este año la tendencia se ha mantenido, y los últimos datos hablan de 16.586 migrantes llegados a las islas, lo que supone una cifra cinco veces mayor que el año anterior. Las precarias condiciones en las que llega la migración irregular han generado una emergencia humanitaria. España y la Unión Europea han realizado numerosas consultas con los gobiernos de Senegal y Mauritania para tratar de gestionar las vías de migración. No obstante, las medidas no han sido totalmente eficaces, ya que los gobiernos africanos se han mostrado desbordados.
Bajo la presidencia española de la Unión Europea se llegó a un acuerdo para cerrar el Pacto de Migración y Asilo. El objetivo era unificar los procedimientos de llegada de migración y establecer un sistema de solidaridad entre los Estados para poder llegar a una gestión más equitativa. Esto supone intentar que no se repita la crisis migratoria del 2015. La conformación de este tratado se enfrentaba a numerosos retos, ya que era necesario poner de acuerdo a 27 países, con especial reticencia por el grupo de Visegrado (Polonia, Hungría, República Checa, Eslovaquia). El Pacto de Migración y Asilo ha recibido fuertes críticas por parte de organizaciones de derechos humanos. Instituciones como Amnistía Internacional, la Comisión de Ayuda al Refugiado o Médicos Sin Fronteras han mostrado su rechazo y alegado que este nuevo marco migratorio vulnera los derechos humanos.
Este mes, el Consejo Europeo aprobó el Pacto de Migración y Asilo tras una tensa votación en el Parlamento Europeo. En el momento del escrutinio fue necesario desalojar a activistas que se mostraban en contra de la votación, que estuvo muy disputada pero terminó siendo avalada por la Cámara, con 300 votos a favor y 270 en contra. La implementación del acuerdo supondrá un punto de inflexión en las políticas migratorias y en las relaciones de Europa con el continente africano.
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