<h6><strong>Eduardo González</strong></h6> <h4><strong>El interés compartido por cuestiones como la transición ecológica, digital y social y las “considerables necesidades financieras” de América Latina y el Caribe hacen “necesario fortalecer las relaciones financieras” entre esta región y la Unión Europea con un enfoque que vaya “más allá de la ayuda”.</strong></h4> Estas son algunas de las conclusiones del informe <a href="https://www.segib.org/wp-content/uploads/ETTG_EU-LAC-RELATIONS_spanish.pdf" target="_blank" rel="noopener noreferrer"><strong>‘Un futuro común para Europa, América Latina y el Caribe’</strong>,</a> elaborado por el Real Instituto Elcano, la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB) y el European Think Tanks Group (ETTG) con el apoyo del Ministerio de Asuntos Exteriores y que fue presentado este jueves en la sede de la SEGIB en Madrid. Durante la presentación, <strong>el Secretario General Iberoamericano, Andrés Allamand</strong>, destacó la importancia de la cooperación por su capacidad para mejorar las políticas públicas y la calidad de vida de las personas. Por ello, advirtió, es necesario “reflexionar sobre el futuro de la cooperación e identificar a tiempo las nuevas modalidades y áreas en las que debe centrarse, para que se convierta en el catalizador que América Latina requiere con el fin de avanzar decididamente hacia el desarrollo sostenible”. Por su parte, <strong>el presidente de Real Instituto Elcano, José Juan Ruiz</strong>, advirtió de a necesidad de conocer América Latina no sólo por sus narrativas, sino por sus datos, al tiempo que recordó los intereses comunes de ambas regiones en temas globales como las desigualdades, el cambio climático o la erosión de las democracias. El documento, dirigido por Iliana Olivié y María Santillán O’Shea, recuerda una serie de “valores, intereses y sectores prioritarios, como la transición ecológica, digital y social”, que comparten la Unión Europea y la región de América Latina y el Caribe y que, “junto con las considerables necesidades financieras a las que se enfrenta esta última”, hacen <strong>“necesario fortalecer las relaciones financieras entre ambas regiones”</strong>. Algunas dimensiones de estas relaciones ya gozan de una importancia significativa, como la inversión extranjera directa (IED), pero otras, como la ayuda oficial para el desarrollo (AOD), son menos relevantes. A juicio de los autores, en la actualidad hay <strong>“mucho margen para llevar a cabo iniciativas de cooperación financiera con un enfoque más allá de la ayuda”,</strong> por ejemplo en el marco de Global Gateway, de tal manera que se aproveche al máximo el potencial de las distintas herramientas de cooperación, tales como el fortalecimiento de los instrumentos financieros, el diálogo político y la asistencia técnica, “de forma complementaria y coherente”. <strong>La vinculación de enfoques de desarrollo y comerciales, la alineación de las agendas, el intercambio de conocimientos y el aprovechamiento de iniciativas existentes, así como la búsqueda de denominadores comunes en áreas clave para las dos regiones</strong>, como son la reforma de los bancos multilaterales de desarrollo (MDB) y las cuestiones relativas a la deuda y las reformas fiscales en entornos bilaterales o multilaterales, “pueden ayudar a aprovechar el potencial financiero de estas relaciones birregionales”, señala el informe. Pese a la diversidad de intereses y necesidades de las regiones en relación con la transición energética y la acción climática, “existen muchas oportunidades para fortalecer la cooperación, la inversión y el diálogo político entre las regiones de la UE y América Latina y el Caribe en un tema de tanto calado en la agenda mundial de desarrollo como es <strong>la transición energética y la lucha contra el cambio climático</strong>”, prosigue. <h5><strong>La desigualdad</strong></h5> Aparte, el estudio recuerda que “muchos países” de América Latina y el Caribe se ven afectados por <strong>“ciclos negativos de grandes desigualdades, una escasa confianza en las instituciones y la democracia, una delincuencia generalizada y un bajo crecimiento económico”.</strong> La naturaleza de estos ciclos hace que “se retroalimenten, puesto que las desigualdades de las sociedades son sistémicas y dan como resultado un contrato social frágil”. “Para romper el ciclo de exclusión y baja confianza es necesario centrarse en la inclusión y la redistribución”, advierte el informe. En este contexto, indican los autores, “puesto que los desafíos relacionados con la desigualdad son de índole sistémica, la respuesta a ellos debe ser sistémica también”. Por ello, los marcos inclusivos de protección social pueden desempeñar un papel transformador e impulsar la inclusión social, así como el respeto al Estado de derecho. Frente a este reto, señala el informe, <strong>la cooperación internacional es “de gran importancia”, puesto que la región de América Latina y Caribe “está compuesta por muchos países de ingresos bajos y medios y en ella siempre hacen falta recursos, en concreto a nivel local”.</strong> La recaudación de impuestos a nivel nacional no se corresponde necesariamente con la que se produce a nivel local y las normas en cuanto a la distribución entre regiones pueden ser muy arcaicas y no reflejar las necesidades locales. Por ello, la cooperación internacional debe centrarse en “garantizar que la financiación de los programas es sostenible y fortalece los sistemas financieros nacionales”.