RESUMEN
El nuevo presidente de Senegal, Diomaye Faye, hereda una situación compleja en un país que se enorgullecen de ser el único de África que no ha sufrido guerras civiles ni golpes de Estado. Su elección supone una esperanzadora regeneración democrática tras veinte años de gobierno de las mismas élites. Sin embargo, el mundo empresarial observa con expectación los primeros pasos del nuevo Ejecutivo, cuya retórica crítica contra Occidente hace pensar en un posible acercamiento a la Rusia de Putin.
Andrea Chamorro / Fundación Alternativas
Desde el dos de abril Senegal tiene un nuevo presidente: el opositor Diomaye Faye pasó en un mes de dormir en la cárcel a vivir en el palacio presidencial de Dakar. Las calles de las principales ciudades del país se llenaron de simpatizantes tanto de Faye como del recién nombrado primer ministro, Ousmane Sonko. Con la llegada de la oposición al poder se da un reemplazo de gobierno en el que las mismas élites han ocupado el poder presidencial durante dos décadas. Se abre un periodo de cambio en el país africano, pero también de incertidumbre por el rumbo que tomará el ejecutivo.
El Gobierno de Diomaye Faye hereda un país con una situación compleja. La crispación política por el atraso de las elecciones y el encarcelamiento de opositores se encuentra todavía latente. No obstante, el nuevo presidente ha prometido trabajar para devolver la estabilidad y normalidad democrática al país. Al mismo tiempo, se enfrenta a una delicada situación económica, en la que la inflación se ha disparado en los últimos años y el empleo ha decrecido. En su programa electoral, Faye ha prometido una profunda reestructuración de la economía, con la revisión de los contratos de explotación de materias primas y un importante intervencionismo estatal. La situación ha impulsado a parte de la población a emigrar, tanto dentro del continente africano como fuera del mismo, en busca de un futuro mejor. Las promesas del equipo de Gobierno traen esperanzas de cambio, pero las altas expectativas, de no cumplirse, pueden ser un arma de doble filo.
Faye y Sonko se definen como “panafricanistas de izquierdas” con un “pensamiento anticolonial”. Se han mostrado especialmente críticos con la gestión de los recursos senegaleses y buscan revisar su explotación, para que la riqueza revierta en la sociedad. Una parte considerable de las empresas que operan en Senegal son extranjeras, y el giro que pretende el nuevo Ejecutivo las mantiene expectantes ante los supuestos cambios estructurales que se avecinan y que podrían implicar una importante revisión contractual, como prometió Faye en campaña electoral, en asuntos como la pesca o el petróleo. Estas multinacionales se habrían sentido más cómodas con un continuismo encarnado en el derrotado Amadou Ba, antiguo primer ministro.
Desde los golpes de Estado en el Sahel, los gobiernos africanos y los extracontinentales miran a los ejércitos con preocupación. Sin embargo, aunque los países del Sahel y África Occidental se encuentran muy conectados, no siguen las mismas dinámicas. Las fuerzas armadas senegalesas han visto su imagen muy deteriorada por la represión de los últimos años. No obstante, a pesar de la inestabilidad política vivida desde hace dos años, el ejército no se ha movilizado en ningún momento en contra del Gobierno. Es importante tener en cuenta que en el país existe una importante cultura de respeto al Estado de derecho y a la Constitución, y se enorgullecen de ser el único país de África que no ha sufrido guerras civiles ni golpes de Estado. Al mismo tiempo, la sociedad se ha politizado mucho en los últimos años, pero el hecho de que no haya precedentes golpistas y el respeto social por la Carta Magna dificultan una acción militar como las ocurridas en el Sahel. La economía es uno de los puntos de preocupación entre la población, y ocupa una parte importante del programa del nuevo candidato, que aboga por el intervencionismo del Estado, pero hereda un país empobrecido y con una negligente gestión de sus recursos naturales.
El mundo empresarial observa con expectación los primeros pasos del nuevo Ejecutivo, y las compañías extranjeras conocen perfectamente la retórica crítica de Faye contra Occidente, especialmente contra París, antigua metrópoli. Por ahora, no están claras las intenciones del presidente, pero en un supuesto alejamiento de las potencias occidentales podría entrar en la ecuación un acercamiento a la Rusia de Putin. Por otro lado, existe un clima de tensión entre la Alianza de Estados del Sahel y la Comunidad Económica de Estados del África Occidental, de la que Senegal es un socio destacado, y que podría empeorar la situación en la zona, aunque la irrupción de Faye, figura no tan cercana a Occidente, podría ser el puente de entendimiento que ayude a desbloquear la situación.
Senegal se encuentra ante el cambio que ha buscado durante años. Una población hastiada con las élites tradicionales ha elegido en las urnas a los principales opositores del país, que llegan con una amplia batería de reformas. En líneas generales, los sectores militares y económicos del país se mantienen expectantes ante las acciones del nuevo Gobierno, bajo el respeto a un resultado electoral que hace de Senegal un rara avis en la convulsa región africana.
ANDREA CHAMORRO
Analista de la Fundación Alternativas
Graduada en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad de Salamanca, posee el máster en Relaciones Internacionales y Estudios Africanos por la Universidad Autónoma de Madrid. Analista y asistente de coordinación del Informe África de la Fundación Alternativas.